꒦꒷Capitulo 4꒷꒦

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—¿Dónde estabas? —canturreé al ver a Ruby entrando por la puerta al día siguiente por la mañana. Llevaba el mismo vestido que ayer, los tacones en su mano y lo que me impresionó fue que su maquillaje parecía intacto.

—Me quedé en casa de Isaac —contestó con una sonrisita culpable. Su mirada cayó en mi regazo, observando con detenimiento el movimiento de mis dedos, acariciando una y otra vez el cabello castaño de Allan—. Hola.

La indiferencia en su saludo no me pasó desapercibida, aunque sabía que Ruby no tenía muchos motivos para ser amable con mi novio, me sorprendía bastante viniendo de ella, siendo que siempre tenía una sonrisa que esbozar.

Mi amiga se escurrió a nuestra habitación. Me levanté dejando caer la cabeza de Allan y fui tras ella.

—¿Quieres que te haga algo de comer? —inquirí deteniendo la puerta que ella había aventado para cerrarla.

—Fay, tenemos que hablar —murmuró seria. Se cruzó y cerró con delicadeza—. Sé que no debo entrometerme, pero si ayer hubiera sabido que regresarías con él, no te hubiese dejado sola. —Comienzo a jugar con el lóbulo de mi oreja mientras ella habla rápidamente—. Tu sabrás si tomar mi consejo o no, y que sepas que puedes hablar conmigo de cualquier cosa. En fin. Ayer lo vi arrastrándote detrás suyo y no llevaba una expresión muy agradable. No me da buena espina.

Se frotó los brazos y lucía vulnerable, realmente le afectaba la situación y su preocupación era genuina. Hizo un mohín y se ovilló en si misma mientras esperaba mi respuesta.

Me sentía tan agradecida de haber encontrado a amistades que se preocuparan de tal forma, pero Allan siempre sería un secreto que no contaría. Cuando se trataba de él, siempre tenía que mentir, me ayudaba a sobrevivir.

—Entiendo... —comencé con un tono de voz calmado para no asustarla—, agradezco que te preocupes por mí, pero créeme cuando te digo que, no hay de que alarmarse. Ambos estamos bien con el otro y lo que viste ayer solo era porque queríamos salir en cuanto antes de ahí...

Ruby miró la expresión que le hacía, como insinuando otra cosa y abrió la boca en una «O».

—Siento haber creído otra cosa —repuso cubriéndose el rostro, que ya estaba tomando un color carmesí.

—Está bien —le aseguré frotándole el hombro—. Entonces aceptas lo que sea que pueda prepararte en cinco minutos.

Asintió esbozando una pequeña sonrisa. Al salir de la habitación cerré con cuidado y me enfrenté a Allan, quien estaba segura había escuchado nuestra conversación, incluida la insinuación de violencia que hizo Ruby sobre él.

—A ver si aprendes a tener más cuidado.

Seguí mi camino por el pequeño pasillo hasta llegar a la cocina, abrí el refrigerador en busca de algo para Ruby.

—¿Negarás que te gusta, cariño?

Durante las horas siguientes, después de que mi amiga comiera y se fuera a dormir, estuve con Allan viendo una película, tirados en el sofá. Revisé mi celular, al parecer el algoritmo me había llenado de comentarios sobre la desaparición de Martín y sobre la noticia de su muerte. La mano de Allan apretando mi muslo solo me hizo revivir sus palabras, instalando la sensación de vacío en mi estómago.

Un toque en la puerta me hizo dirigir la vista hacía ahí.

—¿Fay? ¿Ruby? —inquirió una voz conocida, con la intención de saber si estaba golpeando en el dormitorio correcto.

Me levanté a toda prisa antes de que a mi novio se le ocurriera abrir. Jason me devuelve la mirada cuando abro y sonríe de ese modo lindo y atractivo como sabe hacer.

Obsesiones pelirrojas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora