Part 13 Gertrudis

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Gertrudis, el ama de llaves de D. Venancio era una viuda de unos 39 años, todavía de muy buen ver, con una silueta muy apetecible y unas curvas que, a pesar de su recatado vestuario, permitían intuir el pedazo de hembra que había debajo. Su marido había servido en el ejercito bajo el mando de D. Venancio y éste, una vez fallecido el soldado, había decidido tomar a su esposa como criada para ayudarla con su manutención dado que la pensión que le había quedado era muy exigua. Gertrudis se encargaba de la casa y de la limpieza, así como de la comida del Instituto masculino del Pilar que dirigía D. Venancio. Del mismo modo se ocupaba de Margarita, la única hija de D. Venancio, cuya madre había fallecido al dar a luz a la niña.

El régimen de la casa era de ley marcial, con una férrea disciplina basada en la formación militar de D. Venancio. Gertrudis, conocedora de las pocas posibilidades de una viuda en esos tiempos, aceptó desde el primer momento el ofrecimiento del militar y poco a poco se había acostumbrado al modo de vida severo que marcaba su señor. De hecho ella era la encargada de mantener la disciplina con Margarita, ejerciendo un papel de madre sustituta.

Pero no era sólo el de madre el papel de sustituta que ejercía Gertrudis, puesto que, desde las primeras semanas de su llegada a la casa de D. Venancio, éste ya la había tomado como sustituta de las meretrices que le daban consuelo de manera habitual y, aprovechándose de su posición de dominio y prestigio social, había tomado a la muchacha de manera sexual en múltiples ocasiones. Al principio las sesiones eran algo mas parecido a una violación forzada, pero con el paso del tiempo Gertrudis empezó a encontrar satisfacción en dichos encuentros e incluso había nacido una cierta relación de dependencia y cariño de ella hacia él.

Aquella tarde Margarita había salido a dar un paseo, D. Fulgencio tampoco estaba y los muchachos ya habían terminado las clases, así que D. Venancio vio la oportunidad de darle un revolcón a la muchacha. Ni corto ni perezoso subió a su cuarto y se puso el uniforme de la legión que, con el grado de capitán, había ocupado durante la guerra civil. A pesar del tiempo transcurrido todavía le servía gracias a los arreglos que año a año le iban haciendo para asistir con el a diferentes actos y homenajes. El siempre se lo ponía para los encuentros sexuales con Gertrudis, era su fetiche y su secreto. Cuando la viuda lo vio bajar con sus botas relucientes por la escalera supo que debía interpretar su papel.

¡Oh mi capitán, que bien que ya esté en casa! Y rápidamente se arrodilló a los pies de la escalera...mientras el bajaba los escalones mientras golpeaba sus botas con una fusta de cuero de las empleadas para azuzar a los caballos e impregnando la estancia del olor a tabaco que emanaba de la extraordinaria pipa de madera tallada a mano que traía en su boca.

¡Mi joven muchacha, da gracias al cielo que soy un hombre bondadoso y te he cogido bajo mi protección, sino no se lo que sería de ti! La muchacha interpretaba el papel de una joven Republicana y partisana, que había sido capturada por el bando nacional pero a la que el capitán le había perdonado la vida a cambio de servirlo como criada (salvo por lo de republicana y partisana la historia no se alejaba mucho de la realidad).

Si, si señor y rápidamente le besaba la mano a los pies de la escalera mientras él le devolvía el gesto acariciándole la cabeza como si de una perrita se tratara. Del mismo modo comienza a dar una vuelta en redondo sobre la joven arrodillada mientras con la fusta le toquetea los pechos por encima de la blusa y, metiendo ligeramente la fusta bajo la falda, se la levanta lo suficiente para comprobar si lleva ropa interior. Lo que descubre al levantar la falda provoca un terrible enfado en el militar ¡cuantas veces te he dicho que no debes llevar bragas en mi casa! Y empujándola hace que se ponga a cuatro partas mientras descarga una batería de golpes de fusta sobre el culo de la criada protegido por la falda ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS, ZAS...

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