7. Hasta que nos llegue la mañana

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―¿Qué significa eso? ―pregunto bastante mosqueada con mis deducciones a flor de piel, luego de recuperar un poco de mi cordura y aliento y mis piernas han menguado sus temblores.

¿Hasta la mañana?

Suena... tentador con todo lo que me ha hecho vivir en tan pocas horas; pero lejos de pedir piedad, tengo que pedirle es una explicación. Se supone que estaba determinada a parar esto y parece que solo lo estoy alargando. O él es quien lo está haciendo.

Con todo esto tan repentino, ahora no sé qué teorías son ciertas o no. ¿Las de Marcia? ¿Las del resto del mundo? ¿O las mías que se reducen a pensar que él maneja la información su antojo y deciden que debe o no creer? Sin embargo, siento que estoy conociendo al Eliot que nadie conoce. Un hombre como todos, con pasiones sucias y desvergonzado, y que puede tomar una mujer y meterle mano a su antojo.

―Lo que escuchas. Ahora come ―responde. Toma sus cubiertos y prosigue comiendo con toda la elegancia y la calma que a mí me falta.

No me lo puedo creer, esto era el colmo. ¡En serio! ¿A dónde se fue mi férrea voluntad, mi determinación y todas esas cosas que te hacen aterrizar en situaciones como esta? ¿En qué momento pasó todo esto? La frase ya me raya el cerebro. Él no puede estar hablando en serio. Esta es la segunda vez que nos vemos luego de mucho tiempo. Es cierto que Eliot hizo alguna vez latir mi corazón de niña; pero, con este encuentro hace más que eso, o me ha hecho más que eso. No puedo evitar sentirme como un juguete que solo sacia necesidades.

«Pero también te ha saciado» Pinche subconsciente.

Me resigno momentáneamente, lo observo anonadada por su forma tan descomplicada de comer después de decir eso. Él muy perverso degusta cada trozo con tanto placer que hace que me vuelva el hambre en el acto y a regañadientes empiece a comer, también. Reparo en los movimientos de su boca, sus labios, que hasta ahora no me han besado.

¿Acaso ansío que lo haga?

Definitivamente me he ido de la olla. Hasta ahora esto ha sido, dar y recibir, y nada más. Se gira hacia mí despertándome de mi burbuja, su mirada luce molesta, algo me dice que espera que deje de mirarlo descaradamente y siga comiendo, lo hago. Terminamos de cenar en silencio, se levanta primero. Y a pesar de mis reticencias, lo hago después de él.

―Ven. ―Me extiende su mano, y al verla me pongo roja de solo recordar donde la tuvo antes metida.

Camino hacia él todavía mosqueada, y preguntándome si en serio voy a ceder a eso que ha dicho. Es demasiado; aunque reconozco que es la primera vez que me proponen algo tan... caliente. Ninguna mujer en esta posición se negaría, y menos con el delirio de todas ellas. Suspiro un poco frustrada. Eliot es un hombre deseable, hermoso, encantador, y ya me queda claro que no es... totalmente gay, porque la sombra de esa otra persona sigue allí, vigente; sin embargo, yo no soy ese tipo de mujer... Reúno todo mi valor y lo encaro.

―Eliot, gracias por tu invitación. No voy a quedarme, ha sido demasiado. No puedo hacerlo. ¿Puedes pedirme un taxi, por favor? ―Las palabras acuden por fin a mi boca y espero que mi tono se haya escuchado firme y franco.

Él se acerca y me toma de la mano, la acaricia hasta que enlaza nuestros dedos. Me atrae con fuerza a su cuerpo y me rodea la cintura con la mano libre, luego me suelta y con ambas me recorre la espalda de manera delicada. Su acción solo indica que otra vez ha hecho oídos sordos a lo que he dicho. Sus manos siguen moviéndose y delinean mis caderas, las posa abiertas, planas sobre mis nalgas por encima del vestido y me las aprieta duro. Sus apretones son suaves y duros a la vez, insinuantes sobre lo que parece haber revivido dentro de sus pantalones. La anticipación me excita sin remedio cuando entro en contacto con ese bulto. No era esto lo que esperaba como respuesta. Que me demostrara que también está excitado.

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