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Mientras Angelo deleitaba cada plato con entusiasmo y saboreaba cada exquisitez con deleite, Willow apenas tocaba la comida. Sus pensamientos se veían turbados por la sensación de no pertenecer al lugar. La opulencia de la sala, con sus cortinas de terciopelo rojo y candelabros dorados, contrastaba con su estado de ánimo.

—Deberías probar un poco de esto, está delicioso —exclamó Angelo, ofreciéndole un bocado con un tenedor y una sonrisa genuina que reflejaba su disfrute.

—No tengo hambre... —murmuró Willow, acercándose un poco más a su amigo, buscando consuelo en medio del ambiente.

—¿Qué sucede, querida? —Angelo dejó de saborear su bocado para mirar a su amiga con preocupación, su ojo reflejando una mezcla de intriga y ternura—. Estás actuando de manera extraña.

—Es que... —suspiró, buscando las palabras adecuadas mientras jugueteaba nerviosamente con una servilleta de encaje—. No siento que seamos bienvenidos aquí... Mortis solo nos permitió entrar por tu intercesión, ¿notaste ese incómodo silencio cuando entramos?

—Lo sé, fue algo que no esperaba —respondió, mirando a la multitud— pero eso no nos detendrá para disfrutar de la fiesta.

La fiesta seguía su curso, los brawlers bailaban al ritmo de la música que resonaba en cada rincón del salón. Las luces tintineaban, creando un ambiente casi mágico con sus destellos y sombras danzantes. Angelo, decidido a animar a su amiga, se levantó y extendió una mano hacia Willow, con una sonrisa cálida y alentadora.

—Vamos, bailemos un poco —dijo, esperando que el movimiento y la música pudieran distraerla de sus pensamientos sombríos.

Mientras se movían al compás de la música, Angelo trataba de hacerla sonreír con giros y movimientos exagerados, intentando infundirle algo de su propia alegría.

Algunos brawlers los miraban de reojo, sus miradas llenas de curiosidad y, en algunos casos, de indiferencia. La mayoría estaba inmersa en sus propios grupos, riendo y disfrutando de la fiesta. Sin embargo, había una sensación subyacente de aislamiento para Angelo y Willow, una barrera invisible que los separaba de los demás.

A pesar de ello, Angelo no se dejó desanimar. Con cada paso, trataba de romper esa barrera, sus ojos llenos de determinación. Willow, poco a poco, comenzó a dejarse llevar por el ritmo, aunque la sombra de la incomodidad aún la rondaba.

—Mira, Willow —dijo Angelo, acercándose a su oído para que pudiera oírlo sobre el ruido de la música—, no importa lo que piensen los demás. Estamos aquí para divertirnos, y yo estoy aquí contigo. Eso es lo único que importa.

Willow asintió, forzando una sonrisa que lentamente se volvía más genuina. Sentía la calidez de la mano de Angelo sosteniéndola con firmeza y, por un momento, el resto del mundo parecía desvanecerse a su alrededor. Bailaron así, juntos, en un rincón de la pista, encontrando un pequeño refugio en medio del bullicio de la fiesta.

Mientras la música envolvía la pista de baile con su ritmo vibrante, Angelo observaba con atención a Mortis, consciente de la intriga que se tejía en torno a él. Su ojo seguía cada uno de sus movimientos, como un estratega observando a su adversario en un tablero de ajedrez. Sabía que había algo más detrás de la fachada de elegancia siniestra que Mortis proyectaba al mundo.

De repente, Mortis detectó la mirada penetrante de Angelo, y como un depredador alerta, giró su cabeza en busca del origen de esa intensidad. Sus ojos se encontraron, chispas de desafío y astucia centelleando entre ellos. Mortis sabía jugar el juego de la intriga tan bien como cualquier otro, y no tardó en actuar.

Con una sonrisa enigmática en el rostro, Mortis se acercó a Angelo y su amiga, rompiendo el silencio tenso que se había formado entre ellos.

—¿Están disfrutando de la fiesta? —preguntó con cortesía, mostrando sus colmillos en una sonrisa sutil.

Cupido en problemas [Angelo x Mortis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora