El cuerpo de un Dios

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Levi le propuso a Mikasa llevarla al hospital para que atendieran sus heridas, pero esta se negó. No quería que la vieran vulnerable ni que se supiera lo que había pasado. Solo se limitó a llamar al hospital y a la jefatura para que la investigación de su desaparición se detuviera. Tampoco quería levantar una demanda en contra de Jean. Pero como consejo de Leví accedió a sacar fotos de las heridas y los golpes como evidencia de lo que el castaño le había hecho en caso de que se decidiera a demandar.

La pelinegra no tenía a dónde ir, su mejor amiga Sasha Blouse, además de que no sabía lo que ocurría no se encontraba en la ciudad. Había ido a visitar a sus familiares a su pueblo cerca de las montañas llamado Dauper. Así que Levi le volvió a ofrecer quedarse en su casa todo el tiempo que necesitara.

- Tan pronto como pueda buscaré un departamento para mudarme – dijo mientras esperaba la maleta que Levi metía al departamento.

- No se preocupe por eso, primero debe descansar y recuperarse pronto.

- Puedes tutearme, a estas alturas tu eres más cercano a mí que cualquier persona en el mundo – al darse cuenta de lo que había dicho, la chica se sonrojó.

- Si lo prefieres, así lo haré... Mikasa.

Cunando el pronunció el nombre de la chica en voz alta se dio cuenta que era la palabra más dulce que había escuchado salir de su boca y se sorprendió deseando volver a decirlo. Lo había sentido como una bonita canción pegadiza que no puedes dejar de cantar en tu mente y le generaba una sonrisa.

Mientras Mikasa se acomodaba en el sofá el hombre de cabello negro fue a buscar su botiquín para ayudar a la chica a curar sus heridas.

- Mira lo que tengo – le señalaba gasas y un poco de alcohol.

- Ahora el médico eres tú – preguntaba con un tono bromista.

- Bueno si así lo quieres, seré tu médico por esta noche y no se diga más – se acercó y se sentó a un lado extendiendo sus manos con un algodón.

Ella se recogió el cabello de la cara para darle acceso al chico y este empezó a limpiar alrededor de las zonas heridas. Estas ya estaban en el proceso de cicatrización después de tres días desde que Jean la había golpeado, pero, aun así, era necesario limpiarlas.

Ambos se vieron por unos segundos a los ojos, estaban a unos centímetros de distancia y podían respirar sus alientos. Levi no solía tomar bebidas alcohólicas, pero imaginaba que así se sentía embriagarse. Mikasa por su lado, se sentía nerviosa y agradeció que la tetera del té sonara en ese momento. Los dos se sobresaltaron de golpe y Levi le pasó los algodones a Mikasa para levantarse a terminar de preparar el té que ayudaría a la chica a descansar.

Tsk, que estoy pensando, soy un idiota. No puedo dejarme llevar, es horrible por lo que ella está pasando, no puedo aprovecharme de eso. Pensaba mientras se maldecía.

Esa noche los ojos de Mikasa asaltaban los pensamientos de Levi, parecia irreal que la mujer estuviera de vuelta en su casa, en su habitación. Sentía coraje hacia Jean, no entendía porque había sido tan salvaje con ella. Esperó que el sol se asomara por el ventanal y se levantó del sofá, dobló la delgada cobija y acomodó los cojines. Ordenó algo para el desayuno y esperó mientras hacia el aseo de manera silenciosa pero meticulosa. Limpiar calmaba sus crisis de ansiedad y apagaba sus pensamientos, era como un tipo de terapia para él.

La chica se despertó un poco tarde esa mañana, cuando se levantó bajó a la cocina y había una nota encima de una bolsa de plástico con recipientes dentro.

Hola buenos días

Ordené el desayuno, espero que te guste. Vuelvo pronto.

Se puso a calentar el desayuno y comió sin prisas por primera vez después de mucho tiempo.

- Hola, Mikasa – dijo Leví mientras entraba al departamento.

- ¿Qué tal Levi?, buen día – le respondió la chica con una sonrisa.

El hombre había ido a correr y regresó con su ropa empapada de sudor por lo que su playera blanca transparentaba un poco su cuerpo y estaba tan pegada que dejaba ver lo musculoso de su abdomen. Cualquier mujer podía quedarse perpleja al ver la silueta del hombre y Mikasa no había sido la excepción. Fue la primera vez que Mikasa lo vio como un hombre verdaderamente apuesto.

- Iré a darme una ducha – dijo el chico.

- Oye Levi... - dijo mientras recobraba la compostura -, hoy saldré a la oficina del registro civil. Solicitaré mi divorcio. De hecho, ya me disponía a salir, solo quería avisarte. Siento que es necesario.

- Te acompaño, dame unos minutos.

- No, es algo que prefiero hacer sola, pero te lo agradezco.

- Está bien. Te veré luego entonces – y subió las escaleras.

La chica se había demorado tiempo antes de salir y cuando lo estaba haciendo se dio cuenta que había dejado su bolso en la mesa de noche y regresó a la habitación. La puerta se encontraba abierta y la mujer entró sin hacer ruido. Cuando ingresó se encontró con Levi, este se encontraba desnudo en la habitación, había terminado su ducha y por costumbre se estaba vistiendo en su habitación.

El enigma del cuerpo desnudo de Levi estaba completo ante los ojos sorprendidos de la chica que recorrieron rápidamente de arriba abajo al sujeto.

Los dos se voltearon tan rápido como pudieron y ambos se disculparon, Mikasa salió del cuarto y cerró la puerta. Pero la imagen del gran miembro del chico ya se había plasmado en la mente de la chica como una imagen de un juego mental visual y ella se encontraba completamente roja por los pensamientos lujuriosos que le habían invadido en ese momento.

Vaya es increíble que con ese cuerpo de Dios y semejante atributo no tenga una mujer que lo reclame como suyo, hasta la de Jean se queda pequeña en comparación. Cielos, si yo tuviera algo así... Por Maria, Rose y Sina Mikasa qué demonios estás pensando uff. – Se decía a sí misma mientras se tocaba el pecho.

El corazón le latía a un ritmo descontrolado por la impresión y la adrenalina que le generó la situación. La puerta se abrió y la sacó de sus pensamientos de golpe.

- Mikasa yo..., discúlpame de verdad pensé que ya te habías idos yo, no quise ser irrespetuoso contigo – dijo con un semblante de preocupación en su rostro y con la cabeza agachada.

- No, yo debí de avisar, no sé qué estaba pensando, no estoy en mi casa. Perdóname también a mí – replicó desesperada.

Los dos evitaban hacer contacto visual, pero Levi no sentía vergüenza, se encontraba contento de lo que Mikasa había visto, sabía lo que tenía y se sentía bastante seguro de sí. Solo lo hacia para demostrarle respeto a la mujer.

Ahora que has llegado (RIVAMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora