Capítulo 4

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Era el día de la entrevista y mientras pensaba en las preguntas que haría, mi madre y mi padre desayunaban conmigo. Mi mamá comenzó a hablar con papá sobre las nuevas recetas que planeaba implementar en su restaurante. Sí, mis padres tenían sus propios negocios y, desde pequeña, nunca me faltó nada materialmente. Sé que mis padres me aman, pero a pesar de sus esfuerzos y muestras de cariño a través de obsequios, cuando era niña trabajaban mucho para llegar a donde están. Me dejaban al cuidado de una señora llamada Victoria, una mujer dulce que falleció cuando yo tenía 19 años. Aunque ya era mayor para cuidarme sola, siempre la visitaba y la sigo amando.

Ahora mis padres tienen más tiempo para estar conmigo, pero me hubiera gustado que fuera así desde pequeña. Mi mamá siempre ha sido amable, buena, delicada y gentil, mientras que mi papá es un hombre serio pero con nosotras es muy cariñoso. Los amo tanto. Sé que querían que tuviera una vida sin complicaciones.

Terminamos de desayunar, me despedí de mi madre y también mi padre lo hizo. Nos deseamos un buen día y salimos de casa. Subí al auto de mi papá y salimos. En el camino puse un poco de música.

Papá:—¿qué piensas de los nuevos candidatos? —Pregunto.

—Pues... Tengo algunos en mente para contratar ya mismo. No quiero hacer muchas preguntas; tienen experiencia y buenas referencias —contesté sinceramente.

—Si tú lo dices, Leen —dijo papá mirándome y dedicándome una sonrisa. Me gusta cuando dice mi nombre en diminutivo —Confío en que lo harás bien.

—Gracias papá —le dije dedicándole una sonrisa.

Llegamos al trabajo y antes de entrar le dije a las recepcionistas que esperaran a los candidatos para las entrevistas.

Ya estábamos en la sala de entrevistas y los candidatos iban entrando uno por uno. Todos tenían buen perfil, pero solo dos de ellos quedaron: uno para el área de empaque y otro para el área de envíos.

Esperábamos al último candidato; faltaban dos minutos cuando escuchamos una voz indicando que ya había llegado. Le dije que podía pasar.

La puerta se abrió y puedo jurar que era el chico más guapo que había visto en mi corta vida. Era obvio que se quedaría. Mi padre habló y nos presentó; terminó de hablar y ahora me tocaba a mí.

—Muy bien, ahora que ya nos han presentado —dije seriamente —comenzaremos con la entrevista.

—Está bien —dijo el chico visiblemente nervioso, aunque intentaba disimularlo.

—Zoilo Sinclair, estaré a cargo de la entrevista —comencé—. Como sabes, nuestra empresa se encarga de distribuir una amplia variedad de productos a otras empresas, lo que nos otorga un papel crucial en la entrega de estos productos. Un error podría resultar en consecuencias muy desfavorables.

—Entiendo.

—Bien, ¿por qué te interesa trabajar con nosotros? —lanzó la primera pregunta.

Hubo un breve silencio antes de que respondiera: —Quiero trabajar con ustedes para aprender cosas nuevas, desarrollarme profesionalmente y destacar en mi trayectoria laboral, dando lo mejor de mí y avanzando.

Tras su respuesta, simplemente dije: —Entendido.

Me dirigí a mi padre para proponerle darle una oportunidad a Marcelo. Él estaba callado y atento. Tras asegurarme de estar segura, mi padre asintió.

—Bien —dijo mi padre—. ¿Tienes disponibilidad de tiempo?

—Sí —contestó Marcelo.

—Perfecto. Entonces sigue a Marcelo; él te guiará a donde debes estar. Tu período de prueba comenzará hoy mismo.

—Claro, está bien. Gracias.

Marcelo se marchó con mi padre mientras yo lo observaba partir.

—Deja de mirarlo —me dijo mi padre.

—No lo estoy mirando —respondí avergonzada.

—Claro, y yo nací ayer —respondió mi padre con sarcasmo.

Salimos de la sala, nos despedimos con un beso en la mejilla y cada uno se dirigió a su oficina.

Convertido en obsesión (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora