Capítulo 5.

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Leysi estaba en una habitación oscura y fría, sus parpados pesados. Aun con sueño, miraba a cada esquina del lugar. La madera rechinó y ella se dio giro bruscamente.

Mirandola con ojos blancos y una gran sonrisa, estaba ella misma. Leysi temblaba y sentía cada vez más frío. Intentó gritar, pero su voz no salió. Retrocedió, pero fue muy lento.

Vio a su copia con terror. Esta copia empezó a reír descontroladamente; sus dedos se dirigieron a donde acaba su frente.

Leysi observaba como su copia se arrancaba la piel de la cara. La sangre manchando su top rosa. Al terminar de arrancarse la cara, mostró con una espeluznante sonrisa la piel, que parecía una máscara, con dos agujeros en donde debían ir los ojos y el agujero de la boca.

—Así terminarás tú —dijo la copia torciendo el cuello.

Leysi gritó y puso las manos al frente, intentando protegerse de aquella cosa.

Despertó de golpe, ya que se calló de la cama. Su corazón latía exageradamente. Miro a los lados con confusión. Estaba en el suelo de su habitación, y el sol atravesaba su ventana, iluminando el lugar.

Aquella pesadilla fue tan realista. Recuerda todo, incluso el frío intenso.

Al ver por la ventana el día soleado, un sentimiento de nostalgia la invadió. Recordó que, en una ocasión, su madre la llevó a la playa, y el sol era tan brillante esos días. Ambas adoraban el sol. Le prometió a su madre que cuando ella creciera, compraría una casa cerca de la playa para ellas dos solas.

—¿En qué piensas? —Gale entró sigilosa.

—En mi madre. Herede su belleza —dijo sonriente.

Gale sonrió de lado. Leysi era linda, con buena figura y carismática.

—¿Dónde está ella?

—Mi padre la mató cuando yo tenía 12.

Gale se sintió apenada; entreabrió la boca con la intensión de disculparse.

—Es un trauma superado.

—Vamos a revisar tu tobillo —dijo entrando en la habitación Mai.

Gale se sentó en la cama; a pesar del esfuerzo del día anterior, no le dolía. Mai le quitó la venda con cuidado. Las tres abrieron los ojos con sorpresa.

—¿Qué mierda? —exclamó Leysi.

En el tobillo de Gale, estaba una marca de una mano, de color morado intenso.

—Ayer hablamos de que las cosas se están saliendo de control con "ellos".

—"Ellos", ¡creo en un Dios! —dijo Leysi, mirando al techo.

Gale miraba la marca en su tobillo. Una de esas cosas le hizo eso. Le aterraba pensar hasta donde pueden llegar "ellos".

—Ya fui a hablar con Nova; dijo que buscara en el ático, pero que lo hiciera justo en el momento de escapar.

—El jardinero está dispuesto a ayudar, pero no creo que sea muy útil —comentó Mai.

—Corazones. Hable con él para escondernos en la cabaña que está en el bosque; ahí se quedan él y su abuelo. Escapar en el auto implicaría robar las llaves otra vez, y me parece peligroso.

—Tienes un punto, Leysi. Para llegar ahí deberemos pasar por el bosque; ahí perderemos a Nataniel. Estando en la cabaña, será sencillo buscar una ruta a la ciudad —Mai suspiró pesadamente—. Debemos bajar a desayunar. Gale, recuerda tu papel.

Bajaron las escaleras sin dirigirse una palabra. Las tres se sentaron cerca a la hora de comer. Nataniel las observaba con una pequeña sonrisa.

—Debo informarles que anoche, Evangeline se fue de la casa.

Leysi frunció el ceño, Mai bajó la cabeza y no prestó atención, y Gale parpadeó.

—Dijo que tenía asuntos que resolver en la ciudad.

—Oh, que mal. Me caí bien —dijo Gale con una voz suave.

—Lo sé, a mi igual —exclamó Nataniel—. ¿Cómo van los dolores de cabeza? ¿Has recordado algo?

—No me duele tan seguido, pero solo recuerdo que buscaba a una mujer —bajo la cabeza.

—Ya recordaras —sonrío—. Puedes quedarte aquí el tiempo que desees.

Nataniel posee unos ojos marrones, cabello castaño oscuro, y en todo momento se ve elegante. Gale guardaba en su mente cada detalle de él.

Después de un rato, Leysi tenía una caja de cigarrillos en la mano.

—¿De dónde lo sacaste?

—Me lo trajo Leondre.

—El jardinero —Gale observó como Leysi disfrutaba del cigarro—. Quiero probar, dame uno.

Leysi le entregó uno ya encendido. Gale lo puso en sus labios, aspiró todo el humo y toció descontroladamente.

—¡Qué horror!

—¡Así no se fuma!

—Deberías dejar eso. Te debe de estar dañando los pulmones.

—Ja... no es posible —dijo rodando los ojos.

Se encontraban al frente de la casa, sentadas en las sillas que se encontraban ahí. El jardinero estaba en su trabajo.

—¿Y Mai?

—Se fue a dormir, dijo que anoche se desveló... Yo ahora tengo miedo de dormir.

Gale esperaba que Leysi le contara si algo había sucedido mientras dormía, pero no lo dijo. Se limitó a seguir fumando.

En una de las habitaciones, estaba Mai en posición fetal. Aunque dormía, sus recuerdos se veían nítidos, un sueño que le mostraba su pasado.

Veía claramente, como un hombre le clavaba repetidas veces un cuchillo en el abdomen a su madre; ese día su ella llevaba un vestido blanco, que terminó siendo de color rojo. Fueron en total 19 puñaladas, Mai el conto.

Luego, en su sueño, se vio la escena de su padre subiendo a una silla, y pasando una cuerda por su cuello. Ella, desde un rincón viendo todo, siempre espectadora.

Abrió los ojos y, con las manos temblorosas, vio a la esquina. Ahí estaba un ser alto y delgado, con garras y una sonrisa espeluznante.

—¿Extrañas a mami, Mai? Puedo imitar su voz —dijo con burla.

—Hare que desaparezca —murmuró abrazando la almohada.

—¿Cómo aras eso? No serías capaz.

—Dame una pista y veremos quién no puede.

Aquel ser, extendió su sonrisa hasta sus orejas, era aterrador.

—Tendrás que destruir todo lo que está en la habitación en la que Nataniel hace sus cosas.

—Lo hare.

Mai salió de la habitación con las manos en los bolsillos de su pantalón. Se dirigía a las escaleras, pero un olor desconocido, pesado y penetrante, llamó su atención; sabía de donde provenía. Era un hedor dulzón, del tipo que se aferra a la parte trasera de la garganta y provoca un escalofrío en la espina dorsal. No era el olor a polvo antiguo ni a madera vieja que a veces emanaba del ático; esto era algo orgánico, algo que alguna vez tuvo vida.

—Ve con las chicas —ordenó Nataniel en su espalda, con una gran sonrisa—. No busques lo que no se te ha perdido.

El Hedor Del ÁticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora