Capítulo 7: Una Broma Cruel

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La semana comenzó como cualquier otra, con clases, tareas y las reuniones habituales con mis amigos y hermanos. Me sentía más segura y equilibrada después de la conversación con Mattheo y Tom, y la tensión en el aire había disminuido considerablemente. Sin embargo, una nube oscura se cernía sobre nosotros, y ninguno de nosotros lo vio venir.

Todo comenzó en la clase de Pociones. Estábamos trabajando en una poción compleja bajo la atenta mirada del profesor Snape. Los ingredientes burbujeaban en los calderos, llenando la habitación con un aroma penetrante. Cormac McLaggen, un chico de Gryffindor conocido por su arrogancia y su amor por las bromas, estaba sentado al otro lado de la sala, lanzando miradas y sonrisas burlonas.

No le presté mucha atención. Estaba concentrada en mi trabajo, tratando de asegurarme de que mi poción fuera perfecta. Pero entonces, sentí un ligero tirón en mi cabello. Me giré rápidamente, pero no vi a nadie cerca de mí que pudiera haberlo hecho. Volví a concentrarme en mi poción, pero el tirón se repitió, esta vez más fuerte.

—¿Qué está pasando?— murmuré para mí misma, mirando alrededor. Mattheo, que estaba en la mesa a mi lado, me miró con curiosidad.

—¿Todo bien, Astrid?— preguntó.

Asentí, aunque me sentía incómoda.

Después de la clase, mientras recogíamos nuestras cosas, sentí un frío extraño en la espalda. Al girarme, me encontré con una visión espeluznante: mi capa había cambiado de color y ahora estaba cubierta de una sustancia viscosa y repugnante que se deslizaba lentamente por la tela.

—¡Qué asco!— exclamé, tratando de quitármela.

Los estudiantes a mi alrededor comenzaron a reírse, y vi a Cormac en el centro del grupo, riendo a carcajadas.

—Solo una broma inocente, Astrid— dijo entre risas. —No te pongas tan seria.—

Mi cara se sonrojó de vergüenza y enojo. Mattheo y Tom se acercaron rápidamente, con expresiones de preocupación y furia en sus rostros.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo, McLaggen?— espetó Tom, avanzando hacia él con los puños apretados.

Cormac se encogió de hombros, todavía sonriendo.

—Relájate, Riddle. Solo una broma. No hay necesidad de ponerse violentos.—

Mattheo puso una mano en el hombro de Tom para detenerlo, pero la tensión era palpable. Sentí las lágrimas comenzar a formarse en mis ojos. No quería llorar frente a todos, no quería darles la satisfacción de verme derrotada.

—Vamos, Astrid— dijo Mattheo suavemente, guiándome fuera del aula. —No vale la pena.—

Me dejé llevar, con la vista borrosa por las lágrimas. Sentía una mezcla de humillación, rabia y tristeza. La "broma" de Cormac había sido demasiado, y no podía evitar sentirme vulnerable y expuesta.

Nos dirigimos a un rincón tranquilo en los jardines de Hogwarts, lejos de las miradas curiosas de los demás estudiantes. Mattheo y Tom se sentaron a mi lado, sus expresiones de preocupación intensas.

—Lo siento tanto, Astrid— dijo Mattheo, su voz llena de culpa. —Deberíamos haber estado más atentos.—

Sacudí la cabeza, tratando de controlar mis sollozos.

—No es su culpa— logré decir entre lágrimas. —Es solo que... me hizo sentir tan... indefensa.—

Tom apretó los dientes, su ira apenas contenida.

—No dejaré que se salga con la suya— dijo, su voz baja y peligrosa. —Nadie lastima a nuestra hermana así.—

Mattheo asintió, aunque su expresión se suavizó al mirarme.

—Estamos aquí para ti, Astrid,— dijo. —Siempre.—

Me abracé a mis hermanos, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. Apreciaba su apoyo, pero también sabía que esto era algo que debía superar. No podía permitir que una broma cruel definiera mi tiempo en Hogwarts.

Después de unos minutos, me sequé las lágrimas y respiré hondo.

—Gracias— dije, mi voz todavía temblorosa. —Pero necesito enfrentar esto a mi manera. No quiero que nadie más se meta en problemas por mi culpa.—

Tom frunció el ceño, pero asintió.

—Está bien— dijo. —Pero si McLaggen vuelve a hacer algo, no dudaré en intervenir.—

Asentí, agradecida por su comprensión. Sabía que tenía su apoyo, y eso me daba la fuerza para enfrentar lo que vendría.

Al día siguiente, me preparé para enfrentar a Cormac. No quería que pensara que había ganado. Entré en el Gran Comedor con la cabeza en alto, ignorando las miradas y los susurros a mi alrededor. Vi a Cormac sentado con sus amigos de Gryffindor, riéndose y hablando en voz alta.

Caminé directamente hacia él, mi corazón latiendo con fuerza.

—Cormac— dije firmemente, llamando su atención.

Él me miró con una sonrisa arrogante.

—¿Sí, Riddle? ¿Qué pasa?—

—Solo quería decirte que tu broma fue cruel e innecesaria— dije, manteniendo la voz firme. "Pero no voy a dejar que me afecte. Soy más fuerte que eso."

La sonrisa de Cormac se desvaneció un poco, pero intentó mantener su actitud despreocupada.

- "Lo que digas, Riddle."

De repente, Tom y Mattheo aparecieron a mi lado, sus rostros tensos y llenos de ira contenida.

—¿Crees que puedes tratar a nuestra hermana así y salirte con la tuya?— espetó Tom, avanzando hacia Cormac con una expresión oscura.

Cormac se encogió de hombros, todavía sonriendo burlonamente.

—Relájate, Riddle. Solo era una broma.—

Fue la gota que colmó el vaso. Antes de que pudiera reaccionar, Tom se lanzó sobre Cormac, propinándole un golpe directo en la cara. Los estudiantes a nuestro alrededor se quedaron boquiabiertos mientras Cormac caía al suelo, su sonrisa ahora reemplazada por una expresión de dolor y sorpresa.

—¡Estás loco!— gritó uno de los amigos de Cormac, ayudándolo a levantarse. —¡Los Riddle están locos!—

Mattheo se interpuso entre Tom y los amigos de Cormac, su mirada dura.

"Nadie se mete con nuestra hermana— dijo fríamente.

La multitud alrededor de nosotros comenzó a dispersarse, murmurando y lanzando miradas furtivas. Sentí que las lágrimas volvían a mis ojos, esta vez no solo de tristeza, sino también de gratitud por la protección de mis hermanos.

Tom me miró, su expresión suavizándose un poco al ver mis lágrimas.

—Lo siento, Astrid— dijo, su voz más suave. —No pude contenerme.—

Me acerqué a él, abrazándolo con fuerza.

—Gracias, Tom— susurré. —Pero no quiero que se metan en problemas por mi culpa.—

Mattheo se unió al abrazo, y los tres permanecimos así por un momento, sintiendo la fuerza de nuestro vínculo.

—Siempre te protegeremos, Astrid— dijo Mattheo. —Pase lo que pase.—

Mientras nos alejábamos del Gran Comedor, sentí una mezcla de emociones. Sabía que esto no resolvería todos nuestros problemas, pero también sabía que con mis hermanos a mi lado, podía enfrentar cualquier cosa. Juntos, éramos más fuertes, y nadie podría romper nuestro vínculo.

Esa noche, me acosté con una nueva determinación en mi corazón. Los desafíos seguirían llegando, pero con el apoyo de mis hermanos y amigos, estaba lista para enfrentarlos, sabiendo que no estaba sola.

Sombras en Hogwarts: El SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora