1

2.7K 107 50
                                    

Narra Lucy:

Dios...

Estaba tan harta de esos jodidos hombres pretenciosos que creían que debían tener el control sobre todo.

Es decir;

¿Qué tiene de malo que yo quiera meterles mi maldito pene femenino en el culo y que me rueguen por más hasta hacerlos llorar?

¿Acaso es un pecado querer ser la activa en la cama?

Sé que soy una mujer diferente a las demás, osea, no cualquier mujer tiene tremenda bestia entre las piernas.

No quiero ser presumida ni aumentar mi ego más de lo que debería pero, joder, estoy bien dotada.

¿A quien no le gustaría disfrutar de estos 21 centímetros de largo y 10.7 de grueso?

Si, me lo he medido.

Pero los hombres son demasiado miedosos cuando lo tienen cara a cara.

Siempre con esa mentalidad de que el hombre debe dominar, que ellos son los que deben penetrar y hacer gritar a la mujer.

Pues...

¡Sorpresa, hijos de puta!

Yo también tengo ganas de hacer gritar a alguien, principalmente si es un chico lindo.

Y es que no entiendo por qué les cuesta tanto aceptar que una mujer pueda tener ese tipo de deseos y necesidades.

¿Es que acaso solo los hombres tienen derecho a disfrutar del sexo de esa manera?

Pues no, señores.

Yo también quiero mi ración de placer. Quiero embestirlos con fuerza, hacerlos gemir y retorcerse bajo mi cuerpo. Quiero ser yo la que los domine, la que les haga perder la razón.

¿Por qué tengo que reprimirme y conformarme con ser la sumisa cuando puedo ser la dominante?

¿Por qué tengo que aceptar que ellos siempre lleven las riendas?

Basta ya de ese machismo barato.

Es hora de que los hombres aprendan a respetar y aceptar los deseos de las mujeres también.

Y si no les gusta, pues se joden.

Porque yo voy a hacer lo que me venga en gana con mi cuerpo y mi sexualidad.

El problema es encontrar un condenado hombre que este dispuesto a aceptar que yo mande en la relación.

Y principalmente; que sea de mi gusto.

Bueno, no soy exigente con forme a mis gusto, pero si pudiera conseguir un lindo chico con un buen y firme trasero y unas buenas curvas.

No me quejaría en lo absoluto.

—Joder... —Resoplé, tumbándome en mi cama exhausta.

Había ido a una cita con un imbécil que al final solo quería tener sexo conmigo, según él yo caería rendida a sus pies y le suplicaría que me tome con una voz angelical.

No pude evitar sonreír al ver su cara cuando mi pene erecto se mostró mucho más grande que el suyo.

Eso fue un golpe bajo a su orgullo.

Él huyó de inmediato, pero no fue para nada una decepción, de todas formas ese inútil no tenía buen cuerpo ni tampoco cerebro, era un cabeza hueca que solo buscaba mujeres para jugar con ellas y luego largarse dejándolas.

Suspiré profundamente, sintiéndome frustrada pero a la vez decidida.

Miré hacia el techo de mi habitación, pensando en cómo encontraría al hombre adecuado, aquel que estuviera dispuesto a aceptar mis deseos y necesidades sin prejuicios.

Ella tiene el controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora