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La disputa entre aquellos dos de la misma sangre, se vio alargada. Cuando finalmente... EL hombre logró despojar a su contrincante de su arma, y tirarlo al suelo. Asimismo, levantó su mentón con la punta de su espada.

   —...Es tu última oportunidad, hermano... Acepta irte conmigo... Regresamos a nuestro hogar, a nuestra tierra.... Vivamos como lo hacíamos antes... los dos juntos— le habló con voz suave y una mueca de compasión.

Después de todo, era su gemelo. Realmente le importaba.

Sin embargo...
  —...Mejor mátame— el otro desistió.

Y dando primero un respiro profundo...
  —...Es una lástima... hubiéramos sido los dos piratas más grandes en todos los mares... Adiós... Michikatsu— elevó su cuchilla, con claras intenciones de rajarle el cuello... pero en eso...

*¡Clang!*

    —¡Señor Muzan!— le gritó desde sus espaldas, viendo como aquel se interpuso entre ellos y bloqueó el ataque con su espada que había dado por perdida.
    —¡Aléjate de Kokushibo!— así fue como la repelió, e hizo al otro retroceder.
Y en ese mismo momento, el de los aretes hanafuda, notó cómo el cuerpo del ajeno comenzó a temblar.
   —...¿A qué le temes, Kibutsuji?... ¿Tienes miedo de perder a tu perro faldero?... ¿Por eso haces tus malos y nada honestos intentos por defenderlo?—
   —¡Señor Muzan!  ¡Retroceda por favor, en su estado, usted no puede-!
   —¡¡Kokushibo...!!
   —¡...!— el nombrado se exaltó.
   —¡¡...es el hombre más fiel que alguna vez pude haber conocido!!... Él no me ha abandonado sin importar cuán cruel he sido... Así que yo tampoco lo haré... No me quedaré solo a observar... ¡cómo intentas acabar con su vida...!— entonces se lanzó hacia él...
  —¡Señor Muzan...!— y fue luego de sólo unos débiles, sosos y nada potentes choques entre espadas... que el pirata legendario, venció al dichoso capitán tras romperle su arma... y encajar la suya propia en su abdomen.

   —¡¡NOOOOO...!!—

Aquel gritó desgarrador, resonó tan fuerte en el lugar, que hizo a todos los piratas que combatían, detenerse... y así, voltearon a ver la escena, quedándose en silencio.

En seguida, el de los aretes hanafuda sacó su espada sin cuidado alguno, y dejó al de los ojos rojos de pie; este posó la mano en su estómago, y lentamente se giró sobre su eje para mirar a quién estaba detrás suyo. Fue ahí, donde descubrió su herida, y junto con él, vio cómo su mano rebosaba en líquido rojo.

    —...Koku...shibo— en ese instante, escupió sangre de su boca, y cayó al suelo desmayado.
   —¡¡Mi señor!!— deprisa, el primer mando se aproximó, y sosteniendo su cuerpo con los brazos, lo acostó en su regado.
   —Mi señor Muzan... No...— le dijo, sumamente entristecido, mirando sus ojos que se habían cerrado, y a la vez que acariciaba su mejilla.

EL hombre de nombre Yorichii se les quedó viendo; y lleno internamente de rabia, aunque sin mostrar alguna alteración en su rostro, fue que luego de decidir ignorarlos, caminó hacia la zona que estaba detrás de ellos, hasta llegar al elevado suelo verde, en donde yacían las flores azules; aquellas que otorgan la inmortalidad.

Y todos miraron como después de susurrar unas palabras... su espada se encendió en rojo carmesí, y de ella, verdaderamente salieron llamaradas de fuego en la dirección en que la balanceo pretendiendo cortar; y con eso, fue suficiente para que toda la vegetación ahí... se quemara.

Y mientras que aún permanecía en lo alto de las escaleras hechas de piedra, con las vivas llamas detrás de él, habló a gran voz...
   —¡Su capitán... ha caído!... ¡Y con él... su dictadura... ¡Ahora... son hombres libres!... ¡Pueden hacer lo que les plazca!... ¡Incluso... yo estoy dispuesto.... a recibirlos entre mis tropas!... ¡Síganme... y les prometo... que no sufrirían ninguna imposición!—

En busca de la INMORTALIDAD [Kny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora