Capítulo VI

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Ya estamos en casa. Aunque se siente bastante, ¿amargo?

Antes de irse, la teniente Grace me pregunta sobre una pequeña posibilidad de mirar de color verde. Yo sé que es por la magia rara que hice, pero no se lo diré. Solo le confirmo que pasé por algo similar.

Mi hermano y yo caminamos a la sala de estar, él se sienta en el sillón lo más pronto que puede. Su rostro pálido muestra el alivio que siente y que está recargando energía, en sus ojos se ven las ganas de llorar que se está comiendo por orgullo.

Tomo asiento cerca de él.

Joseph está mirando al vacío mordiendo sus labios.

—Pudiste haberme dicho que querías buscarlo. — Su voz se quiebra en las primeras palabras.

Yo me mantengo en silencio.

—No voy a regañarte, pero escúchame — Él es siempre un consejero amable y cálido, por lo que es difícil verlo así —, cometiste un error.
—¿Cómo iba a saber que alguien iba a hacerles eso? Fue una casualidad, una mala. — Cruzo mis brazos y desvío la mirada de él.
—¿Alguien? Samantha, por favor. — Suspira y lleva su mano derecha a su frente.
—¡¿Por favor, qué?!
—No me gusta lo que voy a decir, pero es evidente. — Le advierto con la mirada que sea cuidadoso con sus palabras. — Los policías sospechan de Enar, tú misma nos dijiste a todos que el cuaderno de Enar tenía apuntes extraños, similares al que estaba en el cuarto de su madre.

Interrumpo a Joseph, aprieto los puños con fuerza y frunzo el ceño.

—No te atrevas a seguir... ¡Ambos sabemos que es imposible!

Mi hermano se pone de pie notablemente estresado.

—¡No se trata de eso! ¡¿Qué hubiese pasado si en lugar de su madre hubieras sido tú?! — Está molesto y, a pesar de ello no, levanta mucho la voz.
—¡Joseph, no seas tonto! ¡Yo conozco a Enar, tú lo conoces! Él jamás haría algo así. — Mis ojos se vuelven cristalinos y mi voz se quiebra terminando la oración.
—Enar sigue ahí fuera, es un peligro —Joseph ya no puede contener sus lágrimas —. ¡Entraste a ese cuarto con ese ritual, casi no sales! ¡¿Tienes idea de qué va a pasar si te pierdo?!

Miro hacia el suelo y me mantengo en silencio.

—Eres mi hermana, eres lo único que tengo.

El silencio se apropia de la conversación. En realidad, no sé qué decir ni pensar, entiendo lo que él me dice, pero Joseph no me entiende a mí.

—No lo entiendes...— No separo mi vista del suelo en ningún momento.

Joseph suspira y se acerca a mí.

—Ayúdame a entenderlo, Samantha, no puedo leer tu mente. — Me extiende su mano.

Golpeo su mano con rechazo y me pongo de pie.

—Necesito que me creas, no que me entiendas.

Me voy a mi cuarto, dejando a Joseph solo en la sala.

Sé que él no tiene malas intenciones, pero está equivocado. Sé que es así, ¿Enar un asesino? Por supuesto... Y yo sé hacer magia. En parte sí. Ese no es el punto.

Debería cambiarme, aún queda mucho tiempo del día y sería bueno descansar después de todo lo que ha pasado. Antes de darme cuenta, el gato salta de mi bolsillo y empieza a aventurarse en mi habitación. Por un momento había olvidado que ese pequeño estaba conmigo. No pensaba traerlo, pero ahora tampoco puedo ir a regresarlo.

La casa de Enar estará cerrada y siendo revisada por las autoridades, cosa que quizá asuste a los gatos que estaban ahí. ¿Y si no logro encontrar a la madre del gato? Lo mejor sería que se quedara.

El Hechizo CircularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora