Bosque Encantado, 1267
Regina iba a morir.
Por ello trataba de concentrarse en el documento que llevaba en las manos, un pergamino que contendría sus últimas palabras antes de dejar el reino, y la vida. Con aquel papel daría fin a la eterna disputa entre su pueblo y el pueblo enemigo. Todo dependía de ella: la paz, las tierras, el honor y su familia.
Iba en camino al Reino Blanco donde se llevaría a cabo su ejecución y, posteriormente, la firma del tratado de paz entre ambos ejércitos. Sin embargo, cuando su carruaje se adentró al corazón del bosque, vio algo. Fue un pequeño destello pero luego se fue haciendo más y más grande hasta cegarla junto a su caballería. Era una fuerte luz blanca proveniente de un costado del camino, como si algo hubiese hecho explosión a tan solo unos metros del carruaje real.
Los caballos relincharon, los jinetes cayeron de sus monturas y el sonido de las armaduras al impactar contra el suelo fue todo lo que escuchó durante varios segundos. Después, silencio.
Cuando por fin pudo abrir los ojos y enfocar la visión, regresó su atención al entorno, pero no pudo ver nada. Regina sabía que algo había pasado, y ella sabía que ese bosque era conocido por sus fuertes poderes mágicos. ¿Eso fue producto de algún hechizo? ¿Alguna bruja sabía sus planes y estaba tratando de interferir en el destino?
No, eso era imposible, el tratado era secreto real. Cualquiera que se atreviese a revelar las intenciones de los monarcas seria sentenciado a la horca. No podría haber alguien tan estúpido como para romper las normas.
Algo andaba mal, muy mal. Fue con ese pensamiento que recordó algo:
El pergamino.
Se había esfumado como polvo en el viento.
Comenzó a buscarlo bajo las faldas de su vestido, bajo el asiento, dentro y fuera del carruaje, pero nada. Sus caballeros recuperándose del fuerte estruendo era lo que tenía frente a ella, solo eso.
—Su Majestad, con todo respeto, debéis permanecer en el carruaje hasta que hayamos llegado a tierras vecinas —expresó Sir Robin.
Regina volvió a buscar con desespero el papel cuyo único objetivo sería traer la dicha a su reino, dicha que ahora no existiría por su culpa.
—Sir Robin —murmuró ella—. Ocupaos de la caballería. Yo... yo solo deseo descender un momento para reponerme. No podemos continuar sin saber qué ha sucedido.
Tomó la falda de su vestido y avanzó por el suelo fangoso. Con las zapatillas húmedas por el lodazal caminó hasta llegar a las entrañas del oscuro bosque, tratando de descubrir el origen de aquella luz.
Y todo lo que pudo ver fue un cuerpo tirado a la mitad del camino.
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Ciudades de hierro
FanfictionRegina Mills y Emma Swan son dos mujeres diferentes, con costumbres diferentes Y en vidas diferentes. Rodeada de lujos, magia y guerra, Regina es una princesa prisionera en el bosque encantado, cuyo objetivo es salvar la vida de su pueblo. Emma e...