Capítulo 8: Formas de resiliencia

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Capítulo 8: Formas de resiliencia.
“Mi nombre es Sara, mi vida se podría resumir en haber nacido según mi familia para matarme estudiando, siendo la matadita del salón, estudiar una buena carrera de programación para trabajar en una oficina y vivir en un apartamento.

En pocas palabras, una vida ordinaria, pero de alguna forma un tanto vacía… ¿Qué sentido tenía todo esto? Ni yo misma me terminaba de convencer de que disfrutaba mi vida, entonces hacía a escondidas algo doloroso para cualquiera, cortarme.

Debido a un cambio de paradigma, me volví católica  y terminé siendo marionetista en una escuela ¿Puedes creerlo? Los invito a leer mi libro” Decía un cartel al lado de los libros que vendía Sara.

Era la feria del día del libro, por lo que habían grupos de estudiantes que visitaban la feria, en el grupo de Jimena estaba Daniela buscando entre los libros juveniles algo interesante, Amina la observaba curiosa.

—¿Te gustan los libros de romance? — Preguntó curiosa.

—¿A tí qué te importa? — Respondió hostil Daniela.

—Bueno, quería saber, disculpa — Decidió alejarse de ella, topándose con Lucian.

—No le hagas caso, a veces es así de mala con la gente — Le aconsejó Lucian.

Amina le dedicó una sonrisa, la verdad es que le agradaba mucho y hasta le gustaba un poco, pero ciertamente quería más que él fuera musulmán para que la comprendiera mejor, para así no tener que fingir ser alguien más frente a él. Probablemente tampoco su familia aceptaría que él fuera ateo, para ella la familia era bastante importante también en las decisiones que tomaba en su vida diaria.

Por otro lado, Jimena buscaba un libro que leer, pero ningún libro llamaba su interés más allá de una mirada corta, en la ventana logró ver a un niño que vendía comida, no lo reconocía de alguna parte. Parecía ofrecerle comida a alguien, mostraba una actitud entusiasta que se notaba natural en él, estaba por apartar la mirada cuando la persona a la que le vendía tiró con fuerza la bandeja.

Claramente eso la hizo enojar, salió a confrontar a esa persona bastante molesta.

—¡No era necesario tirarle la bandeja si no querías comprar nada! — Le gritó sin que esa persona volteara a verla, ni siquiera se detuvo a escuchar — Imbécil… — Volteó a ver al niño, quién recogía toda la comida que se le cayó — Niño, déjame ayudarte.

—No hace falta, gracias — Respondió de forma cortés, recogiendo unos mazapanes que le faltaban por recoger — Ya me he acostumbrado a que haga eso.

—Enserio, que persona tan desconsiderada… — Refunfuñaba aún algo molesta mientras veía ya a lo lejos a la persona desconocida.

—¿Cómo te llamas? — Preguntó mientras revisaba que nada se haya roto.

—Jimena ¿Y tú? — Respondió con educación.

—Joel, gracias de todos modos, Jimena. La verdad es que casi nadie se atreve a enfrentarse a él, no te hizo caso, pero… — Volvió a ver al mencionado, viendo que la miraba a ella con un aura aterradora — … al menos te escuchó, eso creo.

—Ojalá que aprenda a comportarse. Es decir, sólo le ofrecías comida, no tenía que tirarte todo — Respondió revisando que no hubiera nada tirado — ¿Eres de por aquí? No te había visto antes.

—En realidad no, soy un inmigrante refugiado, suelo cocinar y vender comida para conseguirme mis propias cosas… — Se notaba triste al hablar.

—¿Y de dónde eres? — Esa pregunta, a pesar de ser muy simple, incómodo a Joel.

¿Puedo seguir creyendo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora