Capítulo 07

323 50 43
                                    

     —Mira Spike, tú también saliste de uno de estos.

Rafael estaba de rodillas frente al nido de los huevos, el cual todavía seguía en la habitación de Leonardo, pero ahora todos tenían acceso a el -con Leonardo vigilando, pero era algo-

El de bandana roja levantó a la pequeña tortuga, mostrándole con cierto entusiasmo ambos huevos. Spike ladeó su cabeza, mirando con curiosidad y parpadeando lentamente. Leonardo se rió entre dientes, mirando sobre el hombro a su hermano mientras ordenada el cofre con las cosas de los huevos.

El temperamental miró de reojo a su hermano, volviéndose rápidamente a su mascota y a los huevos. Rafael colocó a Spike sobre su hombro, inclinándose y pasando una mano con cuidado sobre los huevos.

—¿Y cuándo se supone que van a nacer? —preguntó a su hermano mayor, levantándose y acercándose a él.

Leonardo se encogió de hombros. —No creo que falte mucho, alcance a leer algunas cosas antes de borrar mi información genética y creo que les faltaba poco —explicó, doblando una manta y metiéndola en el cofre.

Rafael rió, volviendo a mirar los huevos y ladeando la cabeza. Resopló con diversión, sonriendo levemente.

—Ya oíste, Spike —dijo, levantando su mano y acariciando con cuidado la cabeza de su tortuga mascota. —Tenemos que prepararnos para tener a otras dos tortugas en la guardia.

El animal sonrió e hizo un movimiento de cabeza, estando de acuerdo. Leonardo rió enternecido, viendo a su hermano salir de su habitación mientras seguía charlando con su mascota.

Se volvió al cofre, dejando salir un suspiro cuando escuchó a su hermano cerrar la puerta de su habitación. Miró por un momento a sus huevos, sonriendo enternecido ante la idea de que pronto nacieran.

Cerró los ojos y suspiró, una sonrisa boba plasmándose en su rostro al imaginarse cuando ese par por fin decidiera salir de los huevos. Suspiró, cerrando los ojos y volviéndolos a abrir, volviendo rápidamente a su tarea principal, organizar el cofre.

Porque ciertamente, desde que sus hermanos y padre, y de paso también Abril, se enteraron de la existencia de los huevos, cada vez aparecían más objetos e implementos de bebés en el cofre. Y sabía que llegarían más, así que tenía que re-ordenar el cofre y asegurar se dejar espacio.

Mientras doblaba una de las muchas mantas que Abril le había regalado, se permitió un momento para pensar en todo lo que había pasado en su vida en las últimas semanas. Él nunca llegó a pensar en estar así, arreglando las cosas para sus hu- bebés, tal cual y como las madres humanas.

Tampoco llegó a pensar que su familia fuera a reaccionar tan bien. Todos los escenarios que se había imaginado terminaban con el siendo desterrado de la guardia y alcantarillas con los huevos, o con los huevos en la basura o destruidos. Si, sus escenarios habían sido muy... Dramáticos y trágicos, demasiado, a decir verdad.

Se imaginaba ver a su padre enojado, sermoneándolo y regañándolo por haber acogido a los huevos, mostrándose inconforme con la presencia de estos y viéndolo a él como la deshonra de la familia. Pero en su lugar-

—Leonardo.

Se giró rápidamente. —¿Si, sensei?

Splinter se asomó, sus orejas levantadas y sus ojos brillando con cierto entusiasmo. La rata se adentró con cuidado, mostrándole a su hijo mayor un pequeño, algo viejo y desgastado, teniendo en la portada imagines coloridas y llamativas. El título: "Cuentos para niños" resaltaba.

—Mira lo que encontré, será perfecto para leérselo a mis nietos cuando nazcan.

Tenía a un Splinter ansioso, emocionado con la idea de ser abuelo y restando los días del calendario hasta el nacimiento de los huevos.

Leonardo resopló, enternecido. Splinter tomó eso como un sí, sonriendo y entrando más a la habitación, tomándose un momento para saludar a los huevos y acariciarlos antes de entregarle a su hijo el libro.

—Gracias sensei, es perfecto.

Splinter sonrió satisfecho, colocando sus manos detrás de su espalda, dándole unas palmaditas en la cabeza a Leonardo.

—Hijo mío, recuerda, no dudes en pedir o buscar mi ayuda cuando la necesites —dijo con tranquilidad, empezando a caminar hacia la salida de la habitación.

—Sí, lo tendré en cuenta sensei. Gracias.

[ . . . ]

—Oohh y cuando nazcan, comeremos pizza, veremos televisión, ¡Les leeré mis comics! Y- y- ¡Jugaremos! ¡Jugaremos videojuegos! Oh si, si, si, muchos videojuegos.

Leonardo escuchaba con diversión a Mikey divagar, el de bandana naranja hacia una lista en voz alta de las muchas cosas que iba a hacer con los huevos cuando estos nacieran. Una gran sonrisa estaba plasmada en el rostro del pecoso, quien se movía con entusiasmo por la cocina.

—¡También los llevare a patinar por las alcantarillas! Aunque primero tienen que aprender a hacerlo- ¡Yo les voy a enseñar! ¡Seré el grandioso y divertido tío Mikey! —dijo con entusiasmo, sonriendo con superioridad y señalándose a sí mismo.

Leonardo rió, divertido. —Sí, pero para todo eso primero tienes que esperar a que crezcan un poco, Mikey —dijo, sacando de la nevera una rebanada de pizza restante de la noche anterior.

El menor asintió varias veces, girando sobre su propio eje. —¡Lo sé! Aay, ¡Ya quiero que nazcan! ¡Nunca llegue a pensar que sería tío!

Leonardo rodó levemente los ojos, negando con diversión y saliendo de la cocina, dejando a Mikey fantasear y terminar de hacer su lista.

Al salir de la cocina, pudo ver a Abril hablando con Donatello en la sala. Cuando ambos notaron su presencia sonrieron, la chica humana haciéndole señas para que se acercara.

—Hola Abril, ¿Qué pasa? —saludó, acercándose al par.

—Mira lo que Abril consiguió, Leo —Donnie dijo con una sonrisa y la pelirroja se levantó de un salto, entusiasmada.

—Cuando los vi pensé en ti y en los huevos, y pensé que sería perfecto —ella habló, levantando y mostrándole un portador doble para bebés. Era de un color azul claro, con un estampado de estrellas blancas. —¿Te gusta?

Leonardo sonrió, arrullando y tomando el transportador. —Oh, Abril, no hacía falta. Ya me has regalado muchas cosas.

—¡Oh Leo, por supuesto que hacía falta! —Abril extendió sus manos, sonriendo. —Todo sea por esos bebés, y más te vale que me digan tía.

 Leonardo asintió. —Oh, eso tenlo por seguro.

𝐓𝐰𝐨 𝐥𝐢𝐭𝐭𝐥𝐞 𝐓𝐮𝐫𝐭𝐥𝐞𝐬 | TMNTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora