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Salir de la estación de policía no fue tan difícil como Mew lo había supuesto, teniendo en cuenta que cuando los nuevos guardias llegaron con su jefe de seguridad, no fue difícil que este se hiciera cargo de ello.

Su conductor tenía que dar su versión, así como recopilar los videos de las cámaras instaladas en sus autos. Cuando notaron el estado de Gulf pensaron que lo mejor sería que se fuera a lo que supuestamente era un hospital.

Ellos no se dirigieron al hospital; era algo más que obvio. Sin embargo, cuando estaban en el auto, siendo custodiados por una docena de guardias, había decidido que lo mejor para que la tensión que había entre él y Gulf no fuera tan palpable fue que decidió concentrarse en saber el estado de salud de los guardias que se habían interpuesto en el camino de algunos autos.

Al final sí habían resultado heridos, pero por suerte no hubo ningún muerto o heridos de gravedad, algo que lo alivio realmente porque tampoco quería que sus empleados tuvieran que sacrificar su vida por su seguridad.

Cuando por fin llegaron a su hogar, Mew notó cómo la seguridad había aumentado exponencialmente. También notó todas las cámaras de seguridad que, como le habían comunicado, ya estaban instaladas.

Ahora estando en la entrada de su casa tenía miedo de ingresar.

Gulf estaba adentro y ahora que había recordado temía por su vida. No sabía que tanto había recordado su esposo, pero lo que hubiera recordado sabía que él formaba parte y le daba miedo encarar a su esposo.

Estaba ahí desde hace veinte minutos contemplando la puerta de su casa como si fueran las puertas del infierno y tan equivocado no estaba porque dentro el mismo diablo lo estaba esperando con sed de sangre.

Como si su cerebro estuviera en su contra, se imaginó a Gulf sentado en su diabólico trono con un trinche listo para empalarle el culo por haberle mentido.

Ante su pensamiento de su culo empleado en el trinche diabólico de su doncel, su cuerpo se le encendió en alerta porque Gulf sí era capaz de hacerlo.

Recordaba cuando al inicio de su matrimonio había intentado ahuyentarlo con las sesiones espiritistas satánicas, algo que no funcionó claramente, pero tampoco dirá que tuvo un crucifijo de plata en su mano cuando dormía.

Tampoco diría que fue a la iglesia por un poco de agua bendita, que si la compara con la donación que hizo para que el cura le diera doble venció al agua, le salió muy costosa.

Gulf estaba lleno de mierda extraña, por lo cual tuvo que dormir también con una dotación de ajo, y una estaca en su mesita de noche porque a su lindo doncel se le ocurrió asustarlo con vampiros.

Aún se estremece cuando encontró la casa llena de sangre falsa, pero en ese momento no lo sabía. Casi se va al cielo cuando encontró lo que creía era un cuerpo.

Resultó ser solo un puto muñeco inflable que hacía de víctima para la tétrica investigación de Gulf, cuando lo escuchó hablar de hombres lobo, tomó su maleta de mano y empacó lo necesario para mudarse unas cuantas noches a un hotel.

Claro que se llevó su agua bendita, su crucifijo y la estaca.

La recepcionista lo había visto raro cuando le pidió ajos crudos, pero ¿qué podía hacer cuando había sido parte del grupo de raros en los hoteles? Culpen a su marido.

Y ahora aquí estaba desarrollando un nuevo miedo a su esposo enojado que le empalaría el culo con el trinche del diablo.

—Su esposo lo espera adentro, señor —Mew trago saliva y vio cómo su jefe de seguridad se acercaba y se paraba cerca de el con las manos en las caderas.

Un Suppasit (MewGulf)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora