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Por fin la luz del día se hizo presente, y los piratas luego de cargarse con suministros, abandonaron la nave junto a su capitán, y emprendieron su camino desde la costa, para adentrarse en las desconocidas faunas de aquella isla, en busca del lirio.

¿Y cómo es que podrán llegar hasta él, si nadie antes ha sido capaz de encontrarlo? Con la ayuda de una brújula mágica, perteneciente al primer mando, es que se guiarán durante toda su expedición.

Anduvieron entre una gran amplitud de árboles, arbustos, pantanos... y se toparon con diversas especies de animales, mamíferos e insectos, que residían ahí como ranas venenosas, serpientes, o mosquitos.

Para los marinos, las cosas con las que tuvieron que lidiar en su trayecto como tal no fueron difíciles... a excepción de aquellos, quienes cargaban sobre sus hombros, los soportes de la caja de madera y vidrio, que contenía a la criatura capturada en la noche anterior.

Y mientras pasaban por uno de esos pequeños pantanos con mucha vegetación colgando por sus cabezas, fue que el marino Douma se quejó.
   —¡Por favor! ¿¡Luego de esto podemos tomar un descanso!?—
   —En serio que no aguantas nada... ¿Y te haces llamar pirata?— le respondió Gyutaro, quien estaba cargando junto con él la parte de atrás.
   —¡Yo solo vine para acompañar a Akaza-dono en su aventura!—
   —Yo no te pedí que vinieras, imbécil—
   —¡Akaza-dono, no seas malo e intercambiemos! Solo te la has pasado caminando a nuestro lado sin cargar nada—
   —Porque a mí me designaron vigilar, no cargarla. No seas marica y aguanta hasta la siguiente zona de descanso. Ya ni Aizetsu se ha quejado tanto como tú—
   —Yo estoy bien, chicos, no se preocupen— dijo, estando en la parte de enfrente.
   —A ustedes sí que les gusta parlotear. ¿Podrían callarse ya, bola de testarudos?— alguien ajeno al grupito se metió en su conversación. Él también cargaba uno de los extremos del contenedor.
   —¿A quién le dijiste testarudo, eh, Kaigaku maldito?— le reclamó con voz arisca.
  —A ti, escuálido pelo verde—
  —Oh, no... aquí vamos de nuevo— mencionó Aizetsu, ya prediciendo lo que ocurriría.
  —Quieres pelear, eh... ¡Nada más espérate que tenga las manos libres, y te voy a dar-!—
  —¡Ya basta!... ¡Dejen de agitar tanto la caja! ¡Están haciendo que se golpee!—  exclamó Akaza, molesto, viendo cómo el ser de adentro hacía muecas de dolor tras sus brazos y hombros ser estampados contra las paredes de vidrio con brusquedad, en tanto los piratas se peleaban entre ellos.

Y después de aplacarse, siguieron su recorrido.

   —¿De aquí a cuando te preocupa lo que le pase, Akaza-dono?—
   —¿Tengo que repetírtelo, idiota? Estoy encargado de vigilar, y eso, los incluye a ustedes que están sosteniendo la caja—
   —Por muy amigo mío que seas, Akaza, no me gusta que me hablen en ese tono—
   —Es eso, o prefieres que el capitán te ejecute por haber sido el responsable de su muerte—
   —...—
   —Ja...no le va a pasar nada por unos simples golpes...— refunfuñó.
   —Si te oí, Kaigaku—

Tal suceso, fue también escuchado y presenciado por la criatura que yacía dentro de la caja que era muy angosta. Esta se mostró algo sorprendida por la clase de actitud que tomó el marinero pelirrosa, y por ende, se le quedó viendo con cierta curiosidad.

Fue entonces, que el pirata Akaza giró su rostro, y cruzó miradas con aquel ser, quien apenas y fue notado, pegó su palma contra uno de los vidrios.
No sabía con exactitud qué significaba aquel gesto, pero que esos ojos bicolores no dejaran de mirarlo fijamente, le causó cierto nerviosismo, y decidió cortar el contacto visual.

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Luego de pasar otro largo rato a pie, los piratas se pararon cerca de un pequeño arroyo, para beber agua, lavarse y descansar. Esto más que nada, por órdenes del primer mando, ya que su capitán, se lo había pedido.
Ellos se habían detenido más adelante, en dónde no podían ser vistos por el resto de los marinos.

En busca de la INMORTALIDAD [Kny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora