Part 17 El Doctor y su enfermera

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Aprovechando la sorpresiva marcha de Carlos, Ramón aprovechó para acercarse más y más a D. José. Como Marta seguía encontrándose mal el joven jornalero le habló a D. José de un médico del que había oído hablar en su tierra que tenía fama por la zona de curar casi todo. D. José no esperó más y envió a su fiel abogado, Alberto García en su búsqueda.

Al cabo de unos días Alberto regresó acompañado de dos personas, un hombre y una mujer. Nada más verlos llegar María, el ama de llaves, les abrió la puerta y acompañó a los tres al salón donde estaban D. José y Doña Carmen. Casi al mismo tiempo que el abogado y los dos invitados accedían al salón, llegaron Julia y Jordana, quienes no pudieron disimular su impetuosidad, fruto de la curiosidad. Habían escuchado llegar el coche de D. Alberto, el abogado, y habían visto descender a dos personas, un hombre y una mujer.

Buenos días Doña Carmen, D. José...les presento a D. Martín Osorio y a su enfermera Magdalena Flores. Martín era el octavo hijo de un afamado médico del mismo nombre, que se había formado en Inglaterra y que había desarrollado su carrera en una zona de la provincia de Ourense. Su padre se había hecho famoso por sus métodos, como por ejemplo la introducción del supositorio, hasta ese entonces no habitual en nuestra medicina. Su gran reputación hacía que hubiera tenido una gran clientela procedente de todas las partes de España. Su descendencia masculina había tomado el testigo y tanto Martin, que ahora contaba con 45 años, como otros dos de sus hermanos practicaban una medicina continuista con los métodos de su padre.

Magdalena, a pesar de su juventud, tan solo tenía 26 años, era la enfermera personal de Martin, la había formado en los últimos años y, a pesar de ser un poco deslenguada por momentos, mierda y joder formaban parte de su vocabulario habitual, le acompañaba a todos sus desplazamientos. Magdalena era conocedora del método de trabajo del doctor, así como de su severidad ante los errores, de hecho él la llamaba burlonamente "la enfermera rosa", tanto por su gusto por vestir bragas de ese color, como por la cantidad de veces que sus nalgas acababan sonrosadas tras una buena azotaina con motivo de algún despropósito lingüístico, error o despiste.

Tras las presentaciones protocolarias entre D. José y el médico y su ayudante, tocó el turno a Doña Carmen, ésta fue seca e incluso cortante, dado que desconfiaba de la juventud de ambos y, ante el asombro de su hijo, se despidió al instante y prefirió retirarse a rezar. Estaba claro que no estaba muy de acuerdo con la decisión de su hijo, pero quería tanto a su nieta, que no se atrevía a oponerse frontalmente. De una manera fría, y sin darles apenas protagonismo, D. José les presentó a su esposa Julia y a su prima Jordana, ambas quedaron embelesadas por el porte señorial y severo del doctor, algo que no pasó inadvertido ni para el Doctor ni para su ayudante.

Transcurridas las primeras tomas de contacto, Alberto le susurró al oído a D. José los pormenores del acuerdo y se despidió. Julia y jordana, ante una seña de D. José también abandonaron, con evidentes señales de malestar y desgana, la estancia. Una vez solos, D. José se dirigió a Martín indicándole cuales serían sus honorarios y que habría una cuantiosa prima económica si curaba a la niña. Ambos residirían en la casa. Martin en el cuarto de invitados que ya estaba listo y Magdalena, con la que no contaban, lo haría en el cuarto recién liberado de Carlos. Martín, en un gesto que le gustó mucho a D. José, le dijo que aparcaran los temas monetarios, que lo primero y más importante era ver a la paciente.

El dueño de la finca los acompañó al cuarto de la muchacha quien se encontraba descansando. Tras un primer vistazo superficial de la cabeza y sus heridas la muchacha se despertó.

¡Tranquila Marta, hija mía, estos son el doctor Martin y su ayudante que han venido a curarte!

Marta asintió en silencio

Martín le indicó al padre que les gustaría quedarse a solas con la muchacha para comenzar a realizarle pruebas, pero que antes les gustaría asearse del viaje, puesto que el polvo del amino podría ser una fuente de infección.

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