Capítulo IV

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Es miércoles por la mañana y todavía no hay respuesta de Enar, desde ayer por la tarde estoy debatiendo conmigo misma si saltarme las clases e ir a buscarlo temprano o ir a su casa una vez que termine el día escolar.

Me miro en el espejo del baño antes de tomar una ducha, espero llegar a una decisión en esos pocos segundos que veo mi reflejo, pero aún estoy indecisa. Me bañaré y una vez fuera de casa pensaré en cómo me siento y qué hacer.

Mientras me baño, los recuerdos de esa pesadilla vienen de nuevo a mí, así como las imágenes que llegaron a mi cabeza cuando vi a Amber en esa cafetería. De cierto modo, trato de darle sentido a lo que solo es mera ficción en mi mente, es ilógico que algo como eso exista.

Termino de bañarme y voy a mi habitación. Me pongo lo primero que veo en mi armario y me preparo para salir de mi casa. Para lo que aún no estoy preparada es para decidir entre qué momento es mejor para ir a buscar a Enar, ya tengo bastantes pendientes y tarea atrasada encima como para faltar un día, pero por otro siento la desesperación de saber qué está ocurriendo.

Al salir puedo notar que a pesar de ser otoño, no hay nubes en el cielo. Aunque es temprano, el ambiente se nota bastante cálido, indicando que más tarde hará calor. Son pequeños detalles que gritan calentamiento global, pero que siguen sorprendiendo.

Camino hacia la parada de transporte para la escuela como todos los días y me siento, esperando. Jamás había sentido que los minutos pasaran tan lento, ni esta incertidumbre que me llena de inseguridad y muchas dudas. Mientras estoy sentada esperando, de nuevo le doy miles de vueltas a cada momento de mi relación con él, buscando alguna pista o un indicio que me pueda decir el porqué de esta situación.

Miro cómo a lo lejos se acerca el autobús que me lleva a la escuela, mi pulso se acelera aún dudosa de si debería ir a buscarlo, en frente de mí veo pasar un taxi, lo cual me hace dudar todavía más.

Decido ceder ante mi deseo de saber qué pasa y hago una señal al taxi para que este dé la vuelta. Una vez que llega solo me subo y le doy la dirección, tal vez debí preguntar precio o pedir uno por aplicación, pero la ansiedad me ganó.

Enar vive un poco lejos, casi a las afueras de la ciudad, donde casi todo son ranchos y cerros. Lo que hace que el trayecto a su casa sea algo tranquilizador. Conforme me alejo de la ciudad, más soleado se ve el día, lo cual es malo para la chamarra y blusa negras que tomé del armario sin ver.

Entrando en un bulevar, el viaje se vuelve lento y ruidoso, ya que al ser algo temprano por la mañana hay muchos carros transitando por el lugar, lo que me parece raro. ¿Por qué hay tantos vehículos que están saliendo de la ciudad?

"Habrá pasado un accidente" digo en voz baja mientras miro por la ventana sorprendida de la cantidad de vehículos que hay.

—Estaremos aquí un buen rato, señorita, la gente está empezando a salir de la ciudad porque tienen miedo del fin del mundo.
—¿El fin del mundo? ¿De nuevo? —Abro la ventana porque hace calor —¿Cómo en dos mil doce, cuando decían que todo iba a terminar?
—Sí, algo así, las recientes noticias de la luna son algo alarmantes, los científicos dicen que con el tiempo será peor.
—¿Peor? ¿No era solo una grieta?
—Vi en las redes que dicen que crece día con día. Hay videos comparando el tamaño de hace cuatro días con el de hoy y, aunque suene apresurado, sí se nota una diferencia.
Me mantengo en silencio mientras busco información en mi celular.
—Pero no hay de qué preocuparse, mientras uno tenga fe todo estará bien.

Nunca he sido muy religiosa, adoctrinada o creyente en particular. Aprendí a ver todo eso como una mitología más, una en la que millones de personas están día con día invirtiendo millones. Yo trato de ser buena persona, a mi manera.

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