Capítulo 8

8 1 0
                                    

Me levanté temprano para ir a trabajar una vez más, acompañé a mi padre en el auto y llegué a la oficina para revisar los papeles como de costumbre, asegurándome de que todo estuviera en orden y sin inconvenientes, y así poder ver a Zoilo durante algunos momentos.

Comienzo a cuestionarme si mi interés por él ya no es solo gusto, sino más bien una obsesión. Necesito encontrar la forma de hablarle sin que se dé cuenta de mis verdaderas intenciones, las cuales son protegerlo y cuidarlo, aunque no entienda del todo por qué siento esa necesidad.

Mientras revisaba algunos documentos, se me ocurrió llamar a Zoilo, pero al hacerlo me di cuenta de que no tenía idea de qué decirle: –Marcelo, llama a Zoilo –le indiqué por teléfono.

–Está bien, dueña de mi vida –respondió Marcelo de manera cariñosa. Aunque a veces sus demostraciones de amor cursi me resultan un poco excesivas y hasta me causan náuseas, sé que todo esto es consecuencia de haberle dado un espacio en mi vida y ahora me costará deshacerme de ello.

Decidí distraerme un momento mirando mi teléfono, específicamente Instagram. Videos, publicaciones, personas rotas, otras aparentemente felices y algunas que ni siquiera dan señales de vida o parecen estar en un limbo emocional.

En cuanto a mí, me encuentro en un punto neutro; soy feliz pero hay ciertas cosas que me entristecen. Es algo normal, al menos no estoy sufriendo como otras personas y espero no llegar a ese extremo. El miedo me embarga al pensar en la posibilidad de sumergirme en una tristeza profunda.

¿Por qué estaré triste? A pesar de ser considerada millonaria y recibir constantes halagos por mi físico delgado y mi supuesta belleza natural, la verdad es que yo misma no logro verme así. ¿De qué sirve ser bonita para los demás si yo no logro sentirme bien conmigo misma?

Recuerdo mi infancia y aunque fui privilegiada en muchos aspectos por mis padres, anhelaba su amor incondicional, su presencia constante en momentos importantes como mis cumpleaños o cuando necesitaba consuelo o apoyo en momentos difíciles.

Victoria, mi segunda mamá, ocupa un lugar especial en mi corazón. La amo profundamente y la extraño cada día. Desearía poder regresar a su casa para compartir momentos juntas, disfrutar de sus historias y simplemente tenerla cerca.

La pérdida de mi perrito cuando yo tenía 17 años también dejó una profunda huella en mí. Lo tuve durante 9 años desde que era apenas un cachorro regalo de cumpleaños; su partida fue dolorosa y me marcó profundamente.

Quizás haya muchas más razones que expliquen mi tristeza actual, pero prefiero no adentrarme demasiado en lo sentimental; no es algo que vaya conmigo.

Mientras reflexionaba sobre mis sentimientos melancólicos, alguien tocó la puerta interrumpiendo mis pensamientos.

Bueno, ha llegado mi hora, es momento de improvisar.

—Toma asiento —le digo con seriedad, manteniendo la compostura.

—¿Para qué soy bueno? Señorita —Bueno, creo que eres bueno en todo, porque te ves bien.

No debo perder el control. Le indico que se siente en una de las sillas frente a mi escritorio.

Viste de negro, con pantalones para una ocasión casual y una camisa ceñida que resalta su figura. Se ve tan bien, con el cabello peinado pero con algunos mechones sueltos. Su rostro está limpio y, aunque transmite confianza y diversión, también muestra seriedad.

–Llevas aquí unas cuantas semanas, más de un mes diría yo –respondo mientras él presta atención–. Me gustaría saber cómo te sientes en este lugar.

Le toma un momento para pensar, aparta la mirada por un instante y luego me mira de nuevo con una sonrisa: –Me siento bien. Aunque tuve un pequeño contratiempo, algunos compañeros me echaron una mano. Me llevo bien con mis colegas del departamento y considero que es un trabajo equilibrado, ni muy pesado ni muy fácil.

–Me alegra escuchar eso.

–Gracias.

–Pero mencionaste un "pequeño problema" –pregunto mientras hago el gesto de comillas con mis manos.

–Oh, sí, pero no importa ya... –Está nervioso, aparta la mirada hacia sus zapatos o el suelo, parece no querer mirarme directamente.

–Dime qué tipo de problema fue, si no es algo importante.

–Bueno, resulta que me asignaron unos pedidos además de otras tareas que no alcancé a completar. Sin embargo, luego me dijeron que no era mi responsabilidad y que dejara de hacerlo, ya que el problema sería para los demás y no para mí. –Entendí a lo que se refería. Me molesté un poco pero no con él; nunca podría hacerlo.

–Gracias por contármelo.

–¿No voy a meter a nadie en problemas, verdad? –pregunta preocupado.

–No te preocupes, yo me encargaré de eso.

Se queda mirándome y yo a él. Parece preocupado, así que le lanzo una mirada tranquilizadora para indicarle que todo estará bien. Él se relaja y me sonríe; sentí cómo mi corazón latía fuerte.

Enseguida me sonrojé al darme cuenta de lo obvia que fui. Aparté la mirada y le dije: –Puedes retirarte.

–Que tengas un buen día señorita –y se fue.

¿Por qué me sonrojé?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 23 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Convertido en obsesión (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora