Capítulo 5: renovación y misterio

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El amanecer era un lienzo dorado y rosado, los primeros rayos del sol colándose por las elegantes cortinas de su nuevo dormitorio. Se desperezó Sakura entre sábanas de seda, la suavidad del tejido recordándole la transformación de su vida. Se sentó en el borde de su cama, contemplando la vastedad de su nueva habitación adornada con antigüedades y secretos ancestrales.

El murmullo de los árboles en el jardín y el aroma a flores frescas le trajeron una sensación de serenidad, pero también un susurro de misterio. Caminó descalza hasta la ventana, mirando hacia el horizonte donde el sol comenzaba a elevarse. Se detuvo a pensar en todo lo sucedido la noche anterior, en todos los secretos que se habían revelado y en cómo una marca había causado la muerte de su familia. Sus pensamientos fueron interrumpidos por unos suaves golpes en la puerta.

—Sí, puede pasar.

—Buenos días, señorita. ¿Pudo descansar bien anoche? —dijo Shaoran, haciendo una reverencia en modo de saludo.

—Un poco, pero estoy bien —respondió Sakura, mostrando una leve sonrisa.

—No se preocupe, señorita, ya sabe que nosotros la protegeremos —dijo Shaoran mientras arreglaba la cama. Al terminar, se acercó a Sakura y se arrodilló con la mirada en el suelo, lo que la sorprendió y la puso nerviosa, sin saber qué hacer en esta situación.

—¿Qué sucede, Shaoran? Por favor, levántate —dijo Sakura, sintiéndose inquieta.

—Le quería pedir mis más sinceras disculpas por haberla ofendido aquella vez. Solo quería que no corriera peligro y también por si nuestras verdaderas intenciones la hubieran asustado —dijo Shaoran, levantando lentamente la mirada. Había una profunda tristeza en sus ojos.

—No tienes de qué disculparte. Entiendo tus motivos de haber dicho aquellas palabras, y ya te perdoné.

—Pero aun así, quiero que acepte mis disculpas —dijo Shaoran, tomando su mano y clavando un suave beso en ella. Sakura se sonrojó levemente por aquella sensación.

—Está bien, acepto tus disculpas —dijo ella, tratando de ocultar su rostro enrojecido.

—Gracias, señorita. Mis más sinceras disculpas por tomar su valioso tiempo —dijo Shaoran mientras se levantaba del suelo.

—No, está bien. Me alegra que hayas sido sincero conmigo.

—Le agradezco. Ahora le ayudaré a tomar un baño para que pueda recibir sus clases —dijo Shaoran, tomando la ropa que había dejado en la cama.

—No creo que sea necesario. Solo deja la ropa, yo misma puedo hacerlo, así que no te preocupes.

—Señorita, ese es mi trabajo, pero respetaré su decisión. Me retiro, señorita —dijo Shaoran, haciendo una reverencia mientras salía de la habitación.

Después de que Shaoran saliera de su habitación, Sakura se dirigió al baño. Al entrar, observó un lujoso baño; las paredes eran de mármol blanco. En el centro de la estancia, una bañera de hierro fundido con patas en forma de garra estaba llena de agua, la superficie ligeramente ondulante perfumada con aceites esenciales de lavanda y bergamota.

Junto a la bañera, sobre una mesa auxiliar de caoba pulida, reposaban ordenadamente una esponja de mar y una barra de jabón de sándalo. Después de un baño rejuvenecedor, Sakura emergió del agua, dejando que las gotas se deslizaran perezosamente por su piel. El mayordomo, discreto y eficiente, había preparado la ropa para el día sobre una silla de respaldo alto, tapizada en terciopelo verde. Sakura, envuelta en una bata de seda azul, se acercó al espejo del tocador. Con movimientos deliberados y casi rituales, comenzó a vestirse.

Mi encantador mayordomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora