Remus limpiaba la mansión junto a Kreacher, el elfo doméstico. Había regresado hace un mes, enviado de vuelta por Regulus Black, quien le informó que partiría nuevamente a Nueva York. Los días parecían pasar rápidamente, y la limpieza de primavera le ofrecía a Remus una extraña calma, un respiro del caos que solía habitar en su mente. Kreacher terminó de trapear el pasillo mientras él usaba magia para quitar el polvo de los cuadros colgados.
—Amo Remus, Kreacher debe inquirir de nuevo si desea que se limpie la oficina del amo Sirius.
Remus se detuvo. Aquella habitación no había sido tocada en años, y sinceramente no recordaba la última vez que había entrado en ella. Por un instante, una inquietud extraña se apoderó de él, pero sacudió la cabeza. Si había un momento para hacerlo, era ahora, aprovechando que Sirius no estaba en casa.
—Sí, Kreacher. Vamos a limpiar. Ve por la llave.
—Ahora mismo la traigo, amo Remus —respondió el elfo antes de desaparecer con un leve puff. Apenas dos minutos después, volvió con la llave en mano, haciendo una reverencia al ofrecérsela.
Remus alargó la mano, pero la tocó con cierta reticencia. No sabía por qué, pero la idea de entrar en esa habitación le hacía sentir como si estuviera a punto de desenterrar algo enterrado a propósito. Cerró los ojos un segundo y exhaló profundamente. Era solo una oficina, ¿por qué tanta aprensión?
La cerradura cedió con un leve clic, y la puerta se abrió. Un rayo de luz iluminó el interior polvoriento, mostrando un espacio en completo desorden. Papeles arrugados cubrían el suelo, mezclados con tazas de café vacías y envoltorios de dulces. El aire estaba cargado de un leve olor a encierro. Remus frunció el ceño mientras buscaba el interruptor. La luz iluminó la escena por completo, revelando aún más caos del que había imaginado.
Avanzó despacio, con Kreacher siguiéndolo de cerca. Al llegar al escritorio, sus ojos se posaron en una carta en medio de todo. El nombre del destinatario estaba escrito con una caligrafía inconfundible.
—Regulus Black...
Su pecho se apretó, y la sensación de aprensión se transformó en un nudo en su garganta. Un recuerdo enterrado resurgió con fuerza: James, sentado en su oficina, llorando inconsolablemente mientras gritaba a una pared vacía. Remus aún podía oír esas palabras cargadas de dolor y frustración.
La carta en sus manos... ¿podría ser aquella de la que James habló? ¿La que nunca llegó a su destino?
—Kreacher... —su voz salió más ronca de lo esperado— limpia y ordena este lugar. Si encuentras algo misterioso o interesante, avísame de inmediato.
—Sí, amo —respondió el elfo antes de ponerse manos a la obra.
Remus salió de la habitación con la carta firmemente apretada en su mano, su mente girando a toda velocidad. Caminó hasta la chimenea, encendiendo el fuego con un movimiento de varita. La intención era clara: quemarla, destruir cualquier rastro de lo que fuera que contenía. Pero entonces, las palabras de James volvieron a invadirlo.
"Canuto, sabes que estuviste allí cuando le escribí la carta."
Remus se dejó caer en el sofá junto a la chimenea, mirando la carta como si esta fuera un enemigo que debía vencer. ¿Acaso Sirius había decidido no enviarla a propósito? ¿Por qué seguía ahí después de tantos años? Su estómago se revolvía con una mezcla de ira y tristeza.
El tiempo pasó sin que se diera cuenta, hasta que el sonido de las llamas verdes de la chimenea lo sacó de sus pensamientos. Alguien estaba llegando. El reloj colgado en la pared, justo encima de una foto de los cuatro merodeadores juntos, marcaba la hora exacta de regreso de Sirius.
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La tercera en Discordia - DRARRY
FanficHarry es un adolescente como cualquier otro, pero hay un secreto oculto en lo profundo de su corazón. Nunca se ha enamorado, o al menos eso cree, hasta que un día su vida da un giro inesperado al conocer a Draco Malfoy, el novio de su mejor amiga. E...