Lisa se sentía avergonzada por las miradas de la gente quienes la observaban por lo contrastable de su atuendo con el aeropuerto internacional. Agradeció la sabia decisión de tomar su tapado abultado para cubrir su vestido —aunque sus sandalias brillantes eran todo un espectáculo— algunas jóvenes se acercaron y preguntaron dónde había adquirido tal par —cosa que la enorgulleció —naturalmente recomendó varios lugares donde adquirir bonitos zapatos. También se ruborizo al ver a niñas señalarla y acusarla de ser un hada con sus madres. Eso la hizo pensar en la idea de que quizas había exagerado con el glitter en su piel.
El tiempo de Lisa fue pasando entre indicaciones que extranjeros recién llegados le pedían para ubicarse. Ella era buena para entablar conversaciones en inglés, pues su padre era oriundo de Suiza, aunque su lengua nativa era el tailandés —pues su país de origen era Tailandia — había llegado a Corea para hacer su carrera universitaria. Nunca le costó adaptarse a los idiomas, fluía con ellos. El coreano le fascinaba pues era fanática de los dramas coreanos, y su sueño siempre había sido asistir a la Universidad de Seúl —aún cuando sus padres le insistieron con Princeton — pero la decisión se mantuvo con los años y llegó a Seúl a sus 17 años donde se esforzó para relacionarse apropiadamente con la cultura del país. Aprendió la fluidez de la lengua conociendo gente, lugares y comidas, con muchas risas de por medio y anécdotas a lo largo de los años, pues ahora tenía 22 finalmente.
Para Lisa el aeropuerto continuaba siendo uno de sus sitios favoritos, y uno de los lugares más románticos. ¿Por qué razón? porque el amor estaba en el aire en muchas formas; despedidas, y bienvenidas, con hasta luego, hasta pronto, hasta nunca o quizás un hasta siempre. Con amor de un compañero, de un amigo, de un familiar e incluso de un amante, eso era algo que para ella se asemejaba mucho a una buena película de amor de la que podía ser testigo en vivo y directo. Perdida en aquellas postales Lisa sonrió cálidamente, e inmersa en esa esfera olvidó por completo su propósito en ese lugar, y nunca escuchó el número de arribos.
—¿Lisa?—una voz masculina la nombró frente a ella.
Sorprendida alzó la mirada y se encontró con ese par de ojos grisáceos. No supo qué decir cuando él sonrió. Solo atinó a tocar su vientre como reflejo inmediato. Él muchacho frente a ella le sonrió amistosamente.
—¿Eres Lisa no?—preguntó nuevamente pero en un tono más dubitativo y con un coreano muy precario.
—Si.—contestó en inglés.
—¡Hola, soy el primo de Jimin!—extendió su mano hablando inglés con comodidad.
—¿Jungkook? —preguntó sorprendida al ver al hombre frente a ella. El chico asintió.
Al escuchar a Jimin creyó que se trataría de un adolescente, y era todo lo contrario.
Lisa se puso de pie de inmediato aceptando la mano frente a ella intentando no actuar tan sorprendida, se centró en el recuerdo de lo emocionada y enérgica que se sintió cuando llegó a Corea aquel tiempo.
—Bienvenido a Corea, soy Lisa, tu chofer. Un gusto.— dijo bromeando mientras estrecharon sus manos.
Lisa se sintió orgullosa por lograr que sus neuronas conectaran para resultar agradable ya que tenían un largo camino al departamento y no deseaba que fuera incómodo para ninguno.
Parados frente a frente casi no había diferencia de altura entre ellos, pero Jungkook tenía una contextura corporal agraciada y a su lado Lisa parecía más pequeña. Algunas mujeres del lugar terminaban de confirmar lo que Lisa había notado desde que lo vio. Jungkook era muy guapo.
A simple vista su rostro mostraba los típicos rasgos de origen, pero la soltura contrastaba con su rostro, pues su estilo relajado cargaba con la tendencia del occidente a cuesta. Su cabello era oscuro como la noche y su tez muy clara, tenía aretes en las orejas y una argolla plateada en su labio inferior. Lisa pudo ver rápidamente que tenía tatuajes en la mano con la que la saludo.