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Sus labios quemaban ante la piel de la contraria, se derretían bajo el tacto de este.

La caliente piel hacía contraste con la fría cerámica que cubría el piso. El tapete estaba a un lado junto a la tela.

Los besos de la morena descendieron hasta los pechos de la rubia, jugando con estos mientras que sus manos se hacían cargo de su intimidad, jugando con la tela que la cubría, que minutos más tarde, estaría tirada por algún lugar de ahí.

Adora se limitaba a soltar tímidos gemidos y jadeos que resonaban por la habitación.

Los dedos de Catra entraron en acción; retiraron la pieza de tela con sumo cuidado, como si de porcelana se tratase.

Comenzó a mover su dedo anular en circulo, haciendo que la joven cerrara su ojos ante tanto placer. Catra sonrió con nerviosismo, no sabía si lo que hacia estaba bien o mal, era una total inexperta en ese ámbito; solo se guiaba por su intuición y excitación del momento.

– Dios... —murmuró Adora por lo bajo luego de unos segundos estimulando el área.

Adora creía en Dios, pues era Catra.

Pasado unos segundos del murmullo, decidió introducir uno de sus largos dedos a la entrada de la rubia, con delicadeza y lentitud.

Un gemido se escapó de los labios de la contraria, la cuál disfrutaba de la sensación de ser tomaba por Catra.

Comenzó a moverse con una lentitud desesperante para Adora; necesitaba más.

– Más... —salió casi en un susurro desesperado.

Catra aceptó las órdenes e introdujo un dedo más, comenzó a moverlo en diferentes direcciones, haciendo que Adora se removiera de placer.

Esta vez, Catra sonrió más confiada; lo estaba haciendo bien.

La luz se filtraba a través de las finas cortinas que tapaban las ventanas, creando figuras sin formas en el piso y paredes.

Las caderas de Adora se movían al compás de los dedos de Catra, lentamente armonioso.

Pasado unos segundos, Adora soltó un gran gemido, seguido de murmullos indicando que sería su clímax. Sus manos atrajeron el cuerpo de Catra para acercar su rostro y besar sus labios. Se movían en un compás digno de tocar, en una danza digna de bailar, en una canción digna de cantar.

Una vez en el clímax, Catra salió de ella y de nuevo unió sus labios en un ritmo lento mientras las luces cubrían sus desnudos cuerpos.

Adora era una obra de arte por si misma.

Paint me | Catradora Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora