Capítulo 602: 'Cirugía'

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Lugano mantuvo los ojos abiertos mientras abría la puerta de la suite, con la mirada perdida. Entró en el pasillo desierto, donde solo resonaba el sonido de las olas rompiendo.

En ese momento, todos, salvo el marinero de guardia nocturna, sucumbieron al sueño.

Lugano avanzó, las lámparas de queroseno de las paredes a su alrededor proyectaban un resplandor etéreo que se mezclaba con la oscuridad que se aproximaba.

Llegó al final de la planta y se detuvo frente a una puerta de madera de color bermellón vivo.

Creak. La puerta se abrió con un crujido, y la oscuridad del interior pareció tragarse todo rastro de luz.

Lugano atravesó la oscuridad con expresión inexpresiva, entrando en la habitación. Detrás de él, la puerta bermellón fue cerrada por una fuerza imperceptible.

Era una suite. El salón y el comedor estaban envueltos en la oscuridad, sin la luz de las velas. La tenue luz carmesí de la luna se filtraba a través de las cortinas, ofreciendo una visibilidad mínima.

En la mesa del comedor había dos figuras sombrías. Uno de ellos parecía anciano, con el cabello casi canoso y unos ojos azul oscuro y profundo que parecían absorber la noche.

A pesar de las arrugas en las comisuras de los ojos, la piel del anciano se mantenía bien cuidada, adornada con una túnica holgada de color negro oscuro.

A su lado estaba Enio, el paciente de cabello castaño y ojos marrones que se había entrometido con Lugano aquella noche, con el rostro pálido y sin vida. Su mirada vacía se fijó en la mesa sin adornos.

Lugano, como sonámbulo, permanecía junto a Enio, inusualmente callado.

El anciano de la holgada túnica negra giró la cabeza y fijó su mirada en Enio.

El paciente se dirigió hacia la mesa del comedor, se subió a ella y se quedó completamente inmóvil.

El anciano rubio blandió un afilado bisturí y desabrochó el abrigo de tweed, el jersey de cachemira y la camisa de algodón de Enio. Apretó la afilada hoja contra el pecho de Enio, produciendo un sonido desgarrador al cortar las capas de carne, creando una larga herida.

A medida que el pecho y la cavidad abdominal de Enio quedaban expuestos a la luz carmesí de la luna, un vacío se presentaba a la vista.

Ni estómago, ni pulmones, ni intestino delgado o grueso, ni hígado, ni riñones. Solo estaba un corazón rojo brillante que latía débilmente, acompañado de unos pocos vasos sanguíneos que se extendían desde este.

Con un rápido movimiento, el anciano de la túnica negra oscura manipuló el bisturí, mientras su otra mano parpadeaba con una tenue luz al presionar.

En una secuencia demasiado rápida para ser seguida por la vista, retiró el corazón que aún latía en su mano izquierda.

El pecho y el abdomen de Enio, ahora vacíos, solo mostraban algunos vasos sanguíneos que no sangraban.

El anciano cerró la incisión con un fuerte apretón, sellándola con una luz parpadeante.

El estómago de Enio volvió a su estado original, desprovisto de cicatrices.

A lo largo de este extraordinario procedimiento, los ojos de este paciente especial permanecieron abiertos, como si no le hubiera afectado la prueba quirúrgica.

En ese momento, bajó de la mesa del comedor, se acercó a la puerta y salió de la habitación.

El anciano abrió su maleta revelando unos frascos de cristal que contenían un líquido ámbar pálido, cada uno de ellos acunando diversos órganos: bazo, pulmones, hígado, riñones, estómago e intestinos...

LOTM 2: Círculo de Inevitabilidad Parte 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora