𝑵𝒆𝒘𝒕
Nuestras memorias podrán estar escondidas en lo más fondo de nuestra mente, sin embargo, nuestro cuerpo y alma, se pertenecen. Nuestro destino está unido en uno mismo.
"𝗡𝗨𝗘𝗦𝗧𝗥𝗢 𝗗𝗘𝗦𝗧𝗹𝗡𝗢"
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Mis ojos parpadeaban, apenas, siendo posible acoplarse a aquel espacio estrecho y oscuro, repleto de diferentes cajas y objetos que desconocía.
Me encontraba tirada sobre un piso metálico, que desprendía una temperatura helada, enfriando mi cuerpo.
Mis manos me impulsaron hacia arriba, observando a mis alrededores, totalmente nerviosas.
Mis respiraciones comenzaban a agitarse.
Sonidos extraños provenientes de los alrededores, haciendo, que mi cuerpo se inundará en un terror inmenso.
Aquel espacio comenzó a moverse, agitando mi cuerpo ante el golpe que liberó al iniciar su camino.
Comenzó ascender.
Mi mirada rápidamente se dirigió hacia arriba. Un espacio totalmente oscuro, imposible de descifrar hacía donde me estaba arrastrando esa cosa.
Comencé a girar desesperadamente, en busca de respuesta, o alguna idea que me ayudase a salir de este horrible lugar.
Nada, absolutamente nada. Simples cuatro paredes que me rodeaban, dejándome atrapada en este lugar.
Mi cuerpo se tambaleó al sentir mayor presión y velocidad.
Esta cosa, semejante a un elevador subió su velocidad, sin detenerse, o preocuparse en absoluto, que estábamos a punto de estrellarnos contra algo desconocido.
Mi pecho comenzó a subir y bajar descuidadamente, jadeando ante la falta de oxígeno.
Mi cuerpo se tendió sobre el piso, rezando en que pronto todo acabase.
La velocidad subió, haciendo que me estremeciera ante la idea de ser aplastada en vida.
— ¡Mierda!—Grité, sintiendo como el elevador subía aún más su velocidad.
Por impulso, termine enrollada en busca de protegerme.
Un gran estallido sonó, retumbando en mis oídos, un sonido que resonaba en mi cabeza, haciendo que palpitara del dolor.
Una ola inmensa de polvo se levantó, cayendo sobre mi rostro, que inhalé, por mi respiración aún descontrolada.
Mi garganta ardió, y mi nariz pico, haciendo, que soltará una tos seguida, algo seca.
Mis ojos lagrimeaban, el maldito polvo escurridizo también terminó en ellos.
Así, empeorando aún más mi vista hacia la gran oscuridad del lugar.
Mis oídos recibieron señas de ruidos.
Balbuceos y murmuros se escucharon tras el techo, en dónde momentos atrás me imaginé aplastada.
Un ruido fuerte sonó. Aquello que llame techo, comenzó a abrirse, dejando vista al exterior.
Mis ojos fueron encandilados ante una luz brillante, en consecuencia, reaccionando en posicionar mis manos frente a mi rostro.
