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Los malentendidos causan problemas
La desobligación causa problemas
El odio causa problemas
La ayuda se parte en dos:
O añade o perjudica.

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Luego de comer con los padres de Aurora y de jugar un rato en la consola de videojuegos, fue hora de irme y como siempre Auri, junto a mi hermano y mi padre, me acompañaron para tomar el autobús de regreso a la universidad. El camino fue sorprendentemente callado, la radio era la única que armonizaba el interior del auto, mi novia venía con su cabeza recargada en mi hombro, nuestras manos entrelazadas con fuerza y ni que decir del ambiente, se sentía muy cómodo a pesar de todo lo que había pasado horas antes.

—Si necesitas dinero o te hace falta algo no dudes en decírmelo— asentí con seguridad, mi padre puso su mano sobre mi hombro, lo masajeó un poco y murmuró— estoy orgulloso de tí— momento extraño para decirlo, la mitad de mi corazón se destrozó en mil pedacitos, sentí que me debilitaba y la sonrisa que me dedicó me afectó aún más, ¿había escuchado bien?— cuídate, hijo.

—Rodri, no sé como sea estar allá solo, pero cuando quieras podemos jugar juntos— asentí distraído, abracé a mi hermano y se alejó junto con mi padre para dejarme despedir de Aurora.

—¿Te sientes bien?— su mano me acarició las mejillas, creí que era como señal de cariño, no obstante sentí el líquido ser removido en mi piel, estaba destrozado— ¿Amor?— la abracé fuertemente, ella correspondió aunque confundida y un tanto dubitativa entre mis brazos.

—Dijo que está orgulloso de mí— y con eso lo entendió, su abrazo se afianzó, sus brazos me reconfortaron y sentí sus besos en mis mejillas, tal vez era un sentimiento nuevo, pero el hecho de escuchar eso de él simplemente se sintió fuera de lugar, como una broma de muy mal gusto, no me había causado la felicidad que hubiera imaginado— lo dijo de verdad...

—Se siente irreal, ¿no es así?

—Sí, es... Doloroso incluso— se separó despacio y dislumbre ahora su rostro, ella también estaba llorando aunque a diferencia de mí, ella portaba una sonrisa de satisfacción brillante.

—Tal vez ahora no lo entiendas, pero lo estás logrando y eso me hace sentir aún más orgullosa de lo que ya estaba— volvió a pasar sus manos por mi rostro, estaba confundido, no lo negaría— el día en que lo comprendas recordarás este momento.

Eso esperaba, porque ¿qué estaba logrando?

—Es hora— murmuró contra mi cuello, no sé cuánto tiempo pasó, sólo sé que al separarme me sentí desprotegido— cuídate mucho, cuenta hasta 10 cada que lo necesites, márcame así sean las tres de la madrugada, sigue igual de estudioso y trata de salir a divertirte— depositó un beso rápido en mis labios— recuerda siempre que te amo y que los cubos de papel se doblan hacia la derecha— aquel último comentario nos hizo reír, le dí un abrazo rápido.

—Tu también cuídate mucho, esfuérzate en el trabajo y sé la mejor, solo como tú sabes, márcame cuando lo necesites y recuerda que debes conectar el estéreo antes de poner los discos, como extra... Sigue al pendiente de mis hermanos, por favor— asintió con una gran sonrisa— nos vemos luego, amor. Te amo— un último beso y me comencé a alejar, antes de perder visión de aquella zona, voltee y noté como se secaba las mejillas y sonreía mirándome, agitó su mano una última vez y desaparecí yendo de nuevo a aquella soledad lejos de todo.
    
Ya en mi asiento, acomodé la mochila frente a mí, me puse los audífonos y comencé a escuchar las alegres sinfonías de aquel álbum, aunque en realidad mis mejillas se habían humedecido de nuevo, mi corazón latía desesperado y mi cabeza estaba revuelta.

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