CAPITULO 8

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Cuando Jihoon tenía cinco años, su madre lo llevó a una casa grande en los suburbios de Londres. La memoria era algo tan voluble. Jihoon no recordaba muchas cosas que sucedieron más recientemente, pero recordaba esa noche fría y lluviosa con perfecta claridad. Recordó el frío filtrándose en su pequeño cuerpo mientras permanecía de pie, agarrando la fina mano de su madre. Era una ciudad que no conocía, estaba temblando, su agarre en la mano doloroso. Jihoon pensó que estaba asustada. Estaba asustado, también.

–Tengo frío –se quejó.

–Cállate. Estarás caliente pronto –dijo antes de toser violentamente. Se soltó de su mano para cubrir su boca. Ella siempre lo hacía, como si no pudiera escuchar. Como si fuera estúpido.

Jihoon desvió la mirada durante el minuto que tomó antes de que sus toses se calmaran y el sonido de su respiración se hizo menos espantoso. Una ráfaga de viento sopló en su rostro, casi haciéndole perder el pie y borrando temporalmente su visión. Odiaba esto. Quería estar de nuevo en Corea. Quería estar en su casa.

–Me quiero ir a casa –murmuró, a pesar de que odiaba su casa: el pequeño cuarto frío que estaba repleto de cosas.

Con un suspiro, su madre se volvió y se inclinó hacia abajo, así que estaban cara a cara. Su cara estaba gris, delgada y fea, con los ojos sin brillo por el dolor. Jihoon odiaba su cara, también. Solía ser tan diferente. Ella solía ser la mujer más bella en su vecindario. La enfermedad la hizo fea y Jihoon lo odiaba y la odiaba.

–Bebé –dijo con voz ronca–. ¿Recuerdas que solías preguntar sobre tu padre? Esta es su casa, una de sus casas. Vas a vivir con él ahora.

Los ojos de Jihoon se abrieron. Miró a la casa grande.

–¿Papá?

–Sí –dijo, tomando de nuevo su mano y tirando de él hacia la casa– Él es... Él es una persona muy importante y te puede dar cualquier cosa que necesites. Él... Él se ocupará de ti.

A medida que sus palabras se hundieron en él, Jihoon retiró la mano y corrió por delante de ella. Un papá. ¡Su papá! Jeno tenía un papá. Jaemin tenía un papá también, Y Renjun. Incluso el estúpido de Lee Donghyuck tenía un papá. Un papá. Tenía un verdadero padre. Y ¡tal vez su padre podía arreglar lo que estaba mal con su madre, también!

Jihoon golpeó la puerta delantera.

–Hoon –amonestó su madre, pero un ataque de tos terrible interrumpió cualquier otra cosa que ella quería decir.

La puerta se abrió, revelando a un hombre en el otro lado.

No era muy alto, pero parecía... agradable. Él no se parecía a Jihoon, -todo el mundo decía que Jihoon se parecía a su madre- pero tenía los ojos como él.

El hombre -su padre- lo miró con confusión, una educada sonrisa en los labios. El corazón de Jihoon latía en su pecho. Él sonrió.

–Hola.

–Hola –dijo suavemente su padre–. ¿Puedo ayudarle, jovencito?

Jihoon le sonrió.

–Soy Jihoon.

Parecía desconcertado, su padre miró por encima del hombro de Jihoon. Detrás de él, su madre finalmente dejó de toser.

–Hola–dijo ella, su voz todavía terrible por la tos. Su padre la miró, su cara... vacía.

A medida que el silencio se prolongó, Jihoon tuvo una sensación extraña en el estómago.

–Lo siento, señor, yo no oí los golpes –dijo de pronto una voz masculina de disculpa–. No debe abrir la puerta.

[JICHEOL] SPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora