Trauma

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Capítulo 7

Hoy tocaba pierna. Así que no había posibilidad de que Roy me gané. Para calentar, pongo cien en una máquina de sentadillas y las comienzo a hacer. Él rápidamente fue detrás de mí para sostener la máquina en caso de que se caiga ─ ¿Qué haces? Eso es demasiado peso... ─ bajé sin ningún problema y volví a subir ─ Estoy calentando. No te preocupes y ve a hacer tu prensa con esos sesenta kilitos que veo que le pusiste ─ dije algo altanera.

Él solo me mira con superioridad ─ Hoy estas demasiado confiada, Eva ─ siempre lo fui y siempre lo seré ─ Discúlpeme señor. Hoy amanecí de muy buen humor ─ él se acerca más para tomarme de la cintura ─ La verdad es que yo también ─ sentí un temblor por todo el cuerpo. Deje rápido la pesa en su lugar y busque distancia entre los dos ─ Señor, ¿qué hace? ─ él rodea la máquina para acercarse a mí. Pero rápidamente me alejo.

Creo de nuevo una distancia ─ Tranquila, solo te ponía en tu lugar. Que no se te vuelva a subir el ego conmigo ─ dice mientras se dirige a su maquina y le carga cincuenta a cada lado. No me sentí incómoda. Pero él es otro tipo totalmente distinto al de anoche.

Terminé con mi rutina y fui a bañarme para preparar el desayuno, pregunté a Roy lo que quería, pero me dijo que solo le haga café porque ya iba a llegar tarde al trabajo. Hoy el día transcurrió con bastante tranquilidad, poco a poco iba olvidando lo de anoche y no dejé que me distraiga del trabajo.

Termino todas mis labores y me queda preparar la cena de Roy. Me estaba quedando sin ideas de que le podría gustar comer. Inventé una salsa y se la puse al pollo y le hice puré de papas. Espero este comible.

Llegó a su oficina y subo para dejar la comida. Antes de retirarme, me animo y pregunto ─ Señor, no es divertido adivinar que quiere comer, así que puede hacerme una lista por mensaje y decirme lo que quiere comer en la semana ─ él comienza a comer y me sorprendió que sí le gusto ─ Pensé que era un hombre que no se permitía tener gustos ─ él río confundido ─ ¿Cuándo he dicho yo eso? ─ recuerdo las palabras de su madre ─ Es algo que su madre me había comentado de usted ─ él solo sacude la cabeza mientras sigue comiendo.

Iba a retirarme, pero él me para ─ No. Espera a que termine de comer ─ lo miré extrañada. De nuevo, su mirada. No le di importancia e iba a salir de todas formas, pero él se levantó y cerró la puerta de mí, sacando la llave y fue de nuevo a su escritorio para comer ─ Señor debe dejar de encerrarme ─ él no le dio importancia a mi protesta ─ Vas a salir cuando termine de comer ─ tomé mi teléfono y me senté en el sofá.

Me quedé jugando juegos y mirando cada tanto cuando terminaba de comer. Cuando veo que lo hace, me levantó apresurada y me acerco a la puerta. Él la abre y sale conmigo ─ Señor, ¿qué hace? ─ él se acomoda su traje, su camisa era morada y le quedaba increíble.

Pero no me contesta hasta haber llegado a la planta baja. Todos sus empleados nos estaban mirando ─ Le diré a Renato que de ahora en más yo te llevaré a la universidad después de que me traigas la cena ─ ¿qué?

No tenía palabras para responder ─ Señor, no es necesario... ─ ya me harté de su mirada de mierda así que lo encaré ─ No. No es necesario que me acompañe, yo estoy bien, no tiene que salir de su trabajo por algo así ─ mi voz salió con más autoridad de la que pensé. Todo el mundo se me quedó mirando perplejo. Muchos hasta salieron corriendo.

¿Por qué temían tanto a un pancito como Roy? Admito que al comienzo es intimidador, pero tras haberlo visto en su casa él es bastante bueno. Me ha cuidado de hombres mayores, me ha atendido cuando me lastimaron y no quiere que salga sola.

Él se agacha para encararme ─ No entiendes que cuando yo tomó una decisión, es porque la pienso hacer. Ve a sacar tus cosas del auto. Te voy a llevar a tu universidad ─ hasta ahí mi intento de persuadirlo. Que hombre más testarudo.

Llegó al auto y me despido del señor Renato para poder llevar mis cosas al auto de Roy. Un mercedes negro, descapotable y que ni quise imaginar cuantos años de mi sueldo me tomaría pagar solo la mitad de ese auto.

Roy abre la puerta del copiloto para mí y me siento. Era demasiado cómodo y el auto olía a plata. Cuando él entra me pongo el cinturón de seguridad y busco cualquier cosa para entretenerme ─ Puedes poner música si quieres ─ él configura el auto para que acepte mi teléfono.

Al ver los dispositivos guardados solo estaba el suyo. Me sentí especial porque me permita estar en guardados ─ ¿Tiene algún género favorito señor? ─ él sonríe y gira el volante de una forma increíblemente masculina ─ Las mujeres ─ sonrío ante su respuesta boba ─ Pon lo que quieras Eva, no me preguntes a mí ─ asiento y busco en mis favoritos.

Puse mi álbum de Bon Jovi y quedé atenta a su reacción para saber si lo cambiaba o no, pero no pareció incomodarse y nos quedamos con ese estilo. Tras un rato, entramos en la calle en la que me atacaron y todo mi cuerpo me decía que corra de ahí. Que no estaba segura.

Ya estaba comenzando a temblar de nuevo y ni siquiera quería voltear a ver el callejón que estaba justo al lado mío ─ ¿Eva? Tranquila, solo yo estoy contigo ─ estaba hiperventilando demasiado fuerte. Mi corazón tomó un cuchillo y abrió mi pecho para abandonarme y salir corriendo.

Volteé lentamente para afrontar mi miedo y ver el callejón, no había nadie ─ Ya me puede dejar aquí señor. Muchas gracias por traerme ─ él ya se había bajado y me abrió la puerta ─ Te voy a acompañar hasta la entrada ─ sé que solo le iba a sacar tiempo de su trabajo, la entrada estaba lejos. Pero realmente estaba asustada y sabía que no me iba a dejar rechazarlo así que cedí.

Al bajar quedamos justo enfrente del callejón. Tomé coraje y prendí la linterna de mi teléfono para ir a revisar el lugar. Roy me siguió confundido. Ya no había nada, solo unos restos de sangre en el piso que solo alguien que supo lo que pasó ahí podría buscar.

Me mantengo firme pese a que estoy temblando un montón y trató de seguir viendo. Hasta que veo algo en el piso. Era un dedo mutilado. Habrá sido algo de lo que dejaron. Pero se supone que los oficiales y hasta los guardias de la familia Aguilar ya habían venido a ver ─ Eva, ¿qué viste anoche? ─ saltó exaltada al sentir que me toca el brazo.

De la nada comienzo a ver cosas que no pasaron anoche. Montones de cuerpos destripados amontonados en pilas bañadas de sangre. Pero ninguno muerto. Todos condenados a sufrir eternamente. Un lugar lleno de miseria y dolor. Me dolía demasiado la cabeza como para poder tratar de pensar en otra cosa.

Roy me cargó en sus brazos y me sacó del callejón ─ No te hace bien estar ahí. Vamos de nuevo a casa... ─ pese que aún seguía viendo esas cosas, ya no sentía tanto el dolor de esas personas ─ No, debo ir a la universidad ─ él me mira con desaprobación ─ Dios mío Eva. Estás traumatizada, no debes ni siquiera pensar en esas cosas ─ vuelvo a ver el callejón y fue un error enorme. Solo seguí temblando en sus brazos hasta que me di cuenta que trató de meterme en el auto para llevarme a casa.

Conseguí salirme de su agarre y pasé de largo el callejón ─ Es que eres testaruda Eva ─ iba a sujetarme de nuevo, pero me sentía mejor una vez pasé ese lugar tan horrible ─ Ya me siento mejor señor. Solo debía evitar ver ese lugar ─ él me mira cansado, pero al menos me estaba acompañando en mi caminata.

Las luces comenzaron a parpadear y yo comencé a temblar. Seguí caminando como si nada me pasaba y sentí que Roy me acercó su brazo. No dijo nada. Solo me prestó su brazo y lo tomé fuerte. Me tranquilizó mucho que un adulto este conmigo en este momento. No me imaginaba lo difícil que sería hacer esta caminata sola.

Un infierno aguantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora