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La felicidad es cruel
Aparece
Se queda un momento
Desaparece
Y deja cicatrices.

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—¡David, David! ¡Ra, ra, ra!— él sonrió feliz y acto seguido fue lanzado hacia el pastel, su rostro quedó embarrado de betún.

—¡Qué lo parta!— una vez se recompuso un poco de la mordida, tomó el cuchillo y partió una rebanada, todos aplaudimos.

—Toma— Rodrigo se acercó con dos platos, tomé uno y se lo agradecí— es de chocolate.

—Mi favorito.

—El de David también.

—Qué buen gusto— tomé un poco de pastel— paladar sofisticado.

Hizo una mueca y después rió, me acabé el pastel minutos después de conversaciones divertidas, anécdotas en la vida independiente de Rodrigo y por supuesto de la universidad.

—¡Te lo digo de verdad! Solo me pregunta a mí y como siempre contesto bien, nunca para— me lamenté de nuevo sobre mi maestro— igual me cae bien... Pero no hay más en el salón, solo yo.

—Esa es buena señal, yo tengo un maestro que es muy exigente y si no le sabes contestar te quita puntos— expresó con la misma cara de lamento que yo— llevo un punto menos.

—Ay no... Te irá bien de todas formas, lo sé— sonrió y asintió, dejamos de lado los platos— ¿qué materia es?

—Que gran pregunta, derecho ambiental.

—Pero...— solté una carcajada y la curiosidad me mató— ¿Tan difícil está?

—Para ser un conjunto de normas jurídicas, no está tan fácil— reí y asentí.

—Complicado, ¿eh?— rió— apenas voy comenzando, pero se que habrán unas que serán un dolor de cabeza. Creo que mi plan de estudios no tienen derecho ambiental.

—Ya te lo enseñaré yo— asintió seguro.

—¡Auri!— de repente unos brazos me envolvieron en un gran abrazo, impactada por lo repentino de aquello me quedé quieta en mi lugar— ¡Gracias, gracias, gracias!

—¿De nada?— dije aún en mi shock, un momento después el click por la cámara del celular de Rodrigo me hizo reaccionar— Ahh, de nada, David.

—¿Cómo sabías que quería uno?

—Un pajarito me dijo— voltee a mirar a Rodri quien se hizo el desatendido, aunque su sonrisa lo delataba perfectamente— cuando quieras más canciones solo dime y te enseño a descargarlas.

—Gracias, Auri— se separó— también dile a Celeste que agradezco su regalo— sonrió y regresó con sus amigos. Mi sonrisa no podía ser más gigante y de repente los brazos de Rodrigo me envolvieron.

—Te amo, te amo, te amo, te amo— susurró en mi oído con emoción— no lo he dicho lo suficiente, pero lo hago de verdad.

—Creeme que lo haces más de lo que te imaginas— deposité un beso en su mejilla— te amo, Rodri.

—¿Quieres bajar de nuevo?— solo pude asentir y seguirlo, los momentos había que aprovecharlos y aunque era divertido estar en la terraza, el calor que hacía, sumado a que estabamos en una esquina siendo ignorados por todos, hacía de una mejor opción el irnos de ahí a un lugar más fresco— ven— antes de que bajara las escaleras tomó mi mano y tiró de mí hasta llegar a su habitación, me senté en su cama mientras él rebuscaba en la mochila que había traído— para tí— me extendió un empaque envuelto en papel violeta, tenía un moño plateado en una esquina y las cintas de este se envolvían y caían despreocupadamente por el papel.

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