Parte VII: El Verdugo

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Capítulo VII: El Verdugo

El hijo de El Bosque

''Bosketbatt alguna vez fue un pueblo normal y corriente. Un pueblo como cualquier otro. No tenía nada especial o eso creíamos los que vivíamos. Pero todo tiene un secreto, todo tiene un secreto. Incluso los ángeles lo guardan''

Ese era el inicio de la historia que se contaba a los niños sobre Bosketbatt. Esa es su historia para dormir. Mientras la historia seguía, ellos más se acurrucaban contra el pecho de su madre o padre. El miedo era infundado desde el inicio de sus vidas en los niños.

''Por eso tienen que ser buenos niños, porque si no serán los sacrificios de la Niebla. Cuando ''ellos'' vengan a Bosketbatt, y no han sido buenos niños, serán ustedes el pago por nuestros pecados''

Terminaba la historia. Muy contrario a los cuentos de hadas que se cuentan entre los humanos normales, todos lo creían. Eran buenos niños para no ser los sacrificios de la Niebla. Aunque había uno que otro idiota que no creía y era un chico malo.

'Ser un chico bueno implica:

Sacar buenas notas, nunca debes suspender una materia.

Ser educado, significa no decir malas palabras.

No salir de fiesta, quedarte toda la noche en casa.

No atentar contra tu vida, solo la Niebla tiene el derecho de arrebatártela.

Y la más importante de todas. La que pesa más que cualquier otra. Puedes incumplir las 4 normas anteriores, pero tu castigo no se podrá comparar al de si incumples la 5 norma.

No tratar de salir de Bosketbatt.

Bosketbatt es tu hogar. ¿Por qué huirías de tu hogar?' Pero lo que no dicen es la verdad sobre tu hogar. Que tu hogar es una jaula. Eso era Bosketbatt.

Una jaula extensa y espaciosa, pero no por ello obtienes más libertad.

Una jaula con árboles como barrotes irrompibles.

Una jaula manchada de sangre y muerte.

Una jaula creada sobre la cima de cadáveres.

Una jaula eterna e interminable, sempiterna y constante. Ese es el precio a pagar por Bosketbatt. Una vez pisas Bosketbatt, olvida volver a ser normal. Llevarás sobre tu espalda los pecados que cometiste aquí, los errores que cometiste aquí y los delitos que cometiste aquí. Porque créeme cuando lo digo.

No saldrás de Bosketbatt con las manos limpias.

Me reclino sobre el sillón mientras diviso el imponente ventanal que me muestra la plaza, horas antes estaba llena de gente, ahora, estás más vacía que una tumba

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Me reclino sobre el sillón mientras diviso el imponente ventanal que me muestra la plaza, horas antes estaba llena de gente, ahora, estás más vacía que una tumba.

—Una vez un hombre le dijo a otro: '¿Cuál sería tu mayor pecado?' 'Amar a una mujer que no me pertenece' Respondió el hombre. El segundo hombre se queda mirando al que hizo la pregunta y se entendió todo. ¿Lo entendiste? —

—Claro que sí—

Responde frío e insulso el sirviente. Hago una mueca de asco ante la tan poca alegría que hay en él. Debió notarlo, pues rápidamente se ríe. Da igual, es demasiado aburrido para mí. Le diré al alcalde que lo ejecute.

— ¿Qué observa, mi señor? —

Mísero ser. Míseros seres eran todos los de este pueblo. Tan repugnantes y desagradecidos.

—Nada... Nada...—

Parece creerlo. Muevo el vaso en señal de que me sirva. El sirviente coge la botella de whisky, 3 cubos de hielo y me los echa al vaso. Doy un sorbo y rápidamente lo escupo. Nunca en mi vida había probado un whisky casero tan repugnante. El anterior hacía uno pasable, pero esto...

Muevo mi mano y lanzo el vaso contra su cabeza sin piedad. Le da en toda la cabeza y este cae atrás. Me levanto, mientras mi figura imponente lo hace temblar de pánico. Me teme, tal como hacen todas las personas repugnantes de este irreal pueblo.

—M-mi... S-señor—

Mi mano derecha se coloca sobre su boca mientras la otra se aferra a su cuello sin piedad. Poco a poco puedo ir notando como el aire no le llega. Su piel se vuelve pálida a la vez que sus labios se tornan azules. Trata de luchar contra mí, patalea sin descansar. Unas suaves y cristalinas lágrimas se desplazan lentamente de sus ojos al darse cuenta de que se volverá una vasija vacía e inservible.

Entonces todo acaba para él. Su cuerpo pierde la fuerza y sus extremidades se aflojan. Su cuerpo aterriza contra el suelo, incrustando más los pedazos de cristal en su cabeza.

Doy media vuelta y cojo la botella sin cuidado. Parte del líquido que contiene se derrama. Arranco la tapa y rozo mis labios con el frío cristal tallado a mano. Doy dos tragos largos y llenos de éxtasis. Ahora no está tan mal. Quizás era ese repugnante muchacho el que me amargaba la bebida. Me muevo con cuidado y me acerco al cadáver. El borde de la botella de cristal se mancha con la sangre del joven y seguidamente se mezcla con el líquido, tintándolo levemente de carmín. Doy otro trago más y ahora si sabe bien. Ahora el sabor es dulce y amargo, mientras mi paladar detecta el sabor metálico que he introducido a la fuerza.

Di media vuelta y volví al cristal. Solamente estaba la Niebla que sangre cobrará. La densa Niebla que envolvía la plaza hacía imposible atravesar sin correr el riesgo de chocar con alguna cosa. Pero por ahí iba, un simple mortal en todo su esplendor que caminaba en su interior. Era el mortal que yo, El Hijo de El Bosque, había elegido por su linaje y poca estabilidad mental para que hiciese pagar a Bosketbatt por todos los pecados que había cometido.

Por la masacre que hicieron colgando a la gente, por los asesinatos de los justos, por la negación de escuchar al manso. Todos esos pecados que debían pagar, y sería ese muchacho el que lo haría pagar manchando sus manos con la sangre del pueblo.

 Todos esos pecados que debían pagar, y sería ese muchacho el que lo haría pagar manchando sus manos con la sangre del pueblo

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Me dio un escalofrío cuando terminé de escribir la muerte del muchacho. El Hijo de El Bosque me da cosa.

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