Capítulo IV: Bosketbatt

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- Ya llegamos- 

Pronunció mi padre y todos nos apeamos del auto. Enfrente de mí estaba una gran multitud de personas que sostenía un cartel que decía: 'Bienvenidos Dubois'.

De entre la multitud salió un hombre bajo, delgado y anciano. Tenía el pelo corto y echado para atrás, totalmente cubierto por las canas. Estaba apoyado por un bastón de oro y madera de roble. Su ropa era cara, se notaba a la legua que era el alcalde.Detrás de él salió una mujer de mediana edad, de cabello azabache y ojos negros apagados. Esta mujer parecía caída en una depresión de la cual no saldría nunca.

- Es un gusto ver que personas nuevas se suman a nuestro pueblo-

Pronunció el alcalde. Los vecinos se nos fueron acercando y recibiendo con gusto. Algunos nos dieron postres, golosinas u objetos de vivencia. Se comportaban de una forma amable... demasiado diría yo. Tanto que me hacía sentir que querían algo de nosotros. Algo que nos arruinaría la vida. Mientras me encontraba en los brazos de Benjamín, buscando protección, pude notar como uno de ellos iba tachando algo en una pequeña libreta que tenía. Aquello inquietó mi corazón, aún más.

- Benjamín, no quiero estar aquí-

Con disimulo Benjamín y yo nos fuimos de entre la multitud. Caminamos hacia el bosque con calma, estábamos fuera de su mira... o eso pensamos.

- ¡¡¡Benjamín!!!- 

Gritó una de las chicas que le habían estado coqueteando. Ambos volteamos a verla y después nos dirigimos la mirada mutuamente. Ambos supimos que pensábamos lo mismo.Echamos a correr a las profundidades de la maleza. Me sentí viva y feliz. Como cuando no era así, como cuando no sufría, como cuando mi vida era tranquila... como cuando hablé con ese chico. Su recuerdo cruzó por mi mente unos segundos. Recordaba el instante exacto en el que me dio su chaqueta. Su pelo negro ondulado a la luz de la luna. Sus ojos cerceta brillando con orgullo y egocentrismo. Sus piercings plateados como la bella luna. Su cuerpo formado, y los tatuajes que tenía. Recordó uno en concreto que decía 'Erick'. Por la pinta narcisista de él se podía adivinar que era su nombre. Pero lo que más me gustó era su sonrisa. Era orgullosa a la vez que parecía sincera. Mi estómago sintió sensaciones raras.

- ¡¡¡Esto es maravilloso, Benjamín!!!-

No recibí respuesta y me puse a mirar a mi alrededor. No había ni una sola huella suya. Tanta fue mi euforia que no me di cuenta de que había dejado atrás a Benjamín.

- ¿Benjamín?-

Mi mente se empezó a carcomer. Todo era mi culpa. Reanudé mi viaje, pero estaba perdida. Estaba en medio del bosque. Los árboles grandes e imponentes rodeaban el lugar. Todos eran pinos. Por sus ramas caminaban ardillas y pequeños roedores e insectos. El pasto estaba suave debido a la lluvia dada anoche. Por las más altas extremidades, prominentes aves se posaban y creaban sus nidos. Las hojas seguían verdes, y las más viejas caerían pronto. La humedad del lugar, la brisa que brotaba, el perfume de los pinos, el sonido de los animales.

Me perdí en todas estas cosas, pero ni así mi mente perdió su terror.Todo era mi culpa. Si no me hubiera puesto a pensar en el estúpido del probablemente nombrado Erick, nada de esto hubiera pasado. Caminé entre los árboles sin rumbo. Mi voz no salía y mi cuerpo estaba empezando a sufrir las consecuencias. Mi paso se ralentizaba mientras perdía fuerza en mi cuerpo. El temor me llenaba...si Kieran se enteraba...después de un rato caminando vi una pradera.

El aspecto era tan sombrío que sentía que iba a consumir toda la felicidad de Benjamín si venía. Escaseaban los árboles de forma muy rara, estando a metros de un extenso bosque. No había otra planta que no fuera una hierba abundante y dientes de león.Debajo de uno de los árboles que escaseaban había un muchacho que reconocía de inmediato. Mi cuerpo recuperó la fuerza perdida y fue hasta él. Apenas sus ojos me divisaron, soltó una risa orgullosa y mi corazón casi sale de mi pecho. No sabría decir si de la emoción o el terror. Solamente lo conocía de ni siquiera un día y mira como me tenía. Era una idiota a lo grande.

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