Amor Escarlata

18 10 0
                                    

En una elegante sala adornada con candelabros y cortinas de terciopelo, Laura se sentaba en un sillón verde, destacando en su vestido rojo como un destello de pasión en medio de la penumbra.

La suave luz de la lámpara de araña caía sobre su cabello rubio, creando un halo alrededor de su rostro. Sus ojos azules, profundos como el océano, miraban a través de la ventana, perdida en recuerdos.

Hace un año, en ese mismo salón, Laura había conocido a Alejandro. Él era el pianista invitado a tocar en una gala benéfica. Desde el primer momento, sus miradas se cruzaron y sintieron una conexión innegable.

Alejandro, con su porte elegante y su habilidad para hacer vibrar las teclas del piano, parecía sacado de un sueño. Aquella noche, la música de Chopin y Liszt fue el telón de fondo de una conversación que se prolongó hasta el amanecer.

Se enamoraron rápidamente, viviendo una relación intensa y apasionada. Alejandro componía melodías para Laura, mientras ella leía poesía en voz alta, creando un mundo solo para ellos.

Pero, como toda historia apasionada, la suya también llevaba una sombra. Alejandro estaba casado, y aunque su matrimonio era infeliz, se encontraba atrapado en un vínculo que no podía romper fácilmente.

Los encuentros furtivos y las promesas susurradas al oído se volvieron insuficientes para Laura. Quería más, deseaba ser la única en la vida de Alejandro, y la incertidumbre comenzó a desgarrar su corazón.

Alejandro, atrapado entre el deber y el amor verdadero, veía cómo su vida se desmoronaba lentamente.

Una noche, durante un concierto especial donde Alejandro tocaba una pieza dedicada a Laura, ella tomó una decisión. Se levantó en medio de la multitud y, con lágrimas en los ojos, salió del salón.

Alejandro, al verla partir, cometió errores en la interpretación, reflejando el caos en su alma.

Laura sabía que debía dejarlo ir para salvarse a sí misma del sufrimiento constante. Aquella despedida fue el acto más doloroso que había experimentado.

Volver a ese salón, un año después, era su forma de cerrar el ciclo, de enfrentar sus recuerdos y hallar la fuerza para seguir adelante.

Sentada en el sillón verde, recordó cada nota, cada caricia, cada lágrima. Aunque su corazón aún latía con dolor, entendió que había amado intensamente, y eso la había transformado.

Laura se levantó, con la determinación de encontrar su camino, de sanar y de volver a amar algún día, con la misma pasión, pero sin las sombras que una vez oscurecieron su luz.

Dos años habían pasado desde aquella noche en la que Laura, con lágrimas en los ojos, dejó el salón y a Alejandro, para siempre. Aunque su corazón había tardado en sanar, Laura había encontrado la manera de seguir adelante. Se mudó a una nueva ciudad, encontró un trabajo que la apasionaba, y poco a poco, redescubrió la alegría de vivir.

Sin embargo, los recuerdos de Alejandro nunca desaparecieron por completo. Seguían vivos en su memoria, cada melodía, cada palabra susurrada en la oscuridad de la noche. Pero Laura estaba decidida a no dejar que esos recuerdos la definieran.

Una tarde de otoño, mientras paseaba por un parque cercano a su casa, escuchó una melodía familiar. Al principio pensó que era solo su imaginación, pero al acercarse, vio a un hombre sentado al piano en medio del parque, tocando una de las piezas que Alejandro había compuesto para ella. Su corazón se detuvo por un momento, y cuando el pianista levantó la mirada, sus ojos se encontraron con los de Alejandro.

Alejandro se había liberado finalmente de su matrimonio. Después de muchos años de lucha interna y dolor, había encontrado el valor para romper con un pasado que lo aprisionaba. Había pasado los últimos dos años buscándola, con la esperanza de redimir el amor que habían compartido.

Laura, sorprendida y conmocionada, se acercó lentamente. Alejandro se levantó del piano, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y arrepentimiento.

-Laura -susurró, su voz temblando-. He pasado tanto tiempo buscándote, tratando de enmendar mis errores. Al final, tomé la decisión que debí haber tomado desde el principio. Estoy aquí, libre, solo si tú me aceptas de nuevo.

Laura sintió una avalancha de emociones. El dolor y el amor se entrelazaban en su interior. No podía negar que aún lo amaba, pero también sabía cuánto había sufrido. No podía simplemente olvidar los años de dolor.

-Alejandro, yo... no sé qué decir. Han pasado tantas cosas -dijo ella, su voz quebrándose.

-No espero que me perdones de inmediato -respondió él-. Solo quiero que sepas que estoy aquí, dispuesto a hacer lo que sea para demostrarte que he cambiado, que soy un hombre nuevo.

Pasaron las semanas, y Alejandro persistió, mostrándole a Laura que sus palabras eran sinceras. No había más promesas vacías ni encuentros furtivos. Solo honestidad y amor. Poco a poco, Laura permitió que Alejandro volviera a entrar en su vida.

Una noche, mientras caminaban juntos por el parque donde se reencontraron, Laura se detuvo y miró a Alejandro a los ojos.

-Alejandro, sé que el pasado no puede borrarse, pero también sé que te amo y siempre te amaré. Si estás dispuesto a construir un futuro conmigo, sin sombras, sin secretos, estoy lista para intentarlo.

Alejandro sonrió, sus ojos llenos de gratitud y amor.

-Laura, nunca te defraudaré de nuevo. Juntos, haremos que esta segunda oportunidad sea la mejor parte de nuestras vidas.

Y así, entre luces y sombras, dos almas que habían conocido el dolor, encontraron la manera de amarse de nuevo, con una fuerza renovada y una promesa de un futuro brillante lleno de pasión escarlata.

FIN

FIN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Amores DiferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora