꒦꒷Capitulo 10꒷꒦

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De nuevo había soñado con cosas que deberían quedarse enterradas en el pasado, es por eso que preferí quedarme en la cama y no ir a clase. Los demás pensarían que estaba en duelo por la muerte de Allan, lo único que realmente estaba era confundida.

Con respecto a Allan, cada vez que alguien intentaba mencionarlo me apresuraba a cambiar de tema. Siempre había sido fácil para mi omitir hablar de cosas similares; cobarde para afrontar, pero fuerte para callar.

Cuando Ruby regresó no le sorprendió encontrarme en la cama todavía, a ojos de muchos estaba triste, era lo que querían creer. Se sentó a los pies del colchón y acarició mi espalda.

—¿No quieres salir? —preguntó con voz suave.

—Estoy bien —le aseguré y era verdad.

—No dije lo contrario, es solo... —Apretó los labios y suspiró, hubo unos minutos de silencio en los que me reincorporé y aparté las sábanas para finalmente hacer algo, el sueño se había ido por completo—. ¿No quieres salir? Esta noche. Podemos ir solo tú y yo si así lo quieres, a donde sea. Quiero hacerte compañía.

Sus palabras ablandaron algo en mi pecho, ella no sabía que realmente mi estado no se debía a la muerte de Allan, sino que había más cosas detrás las cuales no podía contarle, empezando porque besé a dos de nuestros amigos, que para variar son hermanos. Me froté la cara con ganas de arrancarme cada piercing en la oreja, recordé que eso no salió bien la última vez que lo intenté hace ya varios años.

Volviendo al ofrecimiento de Ruby, acepté. Ella pareció realmente contenta, siguió sin creerme del todo cuando le aseguré por milésima ocasión que me encontraba bien. Fueron las pesadillas las que se encargaron de mantenerme despierta, no algún tipo de aflicción.

Pareció querer denegar mi petición por ir al club de los mellizos, no le agradó la idea de alejar cualquier sentimiento con alcohol. Lo que realmente quería era dejar de pensar tanto, paz para después poder aclarar todo, una cosa a la vez. Al final accedió a acompañarme, la idea de la fiesta iba con ella naturalmente, para cuando llegamos a la puerta del local se le había pasado la duda.

Apenas llegamos noté a todos los de seguridad que trabajaban para los Collins, los hombres grandotes vieron llegar a Ruby, quien parecía muy pequeña cerca de ellos, no quise imaginar cómo es que me veía yo. Entramos y me hice rápidamente con una bebida, no fuimos a la zona VIP, preferí estar entre la multitud.

Ruby me sacó a bailar cuando el alcohol ya se había hecho un sitio dentro de mí, tenía las mejillas acaloradas y me reía de mis propios pasos. La castaña era una gran compañía, el equilibrio entre ser responsable y querer disfrutar. Hubo unos tipos que se nos acercaron, rápidamente Ruby los rechazó mencionando a Isaac, después voltearon a mi como si necesitara alguna excusa para no querer ligar y esa excusa tuviera que llevar un pene consigo.

—¿Qué? —chisté—. Se los dejó claro, váyanse.

—No te pongas así —dijo uno de los dos, el más alto. Aunque todos eran más altos que yo.

—Solo queremos hablar —completó el otro. Su piel morena me recordó a Allan, la rabia hizo revolver mi estómago y sentí esas dulces y hermosas ganas de vomitar hasta mis entrañas.

—No quieren hablar. —Me reí.

—No queremos problemas, ¿de acuerdo? —Se metió Ruby, quien lucía nerviosa por la cercanía de ambos tipos—. Si no nos dejan en paz tendré que comentarlo con seguridad.

Se miraron el uno a otro y se rieron, como si las palabras de Ruby no valieran para nada. Uno de ellos acercó su mano con la intención de acariciarle la mejilla. Entonces salté.

Obsesiones pelirrojas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora