I: Adaline Hamilton y la reina de corazones.

88 4 0
                                    

El Marqués caminaba ansioso por el vestíbulo de su hogar, ya había perdido la cuenta de cuantas vueltas había dado en círculos una y otra vez. Era un día importante, era el día en el que su hija, la del medio, iba a debutar ante la sociedad.

―Padre, quédate tranquilo, ya deben de estar por bajar.

―Andrew, su primogénito, intentó calmarlo sin despegar su vista del libro que se encontraba leyendo.

Pues a mi parecer están demorando mucho y debemos llegar temprano.

Dijo viendo su reloj de bolsillo como por milésima vez. Iba a volver a quejarse, pero escuchó pasos en las escaleras, dirigió su atención a estas y una gran sonrisa se formó en sus labios al ver a su hija lista para el baile.

―Estoy lista, padre

―Oh, Adaline, cariño... Luces hermosa

William Hamilton tomó la mano de su hija debutante y la hizo girar como cuando era una niña pequeña apreciando mejor su atuendo, segundos después dejó un pequeño beso en su frente.

―Te ves como mamá ―Esta vez alagó Peter, el menor de los hombres, con una gran sonrisa

Un pequeño silencio inundó el salón por unos segundos, todos extrañaban mucho a la Marquesa que había fallecido hace unos años. Era un momento especial en la vida de todas las jóvenes en la sociedad y a toda la familia le dolía el que la mujer ya no se encontrara con ellos. Adaline aguantando las lágrimas sonrío antes de acercarse a abrazar a su hermanito.

―Ahora sí, estoy lista, lamento mucho la tardanza ―Rompió el silencio la mayor de las hermanas mientras bajaba las escaleras.

―Solo faltabas tú, Poppy... Pero lo dejaré pasar porque te ves hermosa ―El marqués señaló antes de tomar su mano y hacerla girar, como había hecho momentos antes con su otra hija, provocándole una pequeña risa.

―Lo lamento, padre. Gracias.

El progenitor se despidió de Peter y Charlotte, sus hijos menores, para luego ofrecerle a Adaline su brazo antes de salir de la casa en dirección al carruaje que los esperaba.

―Milady ―Sonrió ampliamente Andrew mientras imitaba a su padre esperando a que Poppy tomara su brazo, una vez que lo hizo fueron detrás del marqués y la joven debutante.

El viaje en el carruaje fue tranquilo, los cuatro miembros de la familia se encontraban aconsejando a la menor de ellos al mismo tiempo que no intentaban abrumarla o ponerla muy nerviosa. Afortunadamente, el mayor de los Hamilton no tenía ningún apuro en casar a sus hijas, esperaba que estas -y cada uno de sus hijos- se casaran por amor, así como él lo había hecho con la difunta marquesa. Pero no podía negar el que se preocupaba un poco por su hija mayor.

Llegaron al evento y ambas damas bajaron con ayuda de su padre y hermano del carruaje. Mientras entraban, Poppy no pudo evitar sentir nervios al notar que finalmente era la responsable del debut de su hermana. Sabía que aquella era su labor como hermana mayor, pero era un poco complicado cuando tan solo llevaba tres años en el mercado matrimonial y que en bailes solía refugiarse en sus amigos y familiares para evitar cualquier cortejo.

―¡Tía! Qué gusto verla ―Saludó con una gran sonrisa, disimulando sus nervios y disipando los pensamientos que la habían mantenido ocupada.

―El gusto es mío, querida... Se ven radiantes ―La mujer mayor alagó a las hijas de su viejo amigo mientras se saludaban con breves reverencias.

Lady Danbury era una buena amiga de la familia, eran tan cercanos que se consideraban familia, pues la mujer se encargó de criar a Simon, el sobrino del Marqués cuando este había sido rechazado por su padre. Podría decirse que fue trabajo en equipo, porque los marqueses también se involucraron en la crianza del Duque, pero a final de cuentas, esa experiencia fue la que terminó de unirlos.

A lady's prophecy (Benedict Bridgerton & OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora