12. ROY

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ROY



Un impulso.

Eso es todo lo que necesitas para convertir un pequeño problema en algo totalmente catastrófico. Lo supe en el momento en que la línea de la llamada quedó en silencio y solo podía escuchar su respiración como la de un demonio. He sentenciado una guerra en el momento en que dije aquellas palabras; mi mujer. Hay algo de lo que puedo estar seguro, y es que se sintió malditamente bien callar al hijo de puta. Con mis palabras, Anthony Clayton supo que no está tratando con cualquier imbécil y que estoy dispuesto a derramar sangre con tal de salvar a Costa y su madre.

Luego de cortar la llamada, no hubo contradicciones a mis palabras. No por parte de mis hermanos, no por parte de los muchachos, no por Annie, ni mucho menos Mía. Costa por otro lado, ella es otra historia, su rostro enrojecido lo dijo todo y sus lágrimas de coraje me dieron la advertencia.

Nunca había estado tan seguro de algo, algo como esto. No obstante, hay tanto que debemos hacer, tantos problemas uniendose como un maldito hoyo negro.

― ­¡Qué demonios acabas de hacer! ― me reclama ella, alejándose de mí y empujándome como si pudiera hacerme daño.

― Podrás hacerte la fuerte delante de todos y fingir que puedes con esto pensando que entregar tu vida a ese cabrón resolverá todo, pero estas muy equivocada si piensas que te dejare hacerlo. Se lo que pretendías, fingir que todo estaría bien, que dejaras que te ayudaramos para luego encontrar la oportunidad de escapar para que no ocurriera esto; entonces no me conoces, Costa ― acercándome a ella, acunó su mentón en mi mano obligándola a mirarme ―. Estás malditamente loca si piensas que dejaré que huyas. Vamos a enfrentarlo juntos y cuando seas libre, podrás largarte a donde quieras.

Sus ojos brillan, su cuerpo tiembla y sus labios se entreabren malditamente pidiéndome tenerlos.

No puedo hacerlo, no delante de todos.

No cuando debo asegurarme de tener todo bajo control, ahora que le he declarado la guerra a un cabrón que no tiene corazón.

― Confia en mi, Piccola.

Le pido en voz baja, sin preocuparme porque el resto de los presentes escuche lo que digo. Nuestras miradas batallan con lo que ocurre a nuestro alrededor, puedo sentir su corazón, puedo sentir su piel a pesar de tener una tela de por medio. Me cuesta mucho alejarme de ella y cuando lo hago, finalmente encaro a mi familia, todos nos miran.

Hay preguntas, sentimientos pero nadie habla. Tomando un bocado de aire les digo:

― Debo resolver algo, quiero que se queden con ellas; Max, ve con Elliott al taller y asegúrate de preparar todo, aseguren los autos ― al ver que no estoy preguntando, ellos asienten.

Salgo de la casa sin despedirme o dar explicaciones de que hare despues de esto, y me apresuro al auto.

Se lo que debo hacer y lo que significaba hacerlo.

...

― Es la primera vez que te vemos tan desesperado por hablar con el jefe ― murmura Frank, con quien suelo tener conversaciones cuando su jefe necesita algún trabajo para nosotros ―. Debe ser algo importante, para estar así de desesperado.

― Es algo que solo hablaré con él ― le respondo, tajante e ignorando la risa que sueltan sus compañeros.

Ni siquiera Dante se ha atrevido a tanto.

Lidiar con Eddie Von es cómo hacer algún tipo de pacto con el Diablo, es mejor trabajar lo justo sin abusar pero en este caso, las opciones se agotan y los problemas aumentan.

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⏰ Última actualización: May 23 ⏰

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