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Narra James:

Al escuchar el sonido del timbre, desperté sobresaltado.

No me había dado cuenta de que me había quedado dormido en el sofá con la televisión aún encendida.

Apagué rápidamente el aparato y me dirigí a la puerta, preguntándome quién podría ser a esta hora.

No estaba esperando visitas y, honestamente, no me apetecía ver a nadie en este momento.

Con cautela, miré por la mirilla, sin poder contener mi sorpresa al descubrir que se trataba nada más y nada menos que de Lucy.

¿Qué demonios hacía ella aquí?

Sentí cómo mi corazón comenzaba a latir con fuerza en mi pecho, una mezcla de nerviosismo y aprensión.

Tragué saliva con dificultad, dudando unos segundos antes de decidir abrir la puerta.

Era mejor enfrentar la situación de una vez por todas, en lugar de esconderme y evitarla.

—Lu-Lucy. —Balbuceé torpemente, incapaz de mantener la mirada fija en sus ojos. —¿Qué haces aquí?

Traté de mantener la compostura, pero era difícil ocultar el dolor y la desilusión que aún llenaban mi corazón.

Después de lo que había pasado entre nosotros, verla aquí, en mi propia casa, me resultaba sumamente incómodo y desconcertante.

¿Acaso venía a terminar de destrozarme?

¿A dejarme en claro una vez más que lo que hubo entre nosotros no significó nada?

Tragué saliva con dificultad, preparándome mentalmente para lo que fuera que ella tuviera que decir.

—Yo... —Ella se detuvo, parecía estar pensando cuidadosamente qué decir—. Vine por el asunto del proyecto, ya sabes.

Fruncí el ceño ligeramente, sin poder evitar sentirme un tanto escéptico ante su explicación.

Después de todo lo que había pasado entre nosotros, ¿realmente era solo por un asunto de trabajo?

—Entiendo. —Respondí en tono neutral, tratando de mantener mi máscara de indiferencia. —Pero, ¿No podríamos haber hablado de eso mañana en la oficina?

La miré con un deje de sospecha, sin ceder a la tentación de indagar más allá de lo que ella estaba dispuesta a compartir.

No quería darle la satisfacción de pensar que me importaba lo que viniera a hacer aquí.

Aun así, no podía evitar que una pequeña chispa de esperanza se encendiera en mi interior.

Tal vez, solo tal vez, ella había venido por algo más que solo el proyecto.

Sacudí la cabeza mentalmente, reprendiéndome por siquiera albergar esa idea.

Seguramente solo estaba buscando una excusa para venir a terminar de humillarme y dejarme en claro que lo que pasó entre nosotros no significó nada.

Con un suspiro, me hice a un lado, permitiéndole el paso a mi hogar.

No tenía sentido seguir negándole la entrada, después de todo.

—Bueno, pasa. —Dije en tono cansado. —Supongo que será mejor que hablemos de una vez.

Lucy entró, mirando a su alrededor con curiosidad.

Su mirada recorrió cada rincón de mi modesto apartamento, como si estuviera evaluando cada detalle.

Mi casa no era la gran cosa, pero era mi hogar, el lugar donde me sentía a salvo y podía ser yo mismo.

Ella tiene el controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora