Capítulo número 12.

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Luego de la práctica me dirigí a mi casa, tomé una ducha, me puse un cómodo pantalón de chándal y una franela blanca, cepille mi cabello, tomé mis audífonos, mis apuntes y deberes antes de encaminarme hacia la planta de abajo. Saludé y hablé un poco con las señoras del servicio y fui a la parte trasera de la inmensa mansión Ross.

Al ritmo de canciones lentas, traté de relajarme.
Me resulta un poco difícil , ya que, mi cabeza está en otro lugar.

Viaja por millones de puertas, a las que les puedo decir incógnitas, pero no tengo ni una llave; ni una respuesta.

La única solución es él, pero, dudo tanto que responda alguna de mis dudas.
La curiosidad me está matando, aunque creo que más que eso es la necesidad de averiguar no sólo lo que él sabe de mí y por qué, sino también sobre él.

Tengo ese fuerte presentimiento de que es algo más allá de un simple juego adolescente, algo más profundo que una sola mentira, lo más torturador es que, de alguna manera sé que no me gustará saberlo, pero quiero saberlo.

-Pequeña Cass, te buscan.- Marie, una de las empleadas, interrumpe mis pensamientos. Esta mujer es más que una sirvienta para mí, es como mi nana. Ella fue la que siempre estuvo allí cuando necesité a alguien, ella siempre estuvo para mí cuando nadie lo hizo, cuando ni mis supuestos padres lo estaban.

-¿Quién es, Nani?.- No puedo detener las ansias que tengo de escuchar que es él quien me busca, pero la respuesta a mi petición es negada.

-Es Shio.- Me sonríe, hace una pausa y me añade con algo de tristeza- Sé que es de confianza, pero por órdenes estrictas de tu padre, cualquier persona que solicite a un Ross debe esperar a ser anunciado.

Frunzo el ceño, no estaba al tanto de esa decisión de papá. Ella me da una pequeña sonrisa de disculpa y me da un pequeño lo siento antes de besar mi frente y dirigirse al interior de la casa.
Se detiene antes de llegar a la entrada.

-Hornee galletas de tus favoritas, tesoro.- Dice con ternura. Sonrío automáticamente, amo sus recetas, y más esas galletas. Son el cielo en tu boca, no exagero.- ¿Gustas?.

-¡Por supuesto, Nani!- grito con mis ánimos encendidos. Sonríe y asiente antes de marcharse.

Al cabo de unos minutos, una agitada Shio se posa delante de mí.

Su maquillaje está rodando por su rostro a compás de insesantes lágrimas, su cuerpo tiembla al igual que su labio inferior.
Rápidamente me levanto de mi lugar dejando mis cosas a un lado del mueble y la abrazo, ella corresponde mi abrazo a medida que sus sollozos aumentan.
La alejo un poco de mí para intentar secar un poco su rostro, ella cierra sus ojos fuertemente y niega lentamente con la cabeza.

-Otra vez, Cass. ¡Otra vez!- Dice entrecortada y enseguida entiendo lo que sucedió.
Es un maldito desgraciado.

-Oh, Shio, trata de calmarte por favor.- Me entra el pánico al ver que no cesa de temblar, sé que está asustada. Me enloquece pensar que suceda lo de la última vez.

La abrazo de nuevo al tiempo que doy pequeñas caricias por su espalda. Luego de unos minutos su cuerpo se relaja un poco y los sollozos se reducen. La tomo de la muñeca, para dirigirla al mueble y ella pega un chillido de dolor.
Entonces noto sus marcas rojas, algunos arañazos resaltan en sus antebrazos, y puedo sentir cómo la ira sucumba desde lo más profundo de mi interior.
Ese maldito hijo de puta.

Observo su rostro y sus ojos se han llenado de lágrimas de nuevo, mi enojo es reemplazado por tristeza y desesperación.
Quiero ayudarla, si tan sólo se dejara...
Estamos sentadas frente a frente en uno de los espaciosos sofás del patio trasero.

-¿Me dirás lo que sucedió, Rosio?- Su rostro lleno de facciones latinas se dirige al mío en cuanto corto el silencio del lugar, asiente lentamente.

Rebusco en mis bolsillos y pruebo el nuevo aparato electrónico instalado en toda la casa. Se trata de un botón rojo, el cual al ser presionado, resuena en unos elegantes parlates pequeños en el lugar donde más habitan los empleados, así, cuando necesitemos algo, no debemos gritar, ni nada parecido, sólo presionar el botón y alguna de las sirvientas correrá a atenderte.

En unos minutos una de las nuevas jóvenes del servicio viene a atendernos, Shio gira su rostro con la intención de esconderlo de la vista de la empleada, y lo logra.

-¿Qué desea, señorita?.- Pregunta amablemente.

-Cassie, Camille, sólo Cassie.

-Lo siento... Cassie.- Su vista baja y se sonroja levemente, es una ternura de joven.

-No te preocupes, chica. No soy como mis padres. Confía en mí- Le guiño un ojo y trato de pasar en alto su sorpresa al notar que sé cómo son mis papás realmente.- Necesito, por favor, una aromática para los nervios.

-En seguida, Cassie.- Me sonríe.

-Gracias.- Le devuelvo la sonrisa y ella se marcha camino a la cocina.

Shio se gira para encararme cuando Camille se ha ido y al fin logra pronunciar palabra.

-No lo soportó más, Cass. Me está volviendo loca.- Niega con la cabeza.

-Háblame de ello, Shio. No te encierres en ti misma, por favor.

-Cass, sabes que mamá nos abandonó hace unos años- Asiento lentamente esperando que continúe.- Sabes que él no deja de culparme por ello y...- Toma una gran bocanada de aire y continúa.- Él ha empezado a golpearme, Cass.

La información cae en mí como un balde de agua fría, debí suponer que no se lastimó dando saltos en las prácticas. Cuando me dispongo a hablar ella me detiene.

-No. Déjame terminar.- Asiento y ella sigue.- Yo... No sé qué más hacer, él sólo llega perdido de la borrachera, se va temprano y vuelve tarde, lo echaron de su empleo por inasistencia, ahora cuando está en casa sólo me grita, me insulta, y me ha pegado dos veces, Cass.- Sus ojos se llenan de lágrimas pero ella se obliga a continuar.- Ésta vez... Ésta vez me superó, no lo soporté más, él intentó sobrepasarse conmigo, él intentó violarme.

-¿QUÉ?.

-Yo... Cassandra yo sólo me defendí, yo sé que no lo maté, y...-La interrumpo.

-¿De qué estás hablando, Shio?.

-Yo aruñé y escupí en su rostro para que me dejara, corrí y tome lo primero que encontré.- Hace una pausa.- Le estrelle algo contra su cabeza, no recuerdo qué fue, pero cayó inmóvil en el piso. Me dio pánico y escape de casa.

Suspire preocupada y la abracé.

-Ya está, nena. Ya pasó.

-Tengo miedo, Cass.- Sus ojos me lo habían susurrado con anterioridad.- No quiero que vuelva por mí. No quiero verlo.

-Eso no pasará, cariño. Estás a salvo ahora.

-No tengo a donde ir, Cass. No,sé que haré con mi vida, acabé mis ahorros, yo... Estoy completamente sola.

Me separo de ella rápidamente mientras frunzo el ceño y la reprendo.

-No digas eso nunca más Rosio Evans. Me tienes a mí.- Le regalo una pequeña sonrisa y añado con seguridad en cada una de mis palabras.- No volverás a ver a tu padrastro. No te permitiré regresar a ese basurero de nuevo, Rosio. Cometí ese error una vez y no lo repetiré.

-¿Dónde viviré Cass?- Susurra con un hilo de voz.- No quiero estorbar, no quiero sentirme así de nuevo.

-Tú nunca serás un estorbo, menos para mí.- Niego con la cabeza y la miro fijamente antes de sentenciar:- Vivirás conmigo.








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