Capítulo 9: Intentando Olvidar

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Los días siguientes a la visita de nuestro padre fueron una tormenta de emociones y pensamientos caóticos. La amenaza de su regreso pendía sobre nosotros como una espada de Damocles. Necesitaba una forma de distraerme, de olvidar, al menos por un rato, la oscuridad que se cernía sobre nosotros.

Una noche, después de una semana especialmente difícil, mis amigos y yo decidimos organizar una pequeña fiesta en la Sala Común de Slytherin. Era una forma de liberarnos del estrés y la tensión acumulados. Aunque mis hermanos estaban reacios a la idea, finalmente accedieron, sabiendo cuánto lo necesitábamos todos.

La música llenó la sala, y las risas y charlas animadas reemplazaron, aunque fuera temporalmente, el pesado silencio de días anteriores. Tom y Mattheo se mantenían cerca de mí, siempre vigilantes, pero también trataban de relajarse. Theodore Nott, con su sonrisa encantadora y su actitud despreocupada, era el centro de atención, repartiendo bebidas y animando a todos a disfrutar.

Me acerqué a Theodore, buscando un poco de su energía despreocupada para contagiarme.

—¿Cómo estás, Astrid?— me preguntó, ofreciéndome una bebida.

—Mejor, gracias— respondí, tomando la copa y sonriendo. —Necesitaba esto.—

Brindamos y bebimos. La música subía de tono, y la atmósfera se volvía cada vez más animada. Empecé a sentirme más ligera, los problemas pareciendo desvanecerse momentáneamente. Sin embargo, no me di cuenta de que mi bebida tenía un sabor ligeramente diferente, un toque que no había notado antes.

A medida que la noche avanzaba, empecé a sentirme extrañamente eufórica y desinhibida. Los colores parecían más brillantes, y las risas se hacían más contagiosas. Me dejé llevar por la música, bailando y riendo con mis amigos, sintiendo una libertad que no había experimentado en mucho tiempo.

Theodore se acercó a mí mientras bailaba, su sonrisa cálida y sus ojos brillantes.

—Te ves feliz, Astrid— dijo, acercándose más. —Me alegra verte así.—

Reí, sintiendo una oleada de afecto hacia él.

—Gracias, Theo— dije, mi voz sonando más relajada de lo habitual. —Eres un gran amigo.—

Él sonrió, pero había algo más en su mirada, algo que no pude identificar en ese momento. La cercanía entre nosotros aumentaba, y las luces y la música parecían envolvernos en una burbuja de nuestro propio mundo.

Sin previo aviso, sentí una oleada de calor y una atracción intensa hacia Theodore. Sin pensar, me acerqué más, mis manos encontrando su rostro. Antes de darme cuenta, nuestros labios se encontraron en un beso apasionado. La sala común se desvaneció a nuestro alrededor, y todo lo que importaba era el momento presente.

El beso fue intenso y lleno de emociones reprimidas. Sentí una mezcla de deseo y confusión, pero no podía detenerme. Las manos de Theodore se deslizaron por mi espalda, acercándome más a él. En ese momento, nada más importaba.

Sin embargo, la euforia comenzó a desvanecerse lentamente, y la realidad empezó a filtrarse de nuevo. Me separé de Theodore, mis ojos ampliados por la sorpresa y la realización de lo que acababa de suceder.

—Theo, yo...— balbuceé, tratando de ordenar mis pensamientos.

Él me miró con una mezcla de preocupación y afecto.

—Astrid, ¿estás bien?— preguntó suavemente.

Antes de que pudiera responder, sentí una mano firme en mi hombro. Me giré para encontrar a Tom y Mattheo, sus rostros mostrando una mezcla de enojo y preocupación.

—Astrid, ¿qué estás haciendo?— exigió Tom, sus ojos brillando con furia.

Me sentí mareada y confusa, las palabras atascándose en mi garganta.

—No sé... No sé qué pasó— murmuré, llevándome una mano a la frente.

Mattheo miró a Theodore con sospecha.

—¿Qué le diste, Nott?— preguntó con dureza.

Theodore levantó las manos en señal de inocencia.

—No le di nada, lo juro. Solo estábamos disfrutando de la fiesta.—

Tom me tomó del brazo con firmeza pero con cuidado.

—Vamos, Astrid— dijo, llevándome hacia las escaleras. —Necesitas descansar.—

Mientras subíamos las escaleras hacia mi dormitorio, sentí el peso de la confusión y la culpa aplastándome. No entendía qué había pasado, pero sabía que algo había estado mal. Mi mente luchaba por aclararse mientras Tom y Mattheo me ayudaban a acostarme.

—No te preocupes, Astrid— dijo Mattheo suavemente, acariciando mi cabello. —Vamos a resolver esto.—

Asentí débilmente, cerrando los ojos y dejándome llevar por la oscuridad del sueño.

A la mañana siguiente, me desperté con un dolor de cabeza pulsante y recuerdos borrosos de la noche anterior. Mis hermanos estaban a mi lado, sus expresiones serias y preocupadas.

—Astrid, tenemos que hablar— dijo Tom, su voz firme pero suave.

Me senté lentamente, sintiendo la seriedad en el aire.

—¿Qué pasó anoche?— pregunté, mi voz apenas un susurro.

Tom y Mattheo intercambiaron miradas antes de que Tom respondiera.

—Creemos que alguien te dio una poción— dijo. —Algo que alteró tus sentidos y te hizo actuar de manera diferente.—

Sentí una oleada de indignación y vergüenza. ¿Cómo había podido dejar que algo así me pasara?

—Vamos a averiguar quién fue y asegurarnos de que no vuelva a suceder— dijo Mattheo con determinación. —Pero por ahora, necesitamos que te cuides y te recuperes.—

Asentí, agradecida por su apoyo. Aunque la confusión y la culpa seguían presentes, sabía que con la ayuda de mis hermanos, podía superar cualquier obstáculo. Juntos, encontraríamos la verdad y enfrentaríamos las consecuencias. No permitiríamos que nadie más nos dañara.

Sombras en Hogwarts: El SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora