Capítulo 8

332 45 21
                                    

Hay un ligero, pero muy intrusivo sabor a coles de brúcelas en su lengua. Dogday pretende echarle la culpa a la típica resequedad nocturna, mas, su propia boca descarta su suposición en segundos, debido a que está empapada por lo que imagina que es su saliva.

Bruscamente, intenta limpiar su cara con las palmas de sus manos, y luego se sienta en el borde de su cama. Aun con eso, el molesto sabor a coles de brúcelas persiste atacando sus papilas gustativas. Aunque pensándolo bien, ese sabor también era parecido al brócoli. No está seguro de como describirlo, no ha sentido algo parecido antes, mas, de lo que sí está seguro es que quiere deshacerse de él. Se pone sus zapatos sin poder abrir los ojos por completo, y al ponerse de pie, está plenamente convencido que lo único que puede solucionar su problema es un refrescante vaso de agua.

Él no puede recordar como acabó en su habitación, de hecho, ni siquiera puede recordar cómo se quedó dormido, pero juraría que estaba con Catnap cando lo hizo, sin embargo, ahora mismo no encuentra ni el menor rastro del felino por ningún lugar.

Abre la puerta de su habitación somnoliento, y dirige su mirada al pasillo que conecta su habitación con la cocina, las luces de esta están prendidas. Se puede escuchar la voz de su abuela hablando como si estuviera por el teléfono, y sentir un delicioso olor a lavanda con jabón que emanaba desde dentro. Recordó brevemente el olor de Catnap en sus "sueños", y pensó que sus sentidos habían tomado el aroma de ahí. Quizás su abuela había regresado a casa ya y por alguna extraña razón se dedicó a hacer limpieza, o tal vez son velas aromatizantes, o...

Cierra los ojos para poder percibir mejor ese aroma. Quería saber de dónde venía, porque sus sentidos estaban empezando a necesitar saber más de él.

—¿Dogday?

El olor se ha hecho más fuerte, y una voz se mete en sus oídos. El perro abre los ojos para encontrarse con el dueño del aroma, Catnap, detenido frente a él con un gesto de extrañeza y una toalla en la mano. No había sido un sueño, aunque de alguna forma ese aroma lo hacía sentir así.

—Catnap.

—Qué asco, tienes toda la cara cubierta de baba, que bueno que decidí quedarme en el sofá –ofreciéndole la toalla–. Toma, límpiate.

—Ah... Pensé que ya lo había hecho –toma la toalla apenado.

—Tan descuidado como siempre –sus labios forman una sonrisa burlona—, un día de estos un alienígena pasara por detrás tuyo, y no te vas a dar cuenta.

—Que mal concepto tienes de mi juicio–se limpia la boca, esta vez educadamente, y no como una bestia. No tiene planes de mostrarse como un hombre falto de modales frente a Catnap.

—Por cierto, espero que no te moleste que me haya invitado a mí mismo a pasar la noche en tu casa. Tu abuela regreso tarde y me ofreció tomar té y comer galletas, y no puede resistir a tal soborno.

—De hecho, me alegra que estés aquí, pensé que... –detiene sus palabras de golpe dándose cuenta que estaba a punto de decir algo totalmente sin sentido–, perdón, lo que quería decir es que me siento mucho más tranquilo de que te quedes aquí, a que te expongas al peligro de volver tan tarde a tu casa.

—Prometí que iba a quedarme contigo ¿No? –dice casi como si hubiera entendido lo que Dogday realmente quiso decir. Levanta su mano y le da una palmadita en la cabeza, y Dogday en respuesta mueve su cola alegremente, provocando que inevitablemente el felino se mofe de él.

—No te atrevas a burlarte de mí en mi territorio –advierte, aunque sin ningún tipo de seriedad– tus manos están mojadas.

—Sí, pero no te preocupes, no las he babeado. Es solo agua y jabón –se da la media vuelta–, ¿Estabas caminando hacia la cocina verdad? ¿Te ha dado hambre tan tarde? Ya no hay galletas, pero te aseguro que aún podemos encontrar algo para ti.

Misterio en la Bandeja de Entrada [Catnap x Dogday]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora