2 - Las cosas podrían complicarse un poco.

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Lo primero que tenía que hacer era quitarse esos malditos bultos de la espalda.

Lucifer se había quedado con el Detective durante un par de horas, repasando todos los posibles sospechosos de su secuestro, llamando a todos los de la comisaría para hacerles saber que estaba bien, y ambos se ocuparon de Aurora.

Al final, Lucifer había podido escabullirse diciéndole al Detective que tenía algo que hacer en Lux, y había conseguido convencer a Maze de que se quedara con los Decker para su propia tranquilidad.

También había logrado convencer al demonio de que le prestara una espada demoníaca, lo que le había valido una mirada suspicaz, pero también un encogimiento de hombros indiferente.

Ahora el demonio se paseaba por su salón mientras esperaba a la persona en la que más confiaba del mundo.

El ascensor sonó y al abrirse la puerta apareció el médico. "¿Cuál es la emergencia?" Preguntó con recelo. Linda aprendió hace mucho tiempo que, cuando se trataba de su paciente favorito, las urgencias podían ir desde leves inconvenientes hasta el fin literal del mundo (es el diablo, ¿quién sabía lo que era posible con él?).

"¡Doctor!" dijo Lucifer alegremente y dejó de pasearse. Tiró de un cochecito con el logotipo de Dior impreso hasta el centro de la habitación y se lo presentó.

Linda frunció el ceño y lo miró confundida. "¿Qué es esto?"

"Un regalo". explicó Lucifer a una doctora aún confundida. "Es de la colección Baby Dior. Es un combo de cochecito con capazo, asa de piel ajustable, asiento reversible, capota integral anti-UV extraíble y lavable con sistema de ventilación, y está fabricado en Italia. He comprado uno para Aurora, para que nuestros retoños vayan a juego".

Linda aún parecía confusa por aquel repentino regalo, y lo miró con desconfianza. Ya lo conocía lo bastante bien como para saber cuándo pasaba algo. "¿Me estás... sobornando?".

Lucifer esbozó una risita y apoyó la mano en el asa del cochecito. "¿Qué? No seas absurdo. ¿Por qué iba a hacerlo?"

Linda se cruzó de brazos y entrecerró los ojos. "Eso no es exactamente una negación.

Lucifer golpeó el cochecito con el dedo y acabó suspirando. "Yo no lo llamaría exactamente un soborno, más bien un engatusamiento... Pero sí, tengo que pedirte un favor".

Linda enarcó las cejas y se preocupó al recordar los dos últimos favores que le había pedido, que incluían matar al diablo y sacarlo a él y al impostor de Dios de un psiquiátrico. "¿Qué ocurre?"

Lucifer tragó saliva y no pudo evitar ponerse tenso. Miró al terapeuta con expresión solemne, desapareciendo toda pretensión de despreocupación. "Lo que voy a mostrarte no puede salir de esta conversación, ¿entendido?".

Linda asintió, igual de seria. "Por supuesto. Tienes toda mi confidencialidad médico/diablo".

Lucifer asintió y retrocedió unos pasos para evitar golpear lo menos posible. Dudó antes de extender las alas, temiendo el momento en que alguien más lo supiera, sabiendo que entonces sería mucho más real.

Una de sus alas acabó derribando su botella de whisky del piano, haciéndola añicos en el suelo. "Hablando de insultos.

Linda retrocedió de un salto, sorprendida, con la mandíbula desencajada y los ojos muy abiertos al contemplar aquel espectáculo celestial. Sacudió la cabeza, asombrada, mientras tartamudeaba. "No sabía que podían volver a crecer".

Linda inclinó ligeramente la cabeza mientras intentaba examinarlas desde la distancia. "¿Las alas son como... el vello corporal?".

Lucifer frunció el ceño, ofendido, y plegó las alas con un gesto de los hombros. "No. No seas tan ridícula". Luego fue a recoger el fragmento más grande de la botella rota. "Éste es el último truco de papá. Una zurra celestial, si quieres. Supongo que eso me pasa por permitir que mamá se quede y tirar la espada".

Lucifer - Mi pequeña Estrella II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora