‎Capítulo 1

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El frío de la noche convierte el agua en pequeñas agujas que se clavan en mi piel

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El frío de la noche convierte el agua en pequeñas agujas que se clavan en mi piel. Aquí, sumergida en el agua fría mi mente se calma. Otorgándome una paz engañosa. Dentro de este reino azul no siento dolor.

Las burbujas salen de mis labios, flotando hacia la superficie. Pero esa pequeña paz comienza a ser sustituida por una ansiedad que crece con cada segundo que estoy bajo el agua.

Concentro mi mente en un solo pensamiento, alejando los recuerdos de aquella noche.

Aguanta. Pronto acabará todo.

Pasan los segundos y mis pulmones gritan por volver a respirar. La presión por la falta de oxígeno me golpea la cabeza y mis ojos empiezan a nublarse envolviéndome en un negro profundo.

Justo en el momento que voy a perder la consciencia siento unos dedos clavándose en mi brazo, como si fuera un sueño, me siento arrastrada con una fuerza inesperada hacia la superficie, hasta sacarme fuera de la piscina.

Y una gran bocanada de aire llena de nuevo mis pulmones.

—¿Estás bien? Mírame Valentina —esa voz, podría reconocerlo en cualquier lugar. —Mírame.

Marco Romano, el ejecutor de mi abuelo.

Siento sus manos rozar mi rostro con delicadeza, como si tuviera miedo a romperme. Su tacto es áspero pero no me desagrada. Me alza para mirarlo a la cara, y sus ojos negros se clavan en mis pupilas.

—¿Estás bien? —su voz suena preocupada, ¿es posible?.

No puedo responder, más lágrimas se agolpan en mis pestañas y mi pecho comienza a doler de nuevo. Un sollozo escapa de mis labios y cierro los ojos, recordando de nuevo toda la humillación y el dolor.

Me abraza, rodeándome con sus brazos, sintiendo la seguridad y el calor de su cuerpo. Y antes de que pueda protestar pasa un brazo por debajo de mis rodillas y me alza del suelo, acercándome a su pecho. Mis manos rozan su cuello, dudando si debo tocarlo, debería darme miedo estar en sus brazos. ¿Está mal que me sienta segura por primera vez en mi vida?

Enredo mis dedos en su pelo, y me abraza con más fuerza, como suplicando mis caricias, apretando mis suaves carnes contra su duro cuerpo, enterrando mi rostro en su cuello y respirando su aroma, sintiendo como su carótida palpita contra mis labios.

Su respiración se agita cuando un jadeo escapa de mis labios acariciando su garganta, y doy por hecho que es por llevarme en brazos, aumentando así el dolor y la humillación.

—Por favor, bájame.

Me ignora, con su habitual máscara de indiferencia. Y se dirige al baño privado de mi habitación, hasta sentarme sobre la repisa de mármol junto al lavabo, está helada y mis nalgas desnudas se quejan. Pero no es lo único que ha reaccionado al frío de la noche, y mis pezones se marcan debajo del bañador mojado. Como dos faros en la oscuridad, atraen su mirada en cuanto da un paso atrás, y yo me cubro cruzando los brazos sobre el pecho, sintiéndome avergonzada.

Con una toalla me envuelve el cuerpo y se queda ahí plantado, delante de mí, con las manos en las caderas, esperando una explicación por mi parte.

—No se lo digas al abuelo, por favor —mi voz es una súplica mientras mi mirada se pierde en las baldosas del suelo sin poder hacerle frente.

Me coge de la barbilla con un dedo y me alza el rostro hacia él. No estoy preparada para ver decepción en ellos, así que cierro los míos con fuerza.

—¿Necesitas que llame al médico? —su voz grave y profunda me acaricia la piel provocandome un escalofrío.

Niego con la cabeza y una vibración de su garganta, entre gruñido y suspiro, llega hasta mi vientre, haciéndome palpitar.

No siento su presencia y de pronto oigo los grifos de la ducha abrirse haciendo que abra los ojos de golpe. Una nube de vaho empieza a formarse por encima de los cristales.

—Métete en la ducha —su voz no da opción a réplicas.

—No soy uno de los soldados de mi abuelo, no puedes darme órdenes —estoy tiritando y una ducha caliente es lo que más deseo ahora mismo, pero me niego a rebajarme a sus ordenes.

—Por las buenas o por las malas, Valentina —vuelve a colocarse delante de mi, rozando mis rodillas y el calor de su cuerpo me tortura.

Tiene la camisa negra mojada por llevarme en brazos, y se pega a su piel marcando cada músculo esculpido de su cuerpo. Las mangas remangadas de la camisa muestran sus antebrazos tatuados y marcados por años de luchas, sus manos se aprietan en sus caderas. sobre el cinturón de su pantalón de vestir negro.

—Está bien, pero márchate, me gustaría estar sola —necesito que se aleje de mí para poder pensar con claridad.

No puedo enfrentarme a él. No ahora. No tengo otra opción que aceptar que sea por las buenas.

Asiente y se marcha, dejándome sola como le he pedido. Un vacío se cuela en mi pecho y la ansiedad, el dolor y el miedo regresan con fuerza, subiendo un sollozo por mi garganta. Las lágrimas vuelven a mis ojos y las dejo caer, mientras me meto en la ducha.

El agua caliente es reconfortante, al menos ya no tiemblo por el frío, pero no borra las huellas de la humillación. Lloro durante un rato, sacando la pena y la rabia, mientras me aseo, quitándome el bañador y acariciando mi piel con un jabón de olor a coco.

Los primeros días aún estaba en shock y no podía creer lo que había ocurrido, pensaba que todo era una pesadilla. Al despertarme no recordaba nada de la noche anterior, pero el dolor en mi vagina no era imaginario. Y el dolor de mi alma tampoco. Poco a poco fui recordando y esta semana ha sido un infierno.

Termino la ducha arrugada como una pasa, pero con el corazón algo más descargado, me rodeo con una toalla seca y salgo a mi habitación mientras me seco el cabello con otra toalla más pequeña.

Me paro de golpe nada más pasar la puerta, sigue aquí, sentado en la cama. Con los codos apoyados en sus rodillas, y las manos entrelazadas. Su mirada es dura y fría, como dos pozos negros que prometen dolor y muerte.

Y por un segundo siento miedo. Su reputación le precede, el ejecutor de la familia Moretti, cruel y despiadado.

—¿Qué ha ocurrido? Y no me digas que nada, nadie llora de esa manera por nada —su voz se ha vuelto más grave y peligrosa.



Una Joven Tentación (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora