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Podía sentir el eco de los latidos frenéticos de mi corazón resonando en mis oídos. Una melodía de pánico y ansiedad que se negaba a desvanecerse.
El recuerdo de tal sueño aún se aferraba a mí como una sombra. Cada detalle, cada imagen retorcida, seguía grabada en mi mente como si hubiera sido tallada a fuego en mi memoria.
Mis manos temblaban ligeramente mientras buscaban el consuelo de las sábanas, anclándome a la realidad con su tacto familiar. Cerré los ojos por un momento, tratando de calmar mi respiración agitada y silenciar los gritos silenciosos que aún resonaban en lo más profundo de mi ser.
Mi piel se erizo por la corriente ventisca gracias al gran ventanal abierto, la brisa chocaba con mi piel ahora brillante gracias a la leve capa de sudor que adornaba mi piel, el sonido de los crujientes árboles intentaban calmar mis sentidos.
Un fuerte estruendo me conmocionó, cortando mi poca cordura.
La ventana fue abierta con una fuerza intrépida, haciéndome voltear enseguida. Topandome con los brillantes ojos que me perturban desde que volví.
Esos brillantes ojos que no paran de mirar hacia mi con tal emoción tan irreconocible.
Quien era ese hombre que ahora irrumpia en mi habitación.
Acaso seguía durmiendo?
Una melodía se desplazo por la habitación chocando como un terrorífico eco, como un susurro de almas perdidas en busca de ayuda.
