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Mientras el sol se despedía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados, Angelo se sumía en la meticulosa preparación de su plan. Observó cómo el resplandor del día se desvanecía gradualmente, dejando atrás un rastro de penumbra que se extendía por el paisaje. Para él, este era el momento propicio. Con su carcaj repleto de flechas de amor y su arco entre las manos, se encaminó hacia la cabaña de su amiga.

El sendero hacia la cabaña estaba envuelto en una atmósfera de expectación silenciosa, como si la misma naturaleza contuviera la respiración en anticipación a lo que estaba por ocurrir. Cada paso que daba resonaba en la tierra, el sonido apenas perceptible en el creciente silencio de la noche.

Al llegar a la puerta de la cabaña, Angelo golpeó con determinación, el sonido cortando el tranquilo aire nocturno. Esperó con el corazón latiendo con fuerza, anhelando el encuentro con su amiga. Desde el interior, Willow oyó el golpeteo y, con el corazón latiendo con fuerza, corrió hacia la puerta y la abrió de par en par.

En el umbral, iluminado por la luz plateada de la luna que se asomaba tímidamente entre las nubes, Angelo aguardaba, su figura destacándose en la penumbra. Los ojos de ambos se encontraron en un instante de complicidad y emoción contenida.

—¿Estás lista? —preguntó Angelo, rebosante de energía.

—Por supuesto, vamos —respondió Willow, saliendo de su hogar.

—Bien, tenemos un largo camino por delante —añadió con una risa, ofreciéndole su mano.

Willow aceptó con gusto, y juntos salieron de la cabaña, dirigiéndose hacia el cementerio. La tensión y la expectativa palpitaron en el aire; Willow se sentía nerviosa por lo que estaba por suceder, mientras que Angelo estaba decidido a que su plan para enamorar a Mortis tuviera éxito. No era una tarea sencilla, pero él estaba dispuesto a enfrentarla.

El camino hacia el cementerio era largo y sombrío, ya que el pantano donde residían estaba alejado de la ciudad y cercano al bosque encantado. Atravesaron el pantano, observando cómo la niebla comenzaba a envolver sus pies mientras se acercaban al lugar donde se encontraba el cementerio. Angelo empezó a sentir un cosquilleo de nerviosismo; no le agradaba la atmósfera tenebrosa que se iba adueñando del entorno.

Los búhos ululaban en la distancia, algunos cuervos graznaban y murciélagos revoloteaban entre las ramas de los árboles. Sin embargo, todo esto era insignificante para Willow, quien estaba enfocada en la tarea que tenían por delante. Finalmente, llegaron al cementerio, donde la niebla se mezclaba con las lápidas en una danza fantasmal.

—Aquí estamos —anunció Angelo, observando a su alrededor—. Willow, ve a buscar a Mortis y dame una señal para que pueda dispararle.

—¿Qué tipo de señal debo hacer? —preguntó ella, indecisa.

—Cualquier cosa, mantenlo distraído. Yo volaré hasta ese árbol que está más cerca del centro —respondió, señalando el árbol en cuestión—. Confía en mí.

—De acuerdo —exclamó Willow, viendo cómo su amigo se perdía entre la neblina.

Con cada paso entre las tumbas, Willow empezó a sentir un leve cosquilleo de nerviosismo. La oscuridad del cementerio se cernía sobre ella, y cada sombra parecía cobrar vida propia. Caminaba con cautela, con la mirada escudriñando cada rincón en busca del vampiro que había venido a encontrar. Sus pasos resonaban en el suelo irregular, y se esforzaba por evitar caer en algún hueco entre las tumbas.

Sus ojos se movían frenéticamente de un lado a otro, buscando entre las sombras la figura del vampiro. En medio de su concentración, casi tropieza con algo que yacía en el suelo. Al levantar la vista, se dio cuenta de que era una pala. La reconocía de inmediato, recordando quién era su propietario.

Cupido en problemas [Angelo x Mortis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora