Crueldad

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Capítulo 5

Hacía tiempo que no me sentía así. Vengo de un lugar demasiado peligroso y aún así nunca me sentí tan insegura. Me imaginaba de todos los escenarios posibles, nunca fui paranoica, pero hoy mis miedos me atropellaron bestialmente.

Respiro y cada vez que lo hago el aire martilla mis pulmones. Dar un paso era sentir que mis pies estaban con yunques de ochenta kilos cada uno. Mis piernas estaban duras y enserio me dolían.

Veo hacia en frente y mi moto se alejó un kilómetro. Ya pensaba solo correr para llegar más rápido. Pero cometí el error enorme de mirar hacia mi costado. Era un callejón bastante corto. No diría que de más de diez metros.

Podía ver perfectamente que estaba pasando ahí pese a la oscuridad y las luces de unas cuantas velas. Era un grupo de personas que estaban mutilando un cadáver que estaba ahorcado. El torso del cuerpo estaba abierto a la mitad, sus órganos se derramaban de él junto con litros y litros de sangre.

Me era imposible creer lo que estaba viendo. Sé que era de noche, pero en medio de una calle considerablemente transitada. No me di cuenta en el momento en el que las personas ya estaban llegando a mí. Se sentía como si estuviesen totalmente poseídas.

Uno se acerca a mí con un cuchillo y me toma del brazo. Lo pateó en la rodilla para luego golpearlo en la cara. Salgo corriendo, pero me agarran de la mochila y me la sacó para poder correr. Pero aparece uno de la nada frente mío y me golpea con un bate de lleno en el estómago.

Pese a que vi el palo, solo me dio tiempo para contener la respiración y endurecer el abdomen para soportar el golpe. Caigo al piso y uno me estira de los pies para llevarme al callejón, pero tras recuperar el aliento lo pateó y me levantó.

Vuelvo a ver el palo, pero me agacho y le meto un codazo en el abdomen al que me golpeó para devolverle la moneda. Tomó el palo y se lo clavó en el hombro al siguiente que me trató de atacar y corro hacia mi moto para poder arrancar.

Desesperada sobre paso los límites de velocidad para llegar a la casa. Cuando estaba a unas cuadras escuchó las sirenas de la policía. Sabía que era porque estaba excediendo el límite, pero necesitaba estar en la casa primero para poder sentirme tranquila.

Al entrar me derrito frente a la puerta y me hago bolita para comenzar a temblar. Realmente estaba demasiado asustada. Podría calcular que si no tenía suerte y me salvaba iba a estar a merced de al menos catorce personas.

Recordar el montón que eran y la mínima oportunidad de supervivencia que tuve me hace sentir demasiado nerviosa. Me salvé por casi nada. Estaba totalmente aterrorizada. Sé que pude defenderme bien, pero no podía de pensar en lo que iba a pasar si no.

¿Me iban a hacer lo mismo que a aquel hombre? ¿Me iban a violar? ¿Me iban a dejar viva y torturarme? ¿Qué harán conmigo si es que se recuerdan mi cara? ¡Mierda ellos vieron que salí de la universidad, saben que estudió ahí!

Mi hiperventilación me iba a matar. Hasta que siento dos manos cálidas y grandes sobre mi rostro ─ Tranquila... ─ veía enfrente, pero mis ojos estaban nublados. O mi mente proyectaba demasiado bien la película de hace rato que veía cada órgano del sujeto salir de su cuerpo.

Las manos se desplazaron a la parte de atrás de mi cabeza y me atrajeron. Sentí un pecho masculino por mi cachete derecho, unos latidos suaves se escuchaban en mi oído. Poco a poco fui dejando de ver mis recuerdos y pude calmar mi respiración.

Abro los ojos y veo que Roy me estaba sosteniendo en sus brazos. Se escucha al señor Marcos bajar apresurado las escaleras y me doy cuenta del sonido de las sirenas afuera de la casa ─ Yo... ¡lo siento demasiado! Juro que puedo explicarlo señor ─ él me sonríe para tranquilizarme ─ No te exaltes, primero dejémoslos pasar. Estoy seguro puedes explicarlo ─ fue a abrir la puerta.

Quede a solas con Roy quien se levantó para mojar un trapo y pasarlo por mi cara ─ ¿Qué haces? ─ él continua limpiándome ─ No creo que sea buena idea que ellos te vean con toda esta sangre en tu rostro. Parece que mataste a alguien ─ mierda, recordé de nuevo todo y como clave a un hombre un palo en el hombro.

Los policías entraron y me vieron en el piso ─ Señorita excedió cincuenta kilómetros por hora el límite establecido... ─ Roy se río sorprendido y le dedique una mirada fría ─ ¿Es consciente de lo inseguro que es? ¿Sabe las vidas que pudo tomar? Y por la sangre en su rostro me imagino ya hubo algún accidente ─ se acercaron entre varios para tratar de esposarme, pero solo me recordó a cuando me acorralaron para tratar matarme.

Me escondí detrás de Roy y con la voz temblorosa, pero con mi actitud al cien hablé ─ ¿Y usted sabe lo inseguras que son las calles? Frente a mi universidad una puta secta estaba haciendo un sacrificio humano. Traté de ir hasta mi moto y me golpearon para agarrarme. Conseguí escapar porque clavé a uno de ellos un palo en el hombro y conduje a esa velocidad para llegar hasta aquí. Perdón si tuve miedo por mi vida y quise venir a un lugar seguro ─ estaba recuperando mi confianza.

Pero no dejaba de temblar. Realmente pude haber muerto. Y ese iba a ser el mejor escenario si es que ellos me agarraban ─ Señorita, son acusaciones demasiado graves. Debemos llevárnosla hasta que se pruebe eso... ─ no, no, no. No quería salir de aquí. Quería esconderme en mi cama y quedarme para siempre ahí.

Iban a acercarse de nuevo a mí, pero Roy y el señor Marcos se pusieron frente mío ─ ¿Es que no la escuchó ni la vio? Se ve atemorizada oficial, por favor deje que se calme antes de tomar acción ─ dijo tranquilamente el señor Marcos, pero Roy no tuvo la misma reacción ─ Es más, lo invitó a retirarse e ir a ver la escena que ella describió. Es mucho más peligroso que una secta que sacrifica humanos este suelta que una chica que solo excedió el límite de velocidad por salvar su vida ─ no podía ver nada más que las espaldas de ambos.

Los oficiales iban a acercarse, pero Roy los hizo retroceder ─ ¿Es que no escuchan? Váyanse de mi casa a hacer su trabajo si no quieren una demanda de parte de la familia Aguilar ─ cualquiera en España conoce el peso del apellido de esta familia. Los oficiales se retiraron de inmediato.

Cuando lo hicieron, mi cuerpo se recordó de todo y lentamente fui cayendo sobre el mismo. Pero ambos hombres fueron a socorrerme ─ Ya, todo está bien ─ dice el señor Marcos ─ ¿Vistes sus caras? ¿En qué calle fue? ¿No tienes ninguna herida? ─ el señor Marcos toma a Roy del hombro para calmarlo y que deje de abrumarme con preguntas.

Hasta que recuerdo el dolor en mis piernas. Levantó un poco mis jeans para ver que el que me agarró de las piernas me había clavado sus uñas y me dejó unos arañazos ─ Trae el botiquín ─ ordena Roy a su padre, dejándonos solos en medio de la sala.

Un infierno aguantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora