En la profundidad de una cueva subacuática algunos puntos de luz se movían frenéticamente, dos grandes cocodrilos que fácilmente comerían a un hombre adulto ahora se encontraban en el fondo de la oscura agua mientras un lastimado monstruo frotaba su nariz contra el techo buscando las pequeñas burbujas de aire
—!!odio a estas lagartijas!!— gruñía molesto mientras seguía buscando más burbujas —tengo que salir... chillona está sola, si la encuentran esas lagartijas... tenemos que irnos de aquí.
Terminando con las últimas burbujas se despegó del techo de la cueva y nado hacía la salida, usaba los órganos de su cresta para poder sentir su alrededor pues sus ojos eran inútiles por culpa de las heridas que recibió, nadaba como una serpiente pegando sus patas al cuerpo.
—no siento a lagartijas con alas... ¿dónde estás chillona?— pensó al dividir su cola para tomar varias piedras.
Con un extremo cuidado subió a la superficie con movimientos tan lentos que el agua no se agitaba en lo más mínimo, había parado el sangrado de su cuerpo y las capas de piel quemada se cayeron como las viejas escamas de un reptil, sus ojos seguían gravemente lastimados pero era plenamente capaz de moverse con sus otros sentidos —no los huelo cerca— las rocas en su cola continuaron ahí mientras el lentamente avanzaba entre los arboles, aún podía oler el fragante aroma de la sangre de dragón en el ambiente por lo que sólo habría pasado tal vez una hora.
—cuidaste a mi hija— menciono en un susurró la voz en su cabeza.
—lo estoy haciendo... ¿por qué de repente hablas así?— gruñó ligeramente mientras olfateaba —yo la cuidó y la seguiré cuidando, no puedo dejar a chillona con criaturas tan odiosas como ustedes— gruñó con más fuerza al seguir avanzando guiado por un muy desagradable aroma.
—huele como esos que tenían las pieles de animales... que no se le acerque, no puede hacerle nada— pensaba mientras continúaba caminando
—gracias por cuidarla— susurró una vez más la voz en su cabeza.
—alto... por qué hablas así de repente— gruñó al parar —!!yo la cuidaré hasta que sea el momento, chillona aún no sabe pescar y es muy pequeña para defenderse!!— rugió enojado al avanzar a un ritmo más acelerado.
El hedor de ésa criatura se hacía más fuerte y sólo le hacía preocuparse más por qué se estaba acercando a su madriguera —!!chillona, tengo que encontrar a chillona!!— tenía que avanzar rápido porque Elton ya se encontraba frente al campo de flores alrededor de su madriguera justo en donde la pequeña se encontraba, ella miraba al hombre que lentamente se acercaba con una afilada espada pisando como si nada los nidos de las hadas.
-!!ISABELLA!!- Elton grito a todo pulmón mientras corrí a la madriguera.
Las hadas apenas tuvieron tiempo de alejarse antes de ver sus hogares convertirse en pedazos, Elton se acercaba rápido al agujero de la madriguera cuyo tamaño fácilmente dejaba pasar a tres hombres adultos.
—tu estás aquí... te encontré, finalmente te encontré— hablaba con la voz entrecortada.
Frente a el sólo había oscuridad a la que no dudó en adentrarse para buscar en su interior, todo el silencio del lugar causaba que pareciera estar vacío más una pequeña y delgada figura se movía en medio de la oscuridad mirando con un gran cuidado los movimientos del hombre —me siguió... va a venir pronto, no me dejará— la pequeña miraba con temor al hombre que lentamente se movía buscando algo, aunque el no la veía ella si que podía trás tanto tiempo viviendo en ese lugar, miraba con curiosidad los rasgos del hombre que sólo murmuraba mientras estaba buscando algo.
—tu peineta... es... es tu peineta— murmuraba mientras lágrimas brotaban en sus cansados ojos.
Ella lo miró con cuidado mientras poco a poco iban tomando sus tesoros, todo lo que había recolectado y traído a la madriguera fue agarrado por aquel hombre mientras su llanto se volvía más estridente
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el monstruo de la princesa (pausada)
FantasyEn lo profundo de las montañas existe un peculiar ser que protagoniza las pesadillas de los hombres, aquel ser estuvo atrapado en el bosque entre las montañas durante incontables noches de oscuridad hasta que un día una luz carmesí iluminó los cielo...