Melissa, la hermana menor de Meliodas, Zeldris y Estarossa. Como la hija más joven del Rey Demonio, Melissa es tratada como una preciosa joya, protegida del campo de batalla y criada como una princesa demonio. Su cabello dorado, sus ojos verdes y su...
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Narrador omnisciente
Cuando Tristán cumplió 12 años, algo inusual ocurrió en el castillo de Liones.
Era la primera vez que escuchaba a su padre, Meliodas, y a su tía Melissa discutiendo acaloradamente.
Curioso y algo preocupado, se acercó a escondidas al pasillo donde ambos conversaban con tono elevado.
—¡No puedo creer que estés de acuerdo con esto, Meliodas! —exclamó Melissa con furia, su voz temblando de frustración.
—¡Melissa, entiende! Ese Arthur ya no existe... —respondió Meliodas con seriedad, sus ojos verdes reflejando preocupación—. Ahora está consumido por el Caos y su objetivo es destruir a las otras razas.
Melissa apretó los puños con rabia y dolor.
—¡Eso no es cierto! Arthur sigue ahí... dentro de él... solo necesita ayuda. ¡Yo sé que aún hay esperanza!
—Melissa, el Arthur que conociste, el que amabas... desapareció el día que aceptó el poder del Caos.
—¡No! —gritó ella, negándose a aceptar esas palabras—. Le prometí que sin importar lo que pasara, seguiría amándolo. Y lo haré, Meliodas, pase lo que pase.
Meliodas frunció el ceño y suspiró profundamente.
—Sé que lo amas, pero debes abrir los ojos. Hay una profecía...
Melissa lo miró con desconfianza.
—¿Qué profecía?
—Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis... se dice que están destinados a destruir a Arthur Pendragon y el reino de Camelot que creó con el poder del Caos en otra dimensión.
Los ojos de Melissa se abrieron con sorpresa y luego con ira.
—¿Quieres decir que lo van a matar? ¡¿Eso es lo que quieres?!
Meliodas se cruzó de brazos, manteniendo la calma.
—No se trata de lo que yo quiero... se trata de lo que es necesario para salvar al mundo.
Melissa negó con la cabeza, dando un paso atrás, su mirada llena de dolor.
—No... no puedo aceptar eso.
—Melissa... —Meliodas intentó acercarse, pero ella dio un paso atrás.
—No me pidas que elija entre ustedes y él, porque jamás dejaré de amarlo.
Dicho esto, Melissa se giró y salió apresurada de la habitación, dejando a Meliodas en silencio.
Desde su escondite, Tristán observó todo con el corazón latiéndole con fuerza.
No entendía del todo lo que significaba el Caos ni la profecía, pero lo que sí sabía era que su familia nunca había estado tan dividida como ahora.