CAPITULO 25

103 8 0
                                    

–Te ves como una mierda –dijo Jisung, mirando hacia arriba desde el sándwich que estaba haciendo–. ¿Mala noche?

Seungcheol abrió la nevera y se sirvió un vaso de zumo de naranja. Él lo bebió de una sola vez, se sentó en la mesa, y dejó caer la cabeza golpeando en sus manos.

–Lo tomo como un sí –dijo Jisung con una sonrisa, poniendo una taza de café frente a él–. ¿Cuántas veces tenemos que tener esta conversación? Estás envenenando tu cuerpo.

A veces Seungcheol realmente odiaba a sus hermanos. Todos ellos se habían vuelto descarados como el infierno.

–Jisung –Seungcheol entre dientes–. Cállate.

Una risa llegó desde la puerta, haciéndole hacer una mueca de dolor.

–Me encanta la mirada de niño que pones cada vez que Seungcheol utiliza esa voz –dijo Minho, paseando en la habitación y dejándose caer en la silla junto a Jisung. Agarró el sándwich que Jisung había hecho y comenzó a comer.

–Eso era mío –dijo Jisung.

–Sí, ¿Y qué? –dijo Minho con una mirada arrogante.

Poniendo los ojos, Jisung comenzó a hacer otro sándwich.

–No eres tú padre, no puedes tomarlo. Me ves como una herramienta. Como siempre.

Minho le dio un golpe flojo en el pecho. Jisung se río y tiró de él en una llave de cabeza.

–Fuera de mi casa, niños –dijo Seungcheol, frotándose las sienes– Su alegría es nauseabunda.

–Sabes que nos amas –dijo Minho con una sonrisa, el brazo de Jisung todavía alrededor de su cuello.

Seungcheol parpadeó adormilado y tuvo una reacción tardía. ¿Por qué no había notado antes que los ojos de Minho eran iguales a los de Jihoon?

Pero, de nuevo, por lo general no tenía el hábito de notar los ojos de los hombres. Debido a la tez pálida y el pelo de Minho, el efecto no era tan sorprendente, y los ojos de Minho estaban desprevenidos, pero eran exactamente como los de Jihoon: un color distinto único y ligeramente exótico. Por supuesto que podría ser una coincidencia, pero junto con el mini-colapso de Jihoon después de que Jisung y Minho llegaran...

Arrugando la frente, Seungcheol pensó en lo poco que sabía de la familia de Jihoon. Todo el mundo sabía que Jihoon provenía de una familia pobre y que su madre murió cuando él tenía cinco o seis. Su padre...

Seungcheol frunció el ceño al recordar lo que Jihoon le había dicho de su padre. Él estaba casado -y muy posiblemente tenía hijos-. También era un conde. Un conde.

Seungcheol miró a Minho. El padre del niño era un conde, también, que por lo general era una fuente inagotable de chistes para Jisung. Aunque parecía poco probable que el padre de posición elevada de Minho podría tener algo en común con la madre de Jihoon, cosas más extrañas sucedieron, especialmente si Jihoon había heredado la exquisita apariencia de su madre. No había ya muchos condes ricos, prepotentes en Inglaterra.

–¿Te pareces a tu padre? –preguntó Seungcheol. A pesar de que había visto al Conde de Lytton un par de veces en la televisión, era un muy prominente político, Seungcheol ciertamente no había prestado atención a los ojos del hombre. Todo lo que recordaba era la confianza rayando en la arrogancia.

Minho le dio una mirada de asombro.

–¿Qué? No en realidad no. Bueno, mis ojos son como los suyos, pero todos los Lee tienen los ojos Lee, por lo que en realidad no cuenta –Se río–. Mi papá dice que es debido a que la línea de sangre Lee es tan superior, que los ojos Lee siempre se reproducen naturalmente.

Haciendo una mueca, Jisung dijo:

–Sus ojos son de un marrón feo.

–Mis ojos no son marrón feo, tonto –Minho le dio un codazo.

–Estás celoso de tus ojos no son tan bonitos como los míos.

–Sí, claro.

Seungcheol desconectó, mirando su taza. Jihoon sabía que él era el hijo del Conde de Lytton. A juzgar por su reacción, sabía que Minho era su hermano, el hijo que su padre no había rechazado. El hijo que tenía todos los privilegios y una amorosa familia a medida que crecía.

Seungcheol desvió su mirada de nuevo a Minho. Lo vio sonreír y reír con Jisung, tan despreocupado y feliz. Minho tenía innumerables amigos. Había sido un miembro no oficial de la familia desde que él y Jisung se habían convertido en amigos cuando niños. Minho tenía padres amorosos que lo adoraban en cada momento y le daban todo lo que quería. Minho era un maldito vizconde.

Seungcheol pensó en el niño que nunca tuvo nada de eso. Que había sido rechazado por uno de los padres cuando más lo necesitaba. Quién no sabía cómo conectar con la gente. Que no tenía una única persona que realmente podría llamar amigo. Que pretendía ser algo que no era sólo para ser querido. Quién no sabía cómo expresar cualquier emoción positiva. Quien nunca conoció el amor y, probablemente, no sabía cómo pedirlo.

Quien nunca lo pidió. Mierda.

Los labios de Seungcheol se convirtieron en una línea. Había tantas cosas que tenían mucho sentido ahora. A veces había sospechado que Jihoon en realidad tenía una baja autoestima, pero hasta ahora no se había dado cuenta del alcance de la misma. En el fondo, Jihoon siempre esperaba ser rechazado a favor de otra persona, sin importar lo confiado y arrogante que pudiese parecer. Detrás de todas las paredes que había levantado, el niño tenía muy baja autoestima. Jihoon nunca confesaría sus sentimientos en primer lugar, si es que los tenía.

Ahora la pregunta era: ¿Estaba dispuesto a romper su compromiso por una cosa tan incierta?

Seungcheol se puso de pie y salió de la cocina. Sacó su teléfono del bolsillo, encontró el contacto que quería, y presiono llamar.

–Tenemos que hablar –dijo.

[JICHEOL] SPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora