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Lunes 9 de julio 2018, 7:59 A.M. Ubicación desconocida.

Irina se encontraba frente a unas enormes puertas de madera, tan quieta que cualquiera que no la conociera la podría haber confundido con una estatua. El único movimiento que salía de ella eran algunos mechones de pelo que se apartaban de su rostro y el bajo de su falda del uniforme enrollándose entre sus piernas debido al agradable viento matutino, ni siquiera era perceptible el suave sube y baja que hacía su pecho al respirar, aunque quizás eso fuera porque llevaba conteniendo la respiración durante unos cuantos segundos. 

La última vez que había estado frente a esas mismas puertas lo que había pasado una vez las hubo cruzado no había sido muy agradable, y estaba segura de que cuando se volviera a encontrar dentro no iba a tener una mejor experiencia. La mujer abrió los ojos, que esta vez no estaban ocultos por sus gafas de sol, y clavó la mirada en la madera de la entrada, como si pudiera hacer un agujero en esta. A lo lejos empezaron a sonar unas campanadas de una iglesia, anunciando que eran las ocho de la mañana. La hechicera respiró por fin, dejando que el aire le llenara los pulmones y dio un paso hacia delante a la vez que estiraba sus brazos para abrir las puertas, desapareciendo por el umbral y dejando que se cerraran solas a sus espaldas.

Irina esperó unos instantes a que su vista se acostumbrara al repentino cambio de luz, ya que la sala en la que se encontraba estaba tristemente iluminada, pero aún así era suficiente como para diferenciar seis biombos que hacían un círculo perfecto, dejando un gran espacio en el medio de la estancia. La chica caminó hasta ahí, pasando entre dos de las pantallas y notando enseguida varias fuentes de energía maldita, una vez llegó al mismísimo centro, esperó.

—Tokei Irina.

La voz provenía de detrás de un biombo que estaba a su derecha, pero aún así, la chamán no se giró, ni siquiera pestañeó.

—Sangre traidora vuelve a nuestra tierra.

Esta vez la voz vino de su izquierda.

—Tanto potencial desperdiciado.

Detrás.

—Aún puede engendrar varios hechiceros. Eso podrá absolver algunos de sus pecados.

Izquierda de nuevo.

—Habrá que buscar un hechicero con sangre fuerte, no serviría cualquiera.

Derecha.

Irina siguió sin moverse, sin embargo, su energía maldita comenzó a alterarse. La pelirroja sabía que volver a ese lugar no traería nada bueno, pero no se hubiera imaginado que hablarían de un tema tan delicado como si fuera algo trivial, como si ella no fuera más que un objeto. ¿Se creían que podían hacer con ella lo mismo que se había hecho con todas las mujeres de su familia durante generaciones? ¿Lo mismo que habían hecho con su madre? Irina se estaba enfadando, ¿qué le costaría matar a todos esos vejestorios que se escondían detrás de esas pantallas de madera y papel? Probablemente no le llevaría ni un minuto, quizás dos si quería regocijarse en su sufrimiento.

—Suficiente.

La voz volvía a venir de detrás del biombo que estaba justo delante de ella, haciendo callar al resto que seguían discutiendo sobre la hechicera como si ella no se encontrara ahí.

—Baja el dedo, Tokei Irina.

Esta bajó el dedo índice a regañadientes, sus manos colgaban a cada uno de sus costados, había estado a punto de cometer una masacre y, lo peor de todo, es que habría sido sumamente fácil. La energía maldita de Irina volvió a la normalidad, pensando en que no ganaría nada matando a los peces gordos en esos momentos, aunque no había nada en el mundo que le apeteciera más.

Cenizas del Tiempo (Gojo Satoru x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora