- Capitulo Cuatro -

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Luego de quedarse sola, Rissa se quitó su abrigo quedando solo con una blusa sin mangas revelando un par de tatuajes que recorrían toda la extensión de su brazo izquierdo hasta el hombro, dejó su abrigo sobre el escritorio junto a su sombrero y le...

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Luego de quedarse sola, Rissa se quitó su abrigo quedando solo con una blusa sin mangas revelando un par de tatuajes que recorrían toda la extensión de su brazo izquierdo hasta el hombro, dejó su abrigo sobre el escritorio junto a su sombrero y lentes para después dejarse caer de espaldas a la cama soltando un suspiro de satisfacción al sentir la suave comodidad del colchón.

Ahora que lo pensaba, no podía recordar la última vez que descanso en una cama así de cómoda.

—Ni te acomodes. — se dijo así misma recordándose que su estadía ahí seria corta. De su bolsillo volvió a sacar el Den den mushi por el que había hablado con Dragón y observo como el caracol estaba plenamente dormido. —Espero que Dragón-san no les cuente mis planes. — comentó algo preocupada, pues no quería que sus compañeros se preocuparan por ella, más de lo que ya deben estar por haberse ido por su cuenta, otra vez.

Rissa era la única del Ejército revolucionario que prefería trabajar en solicitarlo, no porque creyera que sus compañeros eran un estorbo para ella o porque no confiara en ellos, pero Dragón siempre le asignaba misiones muy peligrosas, no se quejaba de eso, porque sabía que si Dragón le daba ese tipo de misiones solo a ella es porque reconocía sus habilidades y que era muy capaz de realizarlas, pero siempre temía que los demás pudieran resultar heridos. Eran fuertes y capaces, pero aun así no quería arriesgarse a perder más amigos.

Pero no tenia de que preocuparse, muy pronto volvería a estar con sus compañeros y para eso tenía que ocuparse del presente. Se sentó en la cama y de su mochila saco un mapa de buen tamaño para comenzar a ver dónde estaban en ese momento y cuanto faltaba exactamente para llegar al Mar de Eris. No mentiría, ni se haría la fuerte; Rissa sentía miedo de lo que pasara cuando llegara allá, y la llave de la puerta del tártaro fuera suya, pero no podía retractarse, no cuándo paso muchos años buscando esa llave y ahora que finalmente la encontró no perdería su oportunidad.

Aunque aún faltan varios días para que ese día llegue, por ahora tenía que concentrarse en guiar a los piratas y evitarle algunas de las desgracias provenientes de ese mar maldito. No le preocupaba mucho eso, pues como Barba blanca dijo, Rissa ya había atravesado ese mar, así que mientras ella estuviera en ese barco nada les sucedería.

Estaba decidida a dormir un rato, pero la voz de Marco en su cabeza le impidió hacerlo.

La medicina ya no está le está funcionando como antes...

—Qué problema. — dijo para sí misma mirando el techo del camarote con atención. "Sabía que esto no tardaría pasar. Podría funcionar si incremento su dosis diaria, pero eso no curaría nada. Solo retendría lo inevitable." Pensó algo frustrada. Tras soltar un suspiro cansada se levantó de su cama acercándose a su abrigo para buscar su cuaderno, la cual era su bitácora donde anotaba algunas cosas de sus investigaciones, además, ahí tenía escrito a detalle todo acerca lo que sabía sobre la enfermedad de Barba blanca y sobre la medicina que le dio.

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