Vaciaré mis ojos,
arrancaré mi corazón,
quemaré mis manos,
caminaré sobre vidrios filosos,
siempre que me lo pidas.
Mamá
La aguja de un lado a otro, en zigzag, unía los trozos de tela que se elevaban como cordillera, cuidaba que la costura fuese lo más perfecta y fuerte, no quería que el relleno se perdiese por algún punto mal hecho. Siempre le molestó que las cosas estuviesen hechas a medias; el perfeccionismo lo sacó de su madre mientras que lo obstinada del padre. La aguja iba y venía, el hilo que había elegido esta vez era grueso y de color naranja; el único que le había quedado a mano. Entre las penumbras de las velas, su creación tomaba forma. Por momentos se perdía en algún punto infinito, divagaba mordiéndose sus labios, pasaba saliva tragándose la angustia y continuaba.
Necesitaba terminar, el tiempo la apuraba, el amor desmedido la aprisionaba abrazándola con fuerzas. Es un regalo, no era como todos. Sabes una cosa mi querida Mariana, todo lo que tus manos puedan crear, tiene dos elementos hermosos, el más importante es el AMOR, el corazón se desborda con cada hilo enhebrado, cada tela que eliges y cada relleno, mientras que el otro elemento es saber que la ETERNIDAD vivirá, será una extensión tuya que perdurará todo lo que el tiempo quiera. Las palabras de su madre perfeccionista acariciaban como un martillazo su fragilidad. Mariana entendía que esta obra excede a las demás. Tuvo la suerte y la dicha de estar entre las mejores fabricantes de muñecos de tela, empezó con su abuela pasó dos generaciones y hoy tiene grandes demandas. Aun así este regalo no era un encargo de personas ostentosas que buscaban que le den aprobación por su nueva adquisición artesanal. Este era un regalo para ella, se lo debía sin dudarlo.
Necesitaba terminar, los dedos sangraban por debajo de las uñas, los calambres hacían soltar la tela, cada pinchazo hacia tope con la dureza de la falange, renovaba el dolor, que no era más fuerte del que ya tenía, las velas se consumían escurriéndose por el suelo. El espejo delataba todo lo que quedaba de Mariana, sentada frente a él con las piernas cruzadas observaba entre sus pelos enmarañados y sucios la degradación cadavérica que contornea su cuerpo. Sus manos era lo que más le despertaba horror; sentía que se le dislocarían todos los dedos. Quería recordar cuando dejó de darle importancia a su cuerpo, cuando se dejó consumir por el hambre, sus piernas ya no tendrían la fuerza suficiente para mantenerla en pie y sus brazos, por debajo de la remera, asomaban como ramas secas. Se olvidó de ella.
Veía que estaba en las últimas puntadas, dejaría espacio para el relleno. Recuerda que el AMOR y la ETERNIDAD estarán en tu creación, mira cada obra maestra que hizo tu abuela, cada hermoso muñeco creado por mis manos, hoy te toca a ti. Mientras relampagueaban las voces de los muertos, rellenaba, debía hacerlo con cuidado, no quería que se estropeara, empujaba con fuerza intentando llegar a cada rincón. La nebulosa oscura la tomaba de afuera hacia adentro, la luz amarillenta amenazaba con dejarla a oscuras. Los manchones rojizos se acrecentaban cubriendo gran parte del muñeco. Tomaba forma, quedaba poco relleno; trasladó lo que pudo de un lugar a otro sin desperdiciar. Trató de pararlo, las piernas eran débiles, le levantó los brazos; faltaba relleno, la cabeza pendía hacia atrás. Los ojos... Vida, es lo que necesitan, selecciona bien cada pupila, cada color, es la puerta hacia el ALMA, hablarán sin decir una sola palabra. Buscó, arrancó, armó los cuencos, con sumo cuidado los hizo calzar a la perfección.
Lo lavó con la delicadeza de un recién nacido, lo perfumó con su perfume favorito, lo vistió, acordonó sus zapatos, y en el arrumaco descansaba con una melodía tibia. Los reflejos de aquel gastado espejo mostraban un atroz paisaje de AMOR y ETERNIDAD.
Lo escurría con cada apretón, la angustia se lavaba, jamás pensó que su regalo le devolvería todo aquello que se le había hecho girones. Como pudo se paró, Tomás la ayudó, sus débiles piernas no aguantaban el peso esquelético, arrastrando los pies caminó de la mano hasta la caja con juguetes. El jugoso muñeco de trapo se bamboleaba, no estaba acostumbrado a la vida terrenal, con sus ojos desorbitados y saltones trató de mirarla.
— Gracias mamá, pormomentos sentía mucho frío.
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MALDADES TEMPRANAS
HorrorAquí las historias te resultarán viscerales, se enquistarán; por las noches quizas no duermas, durante el día estarás incómodo, poco a poco ocuparán tu vida diaria. Lo importante es que son solo historias que buscan su propio lugar donde habitar.